Andrea Aghazarian: “Hay una resistencia a ver al victimario dentro de la comunidad”

03 de diciembre de 2019

Andrea Aghazarian es psicóloga y psicoanalista especializada en abuso sexual en la infancia.

A partir de conocer la problemática de la violencia contra las mujeres en Armenia, Andrea Aghazarian creó la página de Facebook “Mujeres Armenias” donde visibiliza la temática. Además, está escribiendo un libro sobre abuso sexual. Creció con sus abuelos sobrevivientes del genocidio, por lo que comenzó a hablar en castellano cuando entró al colegio. Conoció de cerca lo que habían vivido sus familiares durante y después del genocidio, y eso la ayudó a entender más a la colectividad armenia.

—Contanos sobre tu formación académica.

—En la primaria no fui a una escuela armenia pero en la secundaria sí, fui a San Gregorio. Cuando terminé quinto año hice la carrera de Diseño y después la Licenciatura en Psicología en la UBA. En esa época me alejé de la comunidad. Cuando me recibí empecé a trabajar en una clínica. Trabajé en colegios y abrí una ONG con un trabajo muy ligado a lo comunitario. Actualmente estoy en dos equipos clínicos y formé el mío propio con psicólogos, psiquiatras y abogados para abordar la problemática de abuso sexual que es algo en lo que vengo trabajando hace mucho.

—¿Cómo surgió la página “Mujeres Armenias?

Viajé a Armenia en el 2007 acompañando al Coro Gomidás. Desde que llegué, lloré, me conmovió. Me dediqué a hablar con la gente, con las mujeres y hombres en situaciones más íntimas. Me interesa mucho saber cómo viven. A las mujeres les pregunté qué podía hacer yo como psicóloga para ayudar a Armenia. Cuando empezaron a tenerme confianza me contaron la problemática de la violencia doméstica contra la mujer. Primero pensé que era algo que tenían que resolver ahí, no se me ocurría cómo poder ayudar a la distancia. Me comprometí a que si en algún momento podía hacer algo, lo iba a hacer. Pasaron años hasta que encontré material y abrí la página de Facebook. Con esa página quise mostrar y explicar lo que pasa allá, construir la causa también en la diáspora.

—¿Cómo es la situación de las mujeres en Armenia?

—Durante muchos años no hubo legislación para los derechos de la mujer pero hace poco salió una, fue un gran avance. Ellas me contaban que sufrían violencia doméstica, hacían la denuncia y la policía las mandaba de vuelta a la casa. Entonces iban desesperadas a su familia de origen pero las hacían volver a su nueva familia. Ahí entendí que estaban atrapadas en hogares violentos. Lo que más me llamaba la atención es que esto fuera de las puertas para adentro, hay un cuidado respecto del afuera, de la mirada de los demás. También me impresionó ver que en algunos casos la suegra apoyara a su hijo violento. Creo que la problemática de las mujeres sometidas a la violencia machista armenia no se resuelve solamente mostrando mujeres sobresalientes. La mujer sometida a violencia está en condiciones completamente distintas, también en el plano psíquico.


Un objeto. Esta vela era un ritual familiar de mis abuelas una vez a la semana que recordaba a los difuntos, sin olvidar y a la vez siendo una luz de esperanza que siempre tenían los sobrevivientes del Genocidio.

—¿Y la situación con respecto al aborto?

—Es un derecho que habían heredado las mujeres de otro sistema político y que deja de serlo porque es la familia del hombre quien presionaba el aborto en caso de que el segundo embarazo fuera nuevamente de una niña. Actualmente hay organizaciones de derechos humanos y de derechos de las mujeres que generan acciones hacia la comunidad para sostener a las mujeres. Las organizaciones de mujeres en Armenia están muy movilizadas.

—¿Cuál es el estereotipo de mujer armenia?

—Todo lo femenino está en problema excepto que pertenezca al mundo del hombre, la esposa. Si se problematiza eso y se empieza a pensar en armenios con identidades diversas, no se va a poner en riesgo. Si no incorporamos nada nuevo, no va a producir nada nuevo la comunidad y corre riesgo de desaparecer o de quedarse como algo ritual. Hay que animarse a problematizar. Hay que deconstruir el tema del machismo para cambiar la conformación de los estereotipos, abrir la colectividad a otros modelos, otras formas y que así puedan acercarse muchos que por no encajar, hoy no están. Eso la enriquece, no la pone en riesgo.

—¿Cuál es tu visión de la diáspora?

—Soy de una generación que se formó en la adolescencia durante la dictadura militar y eso hace que no hayamos tenido formación política. Habían muchas cosas que no se decían. Muchos de los que hoy podrían ser dirigentes son de esa generación y eso a mí me preocupa mucho. Después del colegio no tuve contacto con las instituciones armenias y cuando fui madre decidí mandar a mi hija al Marie Manoogian porque buscaba un lugar familiar. Encontré cosas diferentes como IARA, una unión de dirigentes que me pareció muy positiva, es un avance y una esperanza. También vi que las escuelas tienen contacto entre sí, algo que en mi época no pasaba e incluso había confrontación.

La colectividad es una familia con estereotipos rígidos. Hay muchos armenios disidentes que han sido expulsados de una forma no explícita. En la encuesta que se realizó a la diáspora no se habla del machismo en ningún momento. Eso me confirma que lo siguen invisibilizando. Hay una resistencia a ver al victimario dentro de la comunidad. Yo relaciono mucho el tema del genocidio con cómo estamos parados. En el genocidio tuvimos al victimario afuera, nuestro pueblo fue la víctima. Esto lo sostuvimos más de cien años pero en el medio no pudimos complejizar la mirada. Me pregunto cómo va a ser la comunidad cuando estén las nuevas generaciones que no conocieron a nadie con un relato cercano al genocidio. Me preocupa sobre qué se van a sostener los dirigentes dentro de algunas décadas. En la comunidad todos trabajan por la Causa Armenia pero de lo demás hay poca información, apoyan la causa pero no la política, es una contradicción, la causa es humanitaria y política. Lo que convoca hoy son las escuelas, pero cuando terminás el colegio hay una franja etaria que está ausente y eso es responsabilidad institucional, hay que pensarlo. La diáspora argentina replica a Armenia, pero no genera nada propio, así no habrá nada novedoso para aportarle a Armenia, cada diáspora es un lugar en sí mismo, con características únicas, que hoy no se distinguen. Me gustaría una colectividad vanguardista. Despreocuparse de la diáspora como un lugar de producción de subjetividades nuevas, repitiéndose a sí misma, me parece de una irresponsabilidad total.

—En ese sentido, ¿cómo ves el rol de la iglesia?

—Por momentos tengo la sensación que nos faltó contención estrictamente espiritual, de valores. Me hubiera gustado ver a los sacerdotes más cerca de las familias. Acompañar, no solo en los rituales. Me gustaría que retomen su lugar original. La iglesia durante muchos años funcionó, necesariamente, casi como una embajada posterior al genocidio. Ese rol ya está cubierto.

Sofía Zanikian
Periodista
sofi.zanikian@outlook.com


Compartir: