Opinión

Aliev y Erdogán, cortados por la misma tijera

15 de febrero de 2018

erdogan-aliev-turretEl tirano azerí nos tiene acostumbrados a sus barbarismos por lo que sus últimas declaraciones no hacen más que provocarnos risa. Pero atención, porque los armenios y el resto del mundo sabemos que sus afirmaciones acerca de la pertenencia de Ereván a Azerbaidján son una ridícula pretensión de un déspota sin límites, sin embargo Ilham Aliev difícilmente haya formulado este alegato pensando internacionalmente. Su frente interno, compuesto por distintas capas sociales, tiene sectores que no sólo están sumergidos en la opresión que les genera la pobreza y el olvido, sino que esa desatención también conlleva desconocimiento e ignorancia. Entonces, no es difícil creer que sus palabras estén dirigidas a un pueblo dispuesto a ser engañado una vez más.

Aliev y su gobierno tienen su foco puesto en la cuestión de Artsaj y frecuentemente mienten en cuanto a la dimensión del conflicto cuando aseguran que Armenia tiene ocupado un veinte por ciento de su territorio. Su papel de “víctima inocente” es asumido a la perfección y siempre hacen referencia a los “centenares de miles” de refugiados ocasionados por la guerra. Pero resulta que mientras millones de azeríes nadan en la estrechez, mientras muchos otros se ven perseguidos por no comulgar con las ideas del régimen autoritario que comanda el país como si fuera de su propiedad, el presidente gobierna enriqueciéndose a más no poder.

Es sorprendente cómo Europa y su Grupo de Minsk conformado por tres de las grandes potencias del mundo libre no hayan reparado en la nefasta política de un hombre que se sostiene en el poder con el argumento del peligro armenio. Es asombroso que no  hayan advertido que Aliev jamás concretará ningún acuerdo con Armenia y Artsaj porque el día que lo haga será desalojado del trono azerí por sus compatriotas cansados ya de tantas crueldades y persecuciones.

Pero no es el único que utiliza un lenguaje pirotécnico, lenguaraz y amenazador en su gobierno. Del otro lado de su clausurada frontera oeste, Armenia debe convivir con Recep Tayyip Erdogan, otro buen exponente del club de los dictadores que también rige con armas feroces y traicioneras. Desde el nunca aclarado golpe de estado de 2016, el presidente de Turquía inauguró una etapa de caza de brujas donde fueron afectados militares, policías, periodistas, políticos, docentes y militantes opositores que llenó las cárceles de personas de diferentes estratos sociales con el argumento de ser seguidores de su ahora enemigo Gülen. Todo esto en medio de diferentes cambios de sentido en su política internacional, apoyando ora al ISIS, luego ubicándolo como enemigo, todo sin dejar de tener en la mira al pueblo kurdo al que sigue intentando someter a sangre y fuego.

Las minorías de Turquía se encuentran en grave peligro. Armenios, kurdos, y otros grupos de minorías religiosas se ven sojuzgados por una política de estado que no inauguró precisamente Erdogán, pero que sí perfeccionó en su ejecución. La comunidad armenia está obligada a mantener un peligroso equilibrio entre su lucha por conservar indemne su identidad o directamente no perder la libertad acusada de opositora.

La reciente intromisión del gobierno de Estambul en la elección del nuevo patriarca de nuestra iglesia es la muestra más acabada de que la colectividad armenia no tiene derechos, sino obligaciones. Y en el medio de todo esto también aparecen las complicidades de individuos como el arzobispo Ateshian que no duda aliarse con el enemigo para seguir liderando una grey que hace ya rato le perdió el respeto.

Sólo la valiente aparición de hombres como el malogrado Hrant Dink o el valiente diputado Garó Paylan, entre tantos otros, nos permiten ilusionarnos con el futuro de una comunidad que fue la génesis de muchos de nuestros compatriotas comunitarios.

Jorge Rubén Kazandjian

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