Anush Grati: “El desafío es empezar a integrar discusiones que ya se están dando por fuera de la comunidad armenia”

13 de noviembre de 2019

Anush Grati Elmezian cursó los últimos años de la primaria y toda la secundaria en el Instituto Educativo San Gregorio El Iluminador. Trabaja en la Universidad Torcuato Di Tella, en Red de Empresas por la Diversidad, haciendo consultorías para empresas que quieran trabajar temas sobre integración de personas con discapacidad, género, diversidad sexual y migrantes. También en la diplomatura sobre genocidios y violencia de Estado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA con el Dr. Juan Pablo Artinian, mientras que estudia Licenciatura en Artes de la Escritura en la Universidad Nacional de las Artes.

Viajó a Armenia por 10 meses gracias al fondo de beneficencia para voluntarios de Birthright de Unión Juventud Armenia. Allá trabajó en organizaciones como Pink Armenia, Positive People Armenian Network y el Woman Resource Center. “En ese recorrido entendí que la armenidad está compuesta de un montón de interseccionalidades y que están las mismas inquietudes de los, las, les armenies que dicen ‘si soy gay no puedo ser armenio’. Cuando volví, dije ‘si a mí me surge esta inquietud, seguro hay un montón de personas que no conozco que siguen escondiendo su identidad debajo de la alfombra’”.

Anush, que se reconoce como “armenie no binarie”, fundó junto con María Ángeles Magakian y con Tamar Derderian la organización Armenies Queers. Queer es un concepto para nombrar a quienes no se reconocen dentro de las identidades sexuales heteronormativas. La organización ya desarrolló varias actividades. Tradujeron el documental Լսիր ինձ (“Escuchame”) de la organización Pink Armenia, que narra historias de vida de diez personas armenias LGBTIQ+ y que esperan poder proyectar en espacios comunitarios. También participaron del “Día de Muertis” del Museo de Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba con una instalación en homenaje a las personas que murieron por crímenes de odio en Armenia en base a la información de Lilit Martirosyan, la primera mujer trans que habló en el Parlamento armenio sobre la situación de las personas trans en el país. “Lo que no se habla no existe, y si no hay referentes no se habla del tema”, dice al comienzo de la entrevista. Y tanto Anush como Mariángel y Tamar se convirtieron en referentes.

—Contanos sobre el proyecto de bordado.

—En muchas ocasiones, mujeres y disidencias se juntaban a bordar en Armenia para poder hablar sobre aquello que no se puede pronunciar, como la violencia doméstica y los abortos selectivos. El bordado es una herramienta que se te enseña para ser ‘buena mujer’. Entonces, esto sirve para dar a conocer aquello que te pasa desde una herramienta de lo privado hacia lo público. Un montón de personas bordaban manos, genitalidades, personas del mismo género besándose. Cuando volví a Argentina, si bien yo me encontré con el lenguaje inclusivo que no conocía antes de viajar, me era muy difícil pronunciarme. Es interesante el proceso identitario que transcurrí al entender que el armenio no tiene artículos neutros (aunque sí se piensa en un género cuando nos referimos a alguien). En esa búsqueda de identidad y de cómo me podía pensar sin género, si soy o no soy armenie y cuáles son mis pronombres, el bordado me permitió trabajar la cuestión de género y de la identidad a su vez. Nos empezamos a juntar una vez, yo compré materiales, convoqué por Facebook si alguien quería venir a bordar y en el primer encuentro éramos 25 personas. Esto ya no tenía que ver con la armenidad sino bordar para encontrarnos. El nuestro es un espacio independiente, por fuera de las instituciones.


Un objeto. “Bordar la flor No me olvides con la bandera LGBTIQ+ también significa ponernos en la historia. Estoy segure que durante el genocidio hubieron personas LGBTIQ+ por más que no se usaran esas palabras. Ponernos en la historia y nombrarnos es una forma de sanar un poco”.

—¿Cómo puede ayudar la diáspora a que Armenia trabaje las cuestiones de género y de diversidad sexual?

—Creo que no podemos ayudar a Armenia si no lo trabajamos primero internamente, dentro de la colectividad armenia. Yo sé que es más fácil decir la colectividad no está preparada, pero ¿quiénes no estamos preparados y por qué no se escuchan esas voces? Esto está arraigado mucho con la religión, cuando tenemos instituciones que no hacen una mirada introspectiva o no dan el interés que se les tiene que dar a por qué trabajar el género y por qué trabajar la diversidad sexual. Hoy tenemos leyes, tenemos la implementación de la ESI (Educación Sexual Integral) y tenemos la Ley de Identidad Género, como así la del Matrimonio Igualitario. Primero habría que ver qué pasa dentro de la comunidad con estas charlas que van a tensionar el statu quo todo el tiempo y recién ahí vamos a poder trabajar con qué pasa en Armenia y romper con esta romantización de Armenia que tenemos. ¿Cómo puedo ir a un centro de recursos de la mujer cuando no sé qué existe, cuando pienso que en Armenia no hay violencia doméstica?

Creo que el foco de la cuestión está en por qué da vergüenza hablar de esas cosas. El desafío es poder empezar a integrar discusiones que ya se están dando por fuera de la comunidad armenia y que si no las damos vamos a expulsar a mucha gente.

—¿Cómo se trabaja lo armenio siendo una identidad que siempre estuvo atravesada por aspectos religiosos y conservadores?

—Para mí, la fe y la institución son cosas distintas. Si bien muchas escuelas al lado tienen una iglesia, acá en Argentina tenemos leyes y la ESI tiene que ser trabajada de forma independiente de la iglesia. La religión es una de las características de nuestra identidad, la elijamos o no. Así como a mí no me van a negar mi identidad LGBT, yo no le voy a negar a nadie la identidad religiosa. El diálogo está en que hay personas religiosas que abortan, que sufren violencia doméstica, que son trans. ¿Qué hacemos con esa interseccionalidad que existe y no la podemos meter debajo de la alfombra? Hay que generar espacios independientes con personas de la comunidad que entiendan que, si lo seguimos tapando, vamos a tener consecuencias tan graves como en Armenia. ¿Cuántas personas sufren violencia doméstica adentro de la comunidad armenia? ¿Por qué no se habla de eso? Es gravísimo porque lo que no se pronuncia no existe.

En tanto y en cuanto la cabeza religiosa de Armenia diga que la comunidad LGBT es una amenaza para la tradición y la familia tradicional armenia, tenemos que reconocer que eso atenta contra los derechos humanos de mucha gente. Entonces, así como decimos que somos parte de Armenia, bueno hagámonos cargo de los crímenes de odio, de los femicidios y de los abortos selectivos que hay en Armenia y de cómo se silencia acá y no se trabaja. No podemos hacer caso omiso porque estamos en Argentina y el contexto es otro. Básicamente, no trabajemos con las instituciones religiosas. ¿Todas las instituciones armenias son religiosas? Probablemente los líderes tienen una mirada religiosa porque es con la que se criaron. Entonces generalmente trabajamos con mujeres o con varones que se empiezan a cuestionar la femineidad y masculinidad que se nos pide construir como armenias, armenios y armenies. Yo quiero mucho a la comunidad armenia, porque lo más fácil que me podría haber dicho mi familia es ‘ya está, andate, para qué vas a seguir en una comunidad que no te quiere’. E irme de la comunidad sería ceder mi derecho a mi identidad armenia, y no es algo que vaya a hacer, ni que nadie deba hacer. Dentro de la institucionalidad de la comunidad armenia, que son las organizaciones con las que yo me eduqué, siempre se me marcaron cositas como “no sabés el armenio” o “¿cuál es tu apellido armenio?” -porque soy armenie por parte de mi mamá-. Hay formas en las que te bajan línea sobre qué es la armenidad, qué es ser armenio, qué tipo de mujer o qué tipo de varón esperan que seas.

Yo encontré mi comunidad armenia adentro de la comunidad armenia. No me basta, porque esa comunidad armenia sigue estando por fuera de lo que yo quiero hacer, que es participar de grupos de danza, ir a los eventos, saber que donde vaya no voy a tener una potencial mirada que me excluya.

Sabemos que no puedo venir con mi pareja a la iglesia. Con mi expareja probamos y fue bastante incómodo, porque las miradas están. Siempre está la tensión y la ansiedad de no saber cómo van a reaccionar las personas de alrededor, es pensar que no tenemos que tomarnos de la mano o que no nos podemos besar afuera en la puerta. Sabemos que por lo general la reacción es negativa, entonces tendemos a no ir, prefiero no pasar un mal momento si lo puedo evitar.


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