Ante una escalada de la política negacionista

30 de abril de 2019

La política negacionista de Turquía no es novedad alguna. Sí lo es el hecho de que el 24 de abril el presidente Erdogan se manifestara en los términos en que lo hizo. No sólo tergiversó los hechos históricos al mejor estilo neo-otomano con su nuevo “guión adaptado” sino que evitó además, utilizar el caballito de batalla preferido: aquello de las “masacres recíprocas…”. En una evidente escalada de su postura negacionista viene ahora con el cuento de las “bandas armenias que masacraron a mujeres y niños musulmanes…”. En su afán por llevar el tema al terreno religioso y erigirse -como gusta hacerlo- en líder y defensor del islamismo a los cuatro vientos, no habla ya de víctimas turcas sino “musulmanas…”. Y reduce la deportación y el exterminio de la población armenia a una simple “reubicación de esas bandas y sus partidarios” que fue “lo más razonable para esa época”, en un intento por justificar su versión de los sucesos… y la política genocida de sus antecesores.

Como quiera que sea, se trata lisa y llanamente de una negación del crimen de lesa humanidad que fue el genocidio de los armenios, en palabras de la máxima autoridad del Estado turco, con el agravante de haber sido pronunciadas el mismo día de su conmemoración. Una negación seguida de una absurda y no menos agraviante justificación. Pero lo primero y principal es la negación. Porque la conducta punible es esa, la negación, y no la pretendida justificación de los hechos.

La radicalizada postura turca era de suponer. Las últimas resoluciones de Francia y de Italia –a las cuales hicimos referencia desde estas columnas en ediciones anteriores- habían irritado sobremanera a sus dirigentes políticos. A eso se le sumó la declaración del presidente Trump por el día del Genocidio. Si bien volvió a eludir el término -como todos los que lo antecedieron en el cargo- de una atenta lectura de sus palabras se traduce un rotundo reconocimiento de los hechos históricos. Tan es así que mereció la categórica desaprobación y el fuerte rechazo del ministerio de Relaciones Exteriores turco.

Tanto en Armenia como en la diáspora, hay una corriente de pensamiento que pretende ir más allá de los reconocimientos a nivel internacional. Se fundamenta en que esa etapa estaría superada y que de ahora en más habrá que encauzar los esfuerzos hacia otro orden de reclamaciones. Sin discrepar, creemos oportuno señalar que una cosa no excluye la otra. Los reconocimientos –una treintena hasta el momento- de estados y parlamentos son tan necesarios como los reclamos de reparación material de nuestros bienes individuales y colectivos usurpados. La prueba está en la reacción oficial turca cada vez que una nueva resolución parlamentaria o gubernamental pone los puntos sobre las íes. Ningún esfuerzo es demasiado para conseguir el reconocimiento de los Estados Unidos o de cualquier otro estado, a pesar de los años transcurridos. Una vez más, la prueba está en las ingentes sumas que Turquía destina anualmente para financiar la campaña de tergiversación y negación, además de las amenazas y presiones políticas al más alto nivel, incluso en Washington, en este período más que tenso en las relaciones turco-estadounidenses…

El 104º aniversario del Genocidio fue una ocasión más para poner de relieve nuestras reivindicaciones. Las movilizaciones populares en Armenia y en las comunidades de la diáspora –encabezadas en todas partes por una juventud conciente de sus reclamos- fueron la clara expresión de nuestra lucha por la verdad, la justicia y contra el negacionismo. Lo destacable en esta coyuntura fue la reacción oficial del gobierno de Armenia a través de su máximo representante, el Primer ministro Pashinyan. Sin rodeos y sin lenguaje diplomático, salió al cruce de las mencionadas palabras del presidente turco, haciendo un llamado a la comunidad internacional a no callar ante este tipo de declaraciones ofensivas y de odio extremo. Y dijo lo que debía decir: que se trata de una escalada en la política negacionista de Turquía y de una justificación al exterminio de todo un pueblo.

En los últimos años, algunos países europeos han optado por penalizar la negación del Genocidio como respuesta a las posturas negacionistas. Más allá de eso, lo fundamental es combatir la negación del Genocidio en escuelas, universidades y medios de comunicación. Un primer paso sería aclarar definiciones. El diccionario de la lengua de la RAE y de la Asociación de Academias de la Lengua Española define el término “negacionismo” como “actitud que consiste en la negación de hechos históricos recientes y muy graves que están generalmente aceptados”. Y a continuación, como único ejemplo, cita: “El negacionismo del Holocausto”. Será cuestión de que de ahora en más los hispanohablantes breguemos por ampliar ese ejemplo para que incluya, a la par, el del Genocidio Armenio.

Dr. Ricardo Yerganian
Exdirector del Diario ARMENIA
ryerganian@diarioarmenia.org.ar

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