Atracción fatal

19 de noviembre de 2019

Trágico duo político de consecuencias nefastas para los pueblos de Asia Menor, del Cercano Oriente y el Mediterráneo oriental. Esa es la definición que nos atreveríamos a formular ante el panorama de la reciente visita del presidente turco a su par estadounidense.

Alfombras rojas y un mar de elogios del anfitrión hacia el visitante fueron el pomposo marco de un encuentro que parecía estar al borde de cancelarse días antes. La Cámara Baja del Congreso de los EE.UU. acababa de votar el histórico reconocimiento del Genocidio Armenio y muy a su pesar, el presidente Erdogan debía tragarse esa espina y llevar en su vasta agenda, el intento de bloqueo de los reclamos armenios.

Durante meses, analistas políticos trataron de deshilvanar el ovillo de las relaciones entre Trump y Erdogan. Todo indicaba que el presidente estadounidense intentaba mantener al “aliado” en el ámbito de la coalición occidental y de allí –explicaban- su actitud reacia y contraria a cualquier tipo de sanción hacia el régimen turco, lo que sólo lograría empujarlo hacia el regazo del “enemigo” ruso. Pero he aquí que Erdogan –por múltiples motivos- ya se encuentra en ese regazo, con el evidente margen de maniobra que le permite el presidente Putin. Entonces, ¿cómo explicar esa constante atracción de Trump hacia el líder turco del cual se ha declarado hasta “admirador”? Atracción que le ha llevado incluso a desconocer la legislación vigente en su país, en virtud de la cual debería haber impuesto sanciones a Ankara por la adquisición de los sistemas rusos de defensa S-400.

La respuesta a ese interrogante llegó en los últimos días de la mano de la prensa de los EE.UU. y sobre todo de boca de John Bolton, ex asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca. Lo que parecía un misterio en la capital estadounidense finalmente se ha develado. Se trata –según lo informado- de la anteposición de intereses económicos personales por sobre los nacionales: Trump, su hija y su yerno Jared Kushner –asesor y mano derecha del presidente- mantendrían relaciones empresariales y de negocios con el régimen turco y en especial con Berat Albayrak, yerno de Erdogán y ministro de Finanzas.

Esta “diplomacia de los yernos” ha sido la clave del acercamiento entre ambos presidentes y según el prestigioso New York Times, ha funcionado como “canal extraoficial” entre ellos en momentos críticos. En síntesis, una relación de “familia a familia” para evitar al “estado profundo” no ya de la administración turca donde toda decisión pasa por Erdogan, sino de Washington, donde rige un clima adverso sin precedentes hacia el régimen turco.

Así pues, del encuentro del pasado 13 de noviembre, la Casa Blanca no parece haber obtenido lo buscado: presionar a Erdogan para que cambie su postura en cuanto a los S-400. “Es una cuestión de soberanía”, dijo el mandatario turco al regresar a su país. Pero él sí obtuvo algo a su favor: apenas finalizado el encuentro, Lindsey Graham, uno de los pocos senadores republicanos que había participado del mismo a instancias de Trump, corrió al Senado a bloquear la propuesta del senador Menéndez de dar curso al proyecto de ley de reconocimiento del Genocidio Armenio. Graham -un legislador “pirueta” poco confiable- justificó su postura con una frase del presidente turco: los políticos no deben ocuparse de temas del pasado…

Más allá de la actual coyuntura, el presidente turco tiene su mirada puesta en el 2023. Hacia esa fecha apuntan todas y cada una de sus decisiones. Su intención es erigirse en segundo “fundador de la patria” –después de Mustafá Kemal- en el centenario de la República. De ahí sus declaraciones de que hasta esa fecha “Turquía, o ganará o perderá territorio” y su intencionada crítica al Tratado de Lausana. Y con cada paso que da en Siria, en Irak, en Chipre, en Libia o en el Egeo, no hace más que corroborar su política agresiva y expansionista que llega, a no dudarlo ni olvidarlo, hasta Artsaj y Najicheván.

Con el aval del presidente Trump y manipulado por el presidente Putin, Erdogan sigue adelante con su deliberada política de agitar las aguas en la región. Una amenaza a la paz internacional que ambos “patrocinadores” deberían tomar muy en serio. A ochenta años de haberse iniciado la Segunda Guerra Mundial, la tolerancia de las potencias en la preguerra con el régimen nazi es una lección que sigue más vigente que nunca.

Dr. Ricardo Yerganian
Exdirector del Diario ARMENIA
ryerganian@diarioarmenia.org.ar

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