Tribuna

Acerca de los derechos del pueblo Qom

15 de septiembre de 2015


qom comunidadHoy, una vez más, un futuro trunco, una vida joven se desvanece, por desidia intencional de quienes dicen administrar los recursos que los contribuyentes pagamos. Una vida que prometía herencia milenaria de arte, agricultura, valoración de la naturaleza y de los lazos sociales que los identifican, abandonada en la miseria de los miserables, como tantos genocidas en la historia de la Humanidad.

Hoy, por mi retina desfiló una imagen repetida, evocada de relatos de mis suegros armenios y de fotos divulgadas en páginas de papel o cibernéticas, que recuerdan el horror de la intolerancia de los pueblos por otros pueblos.

Hace pocas horas, la Humanidad viralizaba, conmovida, la imagen de otro niño, de otras latitudes, que huía tratando de torcer su destino signado por el fundamentalismo islámico de ISIS en Siria; una guerra montada para ocultar la intencionalidad de un grupo para exterminar otro, con la excusa de fortalecer tradiciones, que interpreto poco religiosas.

La imagen se repite: casi el mismo rostro de piel envolviendo desnudos huesos con el gesto de la sed de oxígeno, como el rostro de los niños, adultos y ancianos armenios con sus cuerpos demacrados por el árido desierto al que fueron exiliados y donde hallaron sus tumbas no cavadas por falta de fuerzas, donde la arena fue su única lápida piadosa… Los mismos rostros de cadáveres diseminados, únicos juguetes de los que aún sobrevivían al primer holocausto del siglo XX.

Pero esta imagen de desolación y desesperanza (que debería suprimirse de nuestra historia, por vergüenza), que ofrece el peor rostro de la muerte, no llega del siglo pasado ni cruzando el océano; llega una vez más de nuestra propia Patria, de nuestros propios hermanos, tan hermanos son, que nos recibieron en sus tierras para saciar el hambre de nuestros padres y abuelos inmigrantes de todas las regiones del planeta, sometidas a diferentes calamidades, producto de otras guerras, decididas por el autoritarismo, cualquiera sea su nombre.

Hace 25 años, me emocioné por impotencia ante el relato de muerte y orfandad de mis suegros armenios, dolor que escuchaba en silencio sin poder dar una palabra de consuelo: nada podía confortar tanta angustia, tanto miedo infantil revivido en cada palabra, porque el olvido era incapaz de alojarlo oculto en ningún recoveco de la memoria individual y colectiva.

Por eso, como persona cuyo origen étnico no es el armenio, constituida en defensora de la Causa Armenia, desde hace más de una década, convoco a todos los armenios, nacidos y acogidos en la Argentina, a solidarizarse con el firme reclamo por el respeto de los derechos de la Nación Qom, víctima de un genocidio, en su propio territorio, del cual están siendo despojados a través de la eliminación planificada de sus miembros.

Y así, de no comprometerse la comunidad, en forma íntegra, con la lucha por este pueblo originario, declaro mi rechazo total a su indiferencia y actitud discriminatoria ante los Derechos Universales de la Nación Qom, idénticos derechos a los de sus ancestros armenios, víctimas de los crueles designios del Gobierno Turco Otomano, que implementara las mismas estrategias de condena a la eliminación por hambre, y despojo de sus bienes, de su dignidad humana y de la satisfacción de sus necesidades básicas.

De no hallar una respuesta loable a su noble estirpe, como pueblo originario de la Tierra, que se considera elegido como simiente de la Humanidad en la cima del emblemático Monte Ararat, tras el bíblico Diluvio Universal; manifiesto que lamentaría profundamente haberme asociado al reclamo de convicción y justicia humanitaria de las instituciones armenias actuales de la Diáspora en la Argentina.

Prof. Dra. Ana María Martorella
Médica- Especialista en Psiquiatría Infanto Juvenil (UBA)
MN 65353- MP 220.684

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