Andrés Istephanian: “La música armenia nos conecta con nuestro pasado”

29 de enero de 2020

La música forma parte de su vida desde muy chico. Varias generaciones de algunos de los colegios armenios de Buenos Aires recuerdan sus clases de música e incluso han formado parte de los coros extra programáticos.

Andrés Istephanian es profesor de música y licenciado en artes musicales. Desde hace años es el docente a cargo de la materia en algunos colegios armenios de Buenos Aires y director de coros tanto de jóvenes como de adultos.

—¿Cómo es la historia de tu familia?

—Mi familia materna y paterna, ambas, provienen de Urfa. Mi bisabuela tuvo que entregar a su hija a una familia turca para salvarla de la muerte. Esa familia la llevó a un orfelinato armenio. Mi abuelo paterno había sido salvado de bebé cuando iba a ser arrojado al río gracias al pago que su madre hizo a los soldados turcos. Con esas historias, como tantos otros, cruzaron el mar y llegaron a Argentina, bendito país. Aquí no había turcos, podían rezar y hablar en armenio, trabajar, comprar una casa sin temor a que les sea usurpada o quitada. Había paz. Me crié en un hogar donde todas las noches mi mamá tocaba el piano y mi papá la guitarra y otros instrumentos de cuerda que iba coleccionando. Cuando tenía cinco años le pedí a mi mamá que me enseñe las canciones que aprendía en el jardín. Ella confeccionó una tira de papel que ponía detrás de las teclas del piano y así, con números, aprendí mis primeras canciones. Mi papá tocaba la guitarra y cuando llegaba el último acorde de la canción me dejaba a mí hacerlo mientras él ponía la posición del acorde y yo rasgueaba. Me encantaba eso.

Unos años después mi hermano comenzó a tomar clases de guitarra en mi casa. Había una parte de esas clases que recuerdo como si fuera hoy: mi mamá me daba una bebida que “con mucho cuidado” debía llevar al profesor. Y así lo hacía. Pero tardaba prácticamente toda la clase en hacer ese trayecto. Así podía ver cómo le enseñaba a tocar. Esas fueron mis primeras “lecciones”.

Pasé mi niñez y juventud compartiendo la música con mis padres. Terminé ocupando el lugar de mi madre en el piano, no se lo dejaba libre ni un minuto. Con mi papá fue una rutina de años el terminar de cenar y sentarnos durante largas horas a tocar todo el repertorio que recuerdo hasta el día de hoy con mucho detalle.

—Contanos sobre tu formación académica.

—Empecé tocando de oído y así seguí durante muchos años. Aprendí a tocar todo tipo de música. Más tarde me empezó a gustar mucho la música clásica y entendí que era hora de comenzar a estudiar para poder acceder a ella. Luego de un acelerado e intenso proceso de aprendizaje particular pude ingresar al Conservatorio Nacional de Música Carlos López Buchardo, uno de los momentos más felices de mi vida. Allí egresé con el título de profesor nacional de música especialidad piano y años más tarde rendí la licenciatura en artes musicales. Fueron años maravillosos con excelentes maestros y recuerdos imborrables. Cada vez que puedo paso por el conservatorio. Retrocedo muchos años y me veo pasar corriendo por los pasillos, entrando y saliendo, cursando como podía, corriendo entre colegio y colegio, a la mañana, a la noche. Donde hubiera un hueco y posibilidades de llegar, casi en avión, sea desde Vicente López, Alsina, Flores o Belgrano, metía una materia más.

Siempre supe que vivir de la música iba a ser difícil. Debía tener muchas herramientas para lograrlo. Cursaba la carrera de piano pero sabía que las carreras de canto, composición y dirección orquestal ofrecían materias y experiencias que me serían de mucha utilidad en el futuro.

Así fue que decidí embarcarme en la aventura de cursar al menos los primeros años de cada una de ellas. No fue fácil hacer esto cuando también trabajaba en cuatro colegios, hacía shows, sonido, grabaciones, DJ, tenía alumnos particulares, tocaba por todos lados y todo tipo de trabajo que se pudiera generar con la música. Fueron años de mucho esfuerzo. Tenía 20 años, ya me había independizado y vivía solo en un departamento que alquilaba a pocas cuadras del conservatorio.

Un objeto. Con el piano transité toda mi armenidad. Si no fuera profesor de música y no tuviera tanta actividad profesional o si no fuera músico no sé de qué forma estaría vinculado a la colectividad o si sería activo.

—¿Cuál es la importancia de la música armenia?

—La música y la danza son muy importantes para mantener activa nuestra cultura. Son espacios de encuentro. Son vehículos rápidos y efectivos a la hora de querer llegar a la gente. La música armenia nos conecta con nuestro pasado. Hoy gracias a internet y a las redes sociales se sabe mucho más sobre ella. Es muy fácil encontrar muchas cosas que antes sólo estaban en manos de entendidos o en versiones mal grabadas. Hoy la gente sabe mucho más de música armenia que antes. En Armenia hay mucha producción musical que circula por nuestras redes. La música armenia actual, por más moderna que sea o por más que, con la intención de fusionarse y evolucionar, intente imitar sonoridades de otros estilos o utilice instrumentos de otras latitudes, siempre sigue en su mayoría incluyendo textos donde se le canta a la Patria. Eso es genial. Es muy armenio. No es cosa del pasado eso de cantarle a la patria. Es de los jóvenes también. En otras culturas no suele suceder eso.

—¿Qué referentes tenés en tu carrera?

—No me animo a nombrar sólo algunos. Escucho las obras de los grandes compositores miles de veces y cada vez que lo hago se convierten en referente de algo distinto. Depende mucho lo que uno está buscando en ese momento. A veces escuchamos una obra solamente por la satisfacción de hacerlo y otras por la búsqueda de recursos de orquestación, de composición o de forma. Quienes hacemos música escuchamos de manera analítica. No lo hacemos solo por placer. Por lo tanto los referentes pueden ser infinitos. Una misma obra o un mismo compositor pueden significar algo en un momento y otra cosa en otro. Pero este cambio no es por una cuestión de gustos sino de recursos y aprendizaje. En un momento una obra puede ser un gran referente por su carácter o por su espíritu, y más tarde un referente en cuanto a su orquestación y más tarde en cuanto a su innovación armónica. Depende mucho lo que uno está buscando en la escucha. Siempre escuchamos con intención de aprender. A los músicos nos gusta todo porque de todo se aprende. Todo es referencia.

—¿Qué opinión tenés de la comunidad armenia en Argentina?

—Argentina es parte de la gran diáspora armenia en el mundo y tiene los mismos problemas. Las generaciones fueron pasando y la actual es la que se encamina finalmente al futuro. Mirando atrás encuentra un genocidio y se propone, con todos los recursos que ahora tiene, no dejarlo impune. Al mismo tiempo la juventud ya no siente el temor a la extinción. No tiene esa carga encima. Entiende que habiendo una Armenia libre, con sus idas y vueltas, como cualquier país, siempre habrá promesa de continuidad.

Sofía Zanikian
Periodista
sofi.zanikian@outlook.com

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