A 99 años de la sovietización de Armenia

Cosecha roja: el fin de una experiencia democrática inédita

26 de noviembre de 2019
Estatua a Lenin en la plaza homónima. Hoy Plaza de la República.

El 29 de noviembre de 1920 tropas soviéticas cruzaron la frontera de Armenia y tres días después, el primer ministro Simón Vratzian selló un acuerdo con las fuerzas bolcheviques para entregar el gobierno. Fue el primer paso de siete décadas de administración digitada desde Moscú.

En poco más de cien días, entre el 10 de agosto y el 2 diciembre de 1920, la República de Armenia y los armenios en general pasaron de una sensación de éxtasis y de casi alcanzar el cielo con las manos, a la más absoluta frustración y desilusión.

Esto al menos para una parte mayoritaria de la población, porque algunos sectores radicalizados de la sociedad apoyaron y hasta fogonearon la caída del gobierno independiente, en nombre de ideales humanistas e internacionalistas de orden supuestamente superior a la propia independencia y autodeterminación del pueblo.

En los más de 4500 años de historia armenia, la entrada de las tropas bolcheviques a Ereván y la sovietización de Armenia, sin dudas, marcan un punto de inflexión. Fue la culminación de un proceso político que se venía gestando en los últimos años y en la que Armenia y su gobierno jugaron el juego que pudieron en medio de circunstancias extraordinarias muy complejas.

Derribado. El monumento a Lenin en Armenia.

Al margen de los errores que pudieran haberse cometido en la gestión de gobierno, lo cierto es que hacia fines de la segunda década del siglo XX, la convulsionada región del Cáucaso sur no ofrecía las mejores condiciones para el desarrollo de un gobierno autónomo y democrático, que además debió afrontar conflictos étnicos y religiosos seculares.

Cuando en abril de 1920 las tropas bolcheviques se hicieron fuertes en Bakú, dando paso a la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, a la novel República de Armenia se le complicó aún más el frente oriental. No es que estuviera precisamente tranquilo. De hecho, hacía ya varios años que el general Antranig Ozanian y el comandante Karekín Nshtéh, entre otros, luchaban a brazo partido contra los azeríes por el control de Artsaj y Zankezur.

El frente occidental no estaba mucho más despejado. Las tropas kemalistas, que estaban emergiendo como el nuevo poder político y militar en territorio turco tras la guerra civil que sucedió al hundimiento del Imperio Otomano, acechaban a la pequeña República de Armenia y estrechaban lazos con Lenin y los bolcheviques rusos.

El objetivo de Mustafá Kemal “Ataturk” y su legión de nacionalistas era “limpiar la patria de los turcos” de todo elemento “no turco”. Pero la frontera era realmente porosa, de modo que el límite pare detener el avance llegaba hasta donde se lo permitieran las fuerzas opositoras. Así, a mediados de 1920 el general Kazim Karabekir, al mando de 50.000 hombres se puso como objetivo atacar Ereván y barrer todo vestigio de Armenia independiente.

La guerra Guerra Turco-Armenia comenzó en septiembre de ese año, con el resultado previsible. En noviembre de 1920 Armenia fue derrotada y debió aceptar los duros términos propuestos por los turcos a través del Tratado de Alexandropol (antiguo nombre de Gyumrí).

La principal consecuencia de ese tratado firmado el 3 de diciembre de 1920 fue dejar de lado los términos establecidos en el Tratado de Sèvres (sólo cuatro meses antes), con el fin de evitar una nueva avanzada y la masacre de la población armenia, esta vez en Ereván y Echmiadzín.

Como el tratado de Alexandropol se firmó recién el 3 de diciembre, ante el desconocimiento de la situación en Ereván por parte de los turcos, legalmente los representantes armenios ya no tenían mandato para suscribir el acta. Así, el tratado carece de valor legal por cuanto los firmantes, por apenas unas horas, ya no representaban a su gobierno.

Fuerzas desestabilizadoras

Este momento es particularmente relevante para Armenia por cuanto al enfrentamiento bélico con turcos y azeríes, se sumaban la grave crisis económica, la falta de trabajo y un esfuerzo bélico que succionaba todos los recursos disponibles.

Además, producto de la triunfante revolución bolchevique en Rusia en 1917 y en Azerbaiyán en abril de 1920, numerosos grupos de activistas comunistas armenios agitaban a la población para derrocar al gobierno constitucional de la FRA - Tashnagtsutiún.

En “la Cuestión Armenia y las relaciones internacionales” (Tomo 6), Pascual Ohanian sostiene que para el año 1920 había cerca de 40 células bolcheviques activas sólo en el sureste de Armenia, con foco en las ciudades de Gorís, Ghapan y Sisian, contando en conjunto unos 850 militantes.

Desde fines del año anterior estos grupos llevaban a cabo acciones de difusión, trabajaban en imprentas clandestinas produciendo material político y folletería, y organizaban reuniones de reclutamiento en las zonas rurales e incluso también en Ereván.

Entre sus líderes se encontraban Avís Nuridjanian, Aghassi Jandjian, Ghugás Ghugassian, Askanaz Mravian, Sarkis Djanoian, Tanush Shahverdian, Martín Sahaguian y Ardashés Melconian. Varios de ellos habían sido perseguidos en Georgia y Azerbaiyán por acciones revolucionarias y el gobierno tashnagtsagán en un primer momento los había protegido, e incluso les había dado empleo en la administración pública. Pese a ello, las acciones políticas contra el gobierno no tardaron en aflorar.

Ohanian rescata las palabras de Sarkís Der Kasparian, más conocido como Gasian y uno de los más destacados comunistas armenios junto con Jandjian. El dirigente comunista afirmó que “la activa y compacta labor bolchevique en el territorio de Armenia comenzó, verdaderamente, en el verano de 1919”.

Gasian admitió que por entonces el Comité Regional del partido en Armenia estaba aislado, mucho más después de la llegada de los ingleses, cuando “los tashnagtsagán se envalentaron más y concentraron todo el poder en sus manos”.

Frente a esta situación, Gasian no anduvo con vueltas y propuso taxativamente cuatro líneas de acción: 1) Lucha decisiva contra la Entente (Reino Unido, Francia y el Imperio Ruso zarista o lo que quedaba de él); 2) lucha contra las fuerzas internas contra las cuales la Entente se impone: el gobierno tashnagtsagán y los agentes de la burguesía extranjera; 3) desacreditación sin miramientos de la Rusia zarista y burguesa; 4) lucha revolucionaria del proletariado comunista internacional y establecimiento de la república soviética en Armenia.

La actividad de los bolcheviques se profundizaba cada vez más. Un Comité Revolucionario encabezaba la acción política y presionaba por la caída del gobierno, mientras en el noroeste, a sólo 120 km de Ereván, las fuerzas de Karabekir habían tomado Alexandropol y forzado la rendición de las tropas armenias.

Mientras el general turco instaba al negociador armenio, Alexander Jadisian, a firmar el acuerdo de rendición, y éste pedía “instrucciones urgentes” a Ereván, el 2 de diciembre el primer ministro Simón Vratzian no tuvo más opción que acordar la entrega del poder a los soviéticos “para evitar más derramamiento de sangre”, mientras se esperaba la llegada del presidente del Comité Revolucionario Armenia, Sarkís der Kasparian (Gasian).

El 29 de noviembre dicho Comité Revolucionario había proclamado en forma unilateral el orden soviético en Armenia. Comenzaba un período caracterizado por implacables persecuciones, bajo la impronta de Gasian, que en parte gatilló la revolución de febrero de 1921, apenas un par de meses después.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

Shahumyan, el Lenin del Cáucaso

Stepan Shahumyan fue una pieza clave en la convulsionada región del Cáucaso hacia principios del siglo XX. Coetáneo y de relación estrecha con Lenín, uno de los padres de la revolución bolchevique, Shahumyan tuvo una relativamente corta intervención política pero que quedó en la historia como la experiencia de la Comuna de Bakú. Por ello, es recordado como el Lenín del Cáucaso e incluso Stepanakert, la capital de Artsaj, fue rebautizada en su honor.

Medio siglo después del alzamiento de la Comuna de París (1871), que Karl Marx describió como el primer ejemplo concreto en que el Estado es tomado por el proletariado, la Comuna de Bakú vivió en 1918, y en gran medida a instancias de Shahumyan, una experiencia política de corte comunista.
En un entorno predominantemente musulmán y una comunidad armenia fuerte, la ciudad de Bakú, capital de la reciente República de Azerbaiyán, independizada en mayo de 1918, era un botín que se disputaban las potencias occidentales, además de los rusos y los turcos, que perseguían el consabido plan panturquista. Las enormes reservas de petróleo eran el principal atractivo.

La acción política de Shahumyan a favor de las clases bajas, lo ubicó del lado de los musulmanes, mayormente trabajadores de fábricas y campesinos, enfrentándose a europeos y armenios, identificados como propietarios y empresarios, y también al tashnagtsutiún, para Shahumyan un partido burgués.

Con el tiempo el alineamiento de fuerzas cambió, cuando los musulmanes se organizaron en contra de las acciones de los comunistas. Así, el tashnagtsutiún terminó apoyando a Shahumyan en algunas propuestas, para frenar el peligro turco-azerí en la ciudad contra los armenios.

Las fuerzas otomanas, apoyadas por los ingleses, forzaron una votación que llevó a la renuncia del gobierno comunal en julio de 1918. En total fueron 97 días de gobierno, entre cuyas medidas se recuerda la nacionalización del petróleo. Allí, en parte, se explica su final. Los 26 comisarios lograron escapar pero fueron apresados y el 20 de septiembre fueron fusilados. Además de Shahumyan había otros cuatro armenios en el grupo.

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