La identidad y la creación de un alfabeto propio

Aypupén, una política de Estado que cambió la historia

03 de diciembre de 2019

La decisión del rey Vramshapúh, el talento de Mesrób Mashtóts y el apoyo del Katolikós Sahag Bartév, fueron la fórmula que en el siglo V logró un hecho trascendental para la supervivencia del pueblo armenio.

¿Cuántas veces compañeros de trabajo o de estudios nos han preguntado a qué otra lengua se parece el idioma armenio? ¿En cuántas ocasiones hemos visto sorprenderse a quienes no son armenios ante la supuesta rareza de las letras? El asombro sería mayúsculo si supieran que, además, a diferencia de otros alfabetos, el armenio fue deliberadamente inventado o más bien re-inventado y que respondió a una firme decisión de la máxima autoridad política, que en los siglos IV y V era nada menos que el rey.

Pero aquí no acaban las singularidades del “aypupén” o abecedario armenio. El sistema de escritura que debemos al monje Mesrób Mashtóts y creado en 405 -algunas versiones lo sitúan en 406- es uno de los 12 alfabetos que existen a nivel global y continúan siendo utilizados hasta la actualidad.

Una definición más o menos convencional señala que un alfabeto es un sistema ordenado de signos gráficos, que se emplea en la escritura de algunas lenguas, basado en la correspondencia más o menos aproximada entre estos signos y los fonemas (sonidos) que representan.

Un informe publicado en la revista Ethnologue en febrero pasado asegura que según la UNESCO hay 7.097 idiomas distintos en el mundo, de los cuales unos 2500 están en peligro de extinción. Sólo desde la década de 1950 perecieron 230 lenguas, según el organismo cultural de la ONU.

Entre las lenguas amenazadas figura el armenio occidental (el que se habla en Medio Oriente y gran parte de la diáspora), un hecho que dio lugar al proyecto Zarmanazán para mejorar su enseñanza y evitar que desaparezca, implementado por la Fundación Calouste Gulbenkian, con sede en Lisboa (Portugal).

Pero volvamos al aypupén. El alfabeto armenio es uno de los doce sistemas de escritura vigentes en el mundo, muchos de los cuales se utilizan para escribir distintos idiomas. Éste no es el caso del aypupén. La lista la integran el alfabeto latino, empleado por innumerables idiomas, los alfabetos y silabarios hindúes (9), los alfabetos tibetano, armenio, árabe, cirílico, coreano, georgiano, griego, hebreo, lao y los alfabetos rúnicos, a los que hay que sumar el alfabeto glagolítico, antecesor del cirílico.

Dijimos entonces que el abecedario armenio -38 letras, dos dígrafos o ligaduras (եւ, ու)- es uno de los exclusivos doce que existen a nivel global, que fue inventado o re-inventado por una decisión política y un tercer elemento que lo hace único y objeto de orgullo, es que a lo largo de centurias el arte medieval de las miniaturas se orientó al alfabeto, creando piezas coloridas y, por cierto, muy originales.

Poder y decisión

Pero todo esto sencillamente no hubiera sido posible sin una necesidad histórica y hombres que con su visión de liderazgo, dinamizaran el proceso. Hacia fines del siglo IV Armenia y por cierto su cultura y su religión se encontraban, en algún punto, amenazadas por otros pueblos. Entre ellos sobresalían los persas, sin dudas, la potencia hegemónica de la región.

El rey armenio Vramshapúh, buscó la manera de fortalecer la identidad nacional como factor diferenciador frente a culturas extranjeras y vislumbró que sin un alfabeto que permitiera la enseñanza del idioma y de la religión, eso sería virtualmente imposible.

Como dato hay que recordar que los oficios religiosos -Armenia ya había adoptado el Cristianismo como religión de Estado hacía un siglo- se daban en griego y siríaco (sirio), pero estas lenguas no eran accesibles a la gente común, por lo tanto, era poco lo que entendían de la ceremonia. Frente a la expansión y la influencia del Zoroastrismo en la zona, el monarca se planteó la necesidad de traducir la Santa Biblia y la liturgia cristiana.

Por entonces había llegado a oídos del rey la existencia de unas cartas escritas en un antiguo alfabeto armenio, en poder de un obispo sirio de nombre Daniel. Vramshapúh encomendó a Mashtóts, que además de religioso era lingüista y manejaba bien el griego y el siríaco, tomar contacto con esas cartas para poner nuevamente en circulación el alfabeto y difundirlo entre la población.

La versión de aquellos días llega a la actualidad a través de la biografía de Mashtóts escrita por su discípulo Koryun, en un texto que lleva por título “Vark Mashtotsí” (La vida de Mashtóts). Para los desprevenidos, Koryun es el chico representado junto al inventor del alfabeto armenio en la estatua emplazada en el pórtico del Madenatarán de Ereván.

El monarca “envió a un hombre llamado Vahrij con mensajes para un cura llamado Habel, que era un íntimo del obispo Daniel”, señala Koryun. Y agrega: “Al recibir las cartas de Habel, el rey se regocijó junto a Sahag (Bartév) y Mashtóts”.

Reperfilando el plan

Pero allí ocurrieron dos hechos que modificaron los planes. En primer lugar, las cartas resultaban insuficientes para dar cuenta de toda la riqueza del lenguaje oral, en especial por la ausencia de algunos juegos silábicos. Mashtóts debió hacer un arduo trabajo de reconstrucción y re-invención para lograr un sistema adecuado.

La leyenda cuenta que luego de intentarlo durante mucho tiempo, sin resultados, un día tuvo una visión y las letras aparecieron frente a sí por obra divina. Lo cierto es que allí emergió el talento del lingüista para poner en valor un alfabeto inventado en el pasado pero en esas circunstancias, no podía aplicarse.

El segundo obstáculo fue que la gente no conocía el idioma escrito, por lo que se necesitó un proceso de enseñanza para poder usarlo, más allá de las traducciones de los textos sagrados. Se decidió empezar a trabajar con los niños, para lo que se abrieron escuelas en diversas ciudades de Armenia.

La primera frase escrita en armenio fue ՙՙՃանաչել զիմաստություն և զխրատ, իմանալ , զբանս հանճարոյ (Conocer la sabiduría y la instrucción, percibir las palabras de comprensión).

El esfuerzo dio sus frutos. El idioma armenio escrito llegó hasta el siglo XXI. Pero las nuevas generaciones y cada armenio, independientemente de su lugar de residencia, son responsables del legado de Mesrób Mashtóts. La fórmula es simple: hablar en armenio todo lo posible, leer en armenio diariamente, en papel, en la notebook o el celular, y fundamentalmente trabajar con los niños. Como hizo Mashtóts hace nada menos que 1600 años. Como se ve, nada nuevo bajo el sol.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

Una temporada en el monasterio de Amarás

Una de las misiones encomendadas a Mesrób Mashtósts tras la invención del alfabeto fue difundir el Evangelio hacia el este, entre los pueblos y tribus no cristianos de la zona. En este trayecto debía también enseñar el uso del nuevo alfabeto.

El monasterio de Amaras, localizado en la provincia de Martuní, en Artsaj, albergó la primera escuela que fundó el inventor del alfabeto armenio. En su “Historia de la provincia de Aghvank” el historiador Movsés Kaghankatvatsí cuenta que tras una peregrinación a Jerusalén, San Mesrób se embarcó en un viaje al este a las regiones de Artsaj y Utik para evangelizar, con base en Amaras.

El convento es uno de los más antiguos del mundo, data de los años 330 y tiene además una historia singular. Fue un sitio al que llegó a difundir el Cristianismo el propio San Gregorio El Iluminador, y en Amarás está enterrado su nieto, San Grigorís, que difundió la palabra de Dios en el Cáucaso norte, en lo que hoy es Daguestán, siendo martirizado en el año 384.

Construido sobre una planicie, el monasterio de Amarás participó de la expedición de Vartán Mamikonian hacia Persia en la epopeya de Vartanank, y sufrió a lo largo de los siglos saqueos, destrucción e incendios. Pero una y otra vez fue reconstruido. Hoy es recordado como el sitio donde Mesrób Mashtóts abrió la primera escuela para la enseñanza del idioma armenio, tras su invención en 405.

Forma singular de arte

A la primera forma de escritura que adoptó el alfabeto armenio a partir del siglo V, se la llamó iergatakír (escritura de hierro), una versión por cierto con rasgos bastante duros. Más adelante, en el siglo X se conoció el polorkír con bordes algo más redondeados y seis siglos después vio la luz una suerte de cursiva, que llevó el nombre de notrkír (escritura notaria).

En la Baja Edad Media surgieron también las formas ornamentales. A lo largo de los años, la lengua escrita adoptó el diseño de pájaros (trchnakír), personas (martakír) y hasta peces (tsëgakír).

Las más usuales son los trchnakír, utilizados en general en libros de temática religiosa, como capitulares al inicio de los textos y para ilustrar. Se trata de una manifestación del arte armenio volcado a los llamados “manuscritos iluminados”, una técnica caligráfica que comenzó a utilizarse a partir del siglo X.

Miles de manuscritos de este tipo se han perdido irremediablemente, producto del tiempo pero más que eso de las persecuciones y las guerras. Pero otros miles sobreviven en el Museo e Instituto de Manuscritos Antiguos Mesrób Mashtóts de Ereván, más conocido como Madenatarán, y otras instituciones e iglesias. Dan vida al preciado legado de Armenia a la humanidad, en este caso a través del arte medieval.

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