Opinión

La salud sigue postergada en Armenia

20 de enero de 2016

Hospital-ArmeniaLa salud de la población es un tema prioritario para cualquier gobierno. Debe estar en la primera página de la agenda de cualquier administración sea esta estatal o provincial. No puede quedar atrapada entre cuestiones burocráticas que interesan más a los políticos pero que en nada benefician a aquellos que no pueden costearse un servicio hospitalario privado.

En Armenia la salud pública dista de ser gratuita. En todo caso son escasos los servicios médicos que se brindan en ese carácter. Desafortunadamente, esta realidad conspira con el normal desarrollo de un pueblo que luego de sufrir las vicisitudes de décadas de gobiernos que poco se interesaron por su bienestar, ahora enfrenta también el difícil problema del despoblamiento.

En nuestro país hemos sido testigos de varios casos de pacientes con graves situaciones de salud que viajaron a la Argentina alentados por sus familiares o amigos para ser atendidos gratuitamente en nuestros hospitales públicos. También podemos dar fe de varios embarazos que tuvieron feliz término aquí.

Es que un nacimiento puede costar el equivalente de miles de dólares en Ereván, y no son muchas las parejas que puedan hacer frente a esa erogación. Ni hablar de la gravedad de la situación sanitaria en la Armenia profunda, ésa que se diferencia de la metrópoli que pugna por parecer europea.

Una entidad mundial informó recientemente (ver página tres) que Armenia encabezaba el ranking mundial de muertes por cáncer. Una noticia terrible para un pequeño país como el nuestro. Y otra estadística fatídica indica que el 38,5 % de los fallecimientos se debe a enfermedades coronarias.

En pleno avance del siglo XXI, es triste saber que una de las enfermedades en las que ha habido mayores avances en su tratamiento se cobra casi 14.000 vidas cada año. Claro, si los sistemas de salud no cuentan con los medios necesarios para enfrentar esa dolencia o la población no puede solventar su cura privada, las consecuencias no pueden ser más que las conocidas.

Desde la Diáspora ha habido decenas de emprendimientos de asistencia médica, odontológica y hasta oftalmológica, pero no son suficientes. No basta que un abnegado benefactor costee una clínica o puesto sanitario en alguna población de Armenia o Artsaj. El estado debiera tener un plan sanitario acorde a las urgencias de una población que envejece a pasos agigantados.

En la capital Ereván, no existe un servicio de emergencias acorde a la ciudad que se expone a los visitantes. En los últimos años apenas asoman algunas empresas particulares que ofrecen una prestación primaria. Tampoco se destacan las prepagas de salud pues al no existir la suficiente cantidad de clínicas o sanatorios privados, las prestaciones que pueden cubrir también son limitadas.

Finalmente, el mayor problema siempre lo sufre la masa laboral. Ante la inexistencia de centrales sindicales, -las pocas que se conocen no se destacan por su actividad a favor de sus representados- los trabajadores tampoco pueden aspirar a una obra social que los asista como se merecen.

La salud de la gente es materia de profunda responsabilidad, un gobierno que no piensa en ella, no puede arrogarse el derecho de ejecutar dignamente el mandato recibido.

 

Jorge Rubén Kazandjian

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