Opinión

El momento de la verdad

10 de mayo de 2018

descontento_28Finalmente, la Asamblea Nacional de Armenia entronó al hasta hoy opositor Nigol Pashinian como nuevo primer ministro, luego de muchas idas y vueltas que tuvieron en vilo a toda la población.

El proceso que llevó al exladero de Levón Ter Petrosian al poder fue bastante atípico pues en su origen fue solo un intento de ganar espacio en los medios promocionando una marcha que dio comienzo en la relegada Gyumrí. Allí, Pashinian dio su primer discurso ante no más de un centenar de personas, con un marcado tono combativo contra la figura de Serge Sarkissian, entonces pronto a ser ungido premier perpetuando su presencia al frente de un gobierno de más de una década.

La cruzada del parlamentario opositor continuó por las rutas del norte armenio donde caminó acompañado de sus más cercanos colaboradores hablando con la gente de cada pueblo o aldea que encontró a su paso. Cuando llegó a Ereván ya estaba en boca de muchos que veían con asombro a un personaje, que aunque traía un bagaje de experiencia política poco desdeñable, no estaba en las cuentas ni de su propia alianza que lo dejó hacer mostrando poca confianza en los resultados de ese emprendimiento casi artesanal.

De pronto, sus mítines de la Plaza de la República comenzaron a poblarse de jóvenes entusiastas muchos de los cuales seguramente con escasa participación política hasta entonces, pero que llegaban atraídos por la figura de quien pretendió y logró con éxito ser la voz de las masas contra Sarkissian y su régimen republicano.

Desde el gobierno comenzaron a observarlo preocupados pero su propia convicción de que Pashinian no era un riesgo cierto lo dejó seguir adelante y cuando la marea de la protesta se hizo incontenible, la parálisis se adueñó de quien era el amo de todas las decisiones desde su llegada a la presidencia en 2008.

Cuando finalmente el partido Republicano quiso negociar con Pashinian, se encontró con alguien muy fortalecido y seguro de sí mismo que no hizo ninguna concesión al premier Sarkissian. La promocionada reunión de ambos en el Hotel Marriot resultó una pantomima pues pronto se vio como un Sarkissian casi desencajado se retiraba sin siquiera saludar a su oponente.

Y la renuncia del primer ministro no tardó en llegar, seguramente como un intento del partido Republicano de buscar una alternativa en las conversaciones. Pero el llamativo texto donde Sarkissian reconocía haberse equivocado envalentonó aun más a Nigol Pashinian que entonces ya seguro de ir por todo aceleró y finalmente llegó a su objetivo.

Los analistas internacionales daban cuenta de su sorpresa por cómo se había desarrollado la revolución de “terciopelo” proclamada por Pashinian. Un movimiento popular que no apeló jamás a la violencia, donde no tuvieron lugar los infiltrados de siempre, y en el que se vio representado cada sector del pueblo armenio. La Diáspora, testigo a la distancia, comenzó a hacer llegar su apoyo de diversos modos y las movilizaciones se dieron en varias ciudades del mundo, incluida Buenos Aires.

Pashinian representa hoy la esperanza de muchos armenios, otros lo ven como una incógnita política, pero todos quieren que su gestión sirva para unir a la gente y no enfrentarla inútilmente.

Tiene por delante una dura tarea donde debe mostrar a propios y extraños sus intenciones de cumplir con lo que prometió en toda su campaña. Su ambigüedad en algunas cuestiones, su poca experiencia en otras, sumada a la aparente escasez de cuadros ejecutivos lo obligarán a ser muy cauto en su accionar.

Es el momento de la verdad, el más difícil de todos.

Jorge Rubén Kazandjian

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