Opinión

Cepa (Unión Europea) versus UEE (Moscú y asociados)

07 de diciembre de 2017

Foto-CombinadaUno de los mayores problemas que enfrenta Armenia desde la recuperación de su independencia, sino el mayor, es lograr un camino que la lleve a desarrollarse convenientemente para darle a su pueblo mejores condiciones de vida y de paso interrumpir ese enorme flujo migratorio que la deshabita cada vez más.

Sin embargo, lograr ese contexto positivo en su economía no depende solamente de la voluntad de los gobiernos de turno o de su capacidad de gestión, tiene que ver también con el volumen de su mercado interno que la condiciona severamente en cualquier negociación sea de importación o de exportación. Por otra parte, la capacidad económica de los armenios ha ido en disminución durante los últimos años, debido fundamentalmente a la baja de las remesas que los ciudadanos que han ido a trabajar al exterior hacen cada mes a sus familias. Tampoco hay que descartar la manipulación que hacen del mercado los grandes capitalistas sean estos del sector bancario o de las distintas empresas importadoras de bienes.

No debe existir país en el mundo que haya soportado más de una década de inflación continua y sostenida, teniendo un dólar que en 2006 valía más de 560 dram por unidad y que hoy once años después fluctúa alrededor de las 480 unidades por cada billete estadounidense.

Este equilibrio es totalmente artificial y se debe únicamente al salvaje dominio que tienen sobre el mercado cambiario los grandes jugadores económicos de Armenia que no dudan en establecer una paridad por demás baja, pero que no se privan de aumentar sus precios dolarizados porque más del 75 por ciento de los alimentos ofrecidos en los comercios y supermercados proviene del exterior.

Esta cruel maniobra financiero-económica perjudica el bolsillo de los pobres a los que ya no les alcanza la mensualidad que reciben del exterior y ven cómo su escaso dinero cada vez vale menos.

Armenia depende hoy de dos grandes concentraciones económicas, una la que administra Rusia a través de la Unión Económica Euroasiática y a la que se afilió hace algunos años, y la otra el mercado europeo al que ahora va a acceder por medio del CEPA (Acuerdo de Asociación Exhaustivo y Ampliado). Cada una de ellas tiene sus propias reglamentaciones que de una u otra manera condicionan el libre comercio del país porque establecen condiciones y tasas que regulan la ida y vuelta comercial.

Armenia optó a través de la decisión casi exclusiva de Serge Sarkissian por priorizar a la UEE con la que comenzó a operar el 1° de enero de 2015. Por aquellos días se estaba negociando simultáneamente con la Unión Europea por un acuerdo similar al firmado ahora, convenio que los analistas consideraban mucho más beneficioso para Armenia que el finalmente signado. Obviamente el tiempo transcurrido demostró que la economía no tuvo demasiados cambios positivos y que por el contrario, las crisis que pudieran afectar a Rusia, líder de la UEE, lo harían ineludiblemente también a su socia minoritaria Armenia.

Ahora se abre un nuevo escenario. Europa propuso una variante del acuerdo inicial y Ereván luego de muchas idas y vueltas terminó aceptándola. En el camino hubo mucha polémica entre los defensores armenios de Rusia y de Occidente, pero ninguno de los políticos y economistas que defienden una u otra postura, piensa en lo que realmente importa, las urgentes necesidades de un pueblo que lucha por salir adelante y no los intereses sectoriales que representan.

Será responsabilidad de los funcionarios primero, y los grandes conglomerados económicos después, hacer que la correcta aplicación de ambos acuerdos beneficie a quienes más urgidos están.

Jorge Rubén Kazandjian

Compartir: