Armenio libanés repatriado: “La Diáspora armenia no debería esperar demasiada ayuda del gobierno”

22 de diciembre de 2018

RepatriadosEreván (Hetq.am).- El armenio libanés Alexander Khurin se mudó a Armenia luego de la “Revolución de Terciopelo”. Su abuelo, cuyo apellido era Der Sahagian, llegó a Siria escapando del Genocidio de 1915. Después de luchar en la Segunda Guerra Mundial, se mudó al Líbano, donde falleció a los 99 años.

Siguiendo su sueño de la infancia

Alex, su hermano Baruir, su esposa y su hijo de dos años ahora viven en un departamento en Ereván por el cual pagan 100.000 dram de alquiler mensuales, unos doscientos dólares. Él es maestro tallador de diamante y su hermano joyero.

“Hay una tradición en las familias armenias de la Diáspora: si son dos hermanos uno debe ser joyero y el otro maestro, así pueden trabajar juntos”, expresa Alex, quien afirma que ya había intentado abandonar Beirut para llegar a Ereván, pero que la situación familiar no se lo permitía.

“Mi padre murió en el Líbano a los 39 años, yo solo tenía 14 en ese entonces. Comencé a trabajar con mi hermano, porque no queríamos que nuestra madre lo haga. En 2005, cuando cumplí 18, presté servicio en el ejército libanés. Una vez que recibí el alta, les dije a mis amigos que me iba a Armenia, pero me informaron que el aeropuerto estaba cerrado por conflictos con Israel. Una vez que pude viajar, pasé tres semanas en Ereván. No quería volver, pero mi madre me decía que no era el momento adecuado. Cada vez que viajaba quería quedarme a vivir, pero nunca funcionó” comenta.

Sin embargo, la conexión con la patria era cada vez más fuerte. Conoció a su esposa Hasmik a través de Facebook durante las protestas de 2015 contra las tarifas de electricidad en Ereván. Ella era de Idjeván, se comprometieron en un mes y se casaron poco tiempo después. La ceremonia de boda y el bautismo de su hijo Isaac se llevó a cabo en el monasterio Haghartzin.

Inspirado por la revolución, pero decepcionado por la falta de apoyo a los repatriados

repatriados-1Luego de la Revolución de Terciopelo la familia tomó la decisión de repatriarse, aunque poseían un restaurante armenio en Beirut. “Muchas familias de la Diáspora creen que cuando vengan a Armenia todas las puertas estarán abiertas para ellos. Pero esto no es así. Imaginé que sería difícil, pero no tanto. Hemos sufrido mucho desde que nos mudamos. No es que nos hayamos muerto de hambre, pero fue porque nuestros familiares nos ayudaron a encontrar trabajo”.

Alex está decepcionado con el apoyo que reciben aquellos que quieren regresar al país y por las pocas facilidades que hay para la integración. Según afirma, ha estado tratando de entablar contacto con el Ministerio de la Diáspora desde 2005, pero nunca tuvo suerte. Recientemente, desde esta cartera lo invitaron para una reunión. Al principio, estaba contento con la oportunidad de hablar con los funcionarios, pero finalmente todo fue en vano.

Cuenta que el ministerio les proporcionó algunos contactos comerciales, pero el problema era que estos solo trataban con empresas prósperas y ya establecidas. Más tarde le rechazaron su solicitud para obtener tierras de forma gratuita para construir.

Alex confiesa que solo los familiares están felices cuando uno se repatria. El ministerio de la Diáspora sigue siendo tan inaccesible como en 2010. “Esto significa que en realidad no hubo una revolución”.

Además explica que cuando el premier o desde el ministerio piden por el regreso de los armenios de la Diáspora, miles de ellos, que no tienen empleo o viven una vida modesta, quieren mudarse. Sin embargo, advierte que si llegan a la Madre Patria enfrentarán numerosas dificultades.

“Mi mensaje a ellos es que no se emocionen demasiado por regresar, no deberían confiar en todas estas personas”, agrega. En los últimos cuatro meses, Alex ha ofrecido sus servicios profesionales a muchas empresas, pero todavía no obtuvo respuesta. Tomó un préstamo para comprar un auto y por ahora se gana la vida llevando turistas por Armenia, Artsaj y Georgia. Su compañía se llama Voske Dziran Tour.

Además, la pareja organiza bodas, principalmente para extranjeros. Ante la pregunta de si considera que vale la pena la repatriación afirma: “Está justificada por mi hijo. No descarto la posibilidad de irme de vuelta por trabajo, pero no llevaré al niño conmigo. Yo sé la última parada de él es su tierra natal. Hace quince años soñaba con venir y establecerme en mi país. Tal vez si me hubiera quedado en 2005 hubiera sido más fácil”.

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