Vivencias

Volver a los 18...

07 de enero de 2016

Mekhi-exalumnosDomingo 5 de diciembre de 1965. Sobre el escenario del Teatro Marconi de la Avda. Rivadavia en el barrio de Congreso, siete bachilleres se aprestan a recibir sus diplomas de manos del Rector -el profesor Juan Daniel Kelly- y el Director del Colegio Mekhitarista de Buenos Aires, el reverendo Padre Khachadur Vertanessian.

En un pergamino enmarcado figuran los nombres de los flamantes egresados de aquella promoción-la 3ra- que por orden alfabético eran: Brovelli, Cassey, Dadourian, Devoto, Kevorkian, Lisle y Obeid.

No se sabe que destino tuvo ese cuadro donde dejamos nuestras firmas, pero afortunadamente los detalles de la ceremonia fueron guardados celosamente en las páginas del libro íntimo de mi madre-Mary Kevorkian-quien fue docente del establecimiento durante 25 años.

Fue ella quien a partir de una desgracia familiar (la muerte temprana de su hija en un accidente el 1° de enero de 1959) escribía diariamente los quehaceres cotidianos donde incluía, visitas, paseos y los hechos destacados de la vida comunitaria.

Escribía en inglés, por ser egresada de la Universidad Americana de Beirut, aunque dominaba a la perfección el armenio, el castellano y algo del francés, y en esas páginas manuscritas cincuenta años atrás rescaté las vivencias del acto de graduación.

Debe existir alguna fotografía en blanco y negro donde mis padres y yo recibimos el título, aunque lamentablemente ese documento parece que tuvo el mismo destino que el pergamino más arriba mencionado.

Hay alegría en el texto. La presencia de amigos y familiares en la platea, los aplausos y la emoción se adivinan en la medida que avanzo en la lectura, con mi precario conocimiento del idioma inglés.

La despedida fue en una pizzería en la esquina del teatro. Por aquellos años no había viajes de egresados ni a Bariloche y mucho menos a Armenia, así que compartimos una grande de muzzarella con fainá y unos lisos de cerveza para volver a casa.

El Marconi ya no está. Lo demolieron hace mucho tiempo. De aquellos compañeros de ruta algunos han partido para siempre, Brovelli y Lisle. A Obeid me lo crucé hace unos años en un encuentro casual. Él me reconoció y me dijo”Vos no ibas al Mekhitarista?” Supe que Devoto es un reconocido decorador que triunfa en los EEUU y a Cassey, el flaco alto peinado con “gomina” con su abundante pelo lacio hacia atrás, nunca más lo volví a ver.

Al que veo con más frecuencia es al Ing. Dodourian. Hay una proximidad que se mantuvo a lo largo de los años, y es precisamente con él y el lamentablemente desaparecido Brovelli, los que estuvimos en la pizzería el día de la despedida.

Hace unos días, el 13 de diciembre pasado, durante el acto de graduación de la promoción N° 53 del Mekhi en el teatro Astral, fuimos convocados para recibir una medalla por haber cumplido cincuenta años de nuestra graduación. También fueron homenajeados los que cumplían veinticinco años. Tres generaciones diferentes se reunían en un mismo acto. Tres épocas diferentes se confundían en un mismo escenario. La nuestra con los Beatles y sin TV color, o Madonna y Michael Jackson sonando en los walkman de los de hace 25 años. Y los que dejaban el cole ese mediodía, colgando las fotos en Facebook o dialogando on line con los watsapp. Distintas maneras de vivir este tramo irrepetible de nuestro paso por la escuela, aunque con la impronta indeleble que supo dejarnos los valores que transmitía el colegio.

Por eso, cuando la conductora del acto, uno a uno fue nombrando a los que íbamos a ser homenajeados y nos encontramos sobre el escenario cincuenta años después, una rara sensación atravesó nuestro ser: Cassey, igual de flaco y con su cabellera intacta aunque canosa, al que volví a ver después de tantos años, Dadourian y yo pasamos al frente.

A pesar de los dolores de cintura cuando alzamos a los nietos, la cabellera entrecana o ya ausente y el abdomen ensanchado, en ese momento volvimos a tener 18 años, por segunda vez.

Edgardo Kevorkian

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