Cumbre de Mentes en Dilijan

19 de junio de 2019

La Cumbre de Mentes (Summit of Minds) se realizó por primera vez en Dilijan, Armenia, un evento que reunió a unas 200 figuras del campo de la ciencia, la política, la educación y el ámbito empresarial, entre el 7 y el 9 de junio.

El presidente de Armenia, promotor y orador principal del evento, Armen Sarkissian, agradeció al fundador de la Cumbre, Thierry Malleret, por elegir a Armenia como el país anfitrión del evento que tradicionalmente se realiza en la ciudad francesa de Chamonix. También dio un discurso el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan. Mario Nalpatian, vicepresidente de la Internacional Socialista, quien fue invitado al evento por el presidente Sarkissian, expuso acerca de la importancia de la diversidad en la construcción de un Estado.

A continuación, el texto completo presentado por Nalpatian en el evento.

El valor de la diversidad

Mi aporte a este enriquecedor debate intentará ofrecer una mirada sobre un tema que despierta apasionados debates, discusiones y en otros casos enfrentamientos entre sus protagonistas.

Reflexionaré sobre en qué medida la aparición de grupos que se reconocen con una identidad diferente ya sea étnica, de género, cultural, religiosa o sexual entre otras, pueden encontrar su lugar en la sociedad a la que pertenecen. Qué posición asumen los gobiernos ante estos nuevos fenómenos, si resisten la tentación de querer manipularlos a favor o en contra en función de sus interés. En qué medida y de qué forma la presencia de estos colectivos es aceptada y qué ocurre con sus derechos. Por último abordaré el fenómeno de la diversidad en Armenia.

Uno de los grandes desafíos que en la actualidad enfrentan las sociedades modernas es lograr la armonía y la convivencia de lo diferente, donde confrontan modelos o estereotipos heredados con nuevas formas de vida y acción, que producen cambios culturales y cuestionan paradigmas.

Estos nuevos fenómenos se producen en un mundo que está en cambio permanente donde el concepto Estado-Nación que desde hace siglos rige las relaciones entre Estados es cuestionado. Las fronteras se han vuelto difusas por la globalización y los flujos migratorios forzando a nuevas formas de convivencia e integración de culturas y hábitos. De este modo, aparecen con fuerza fenómenos como el multiculturalismo y la diversidad.

Inexorablemente, estos cambios encuentran resistencias y generan reacciones que se expresan de distintas formas como ser discriminación, intolerancia, segregación de individuos o grupos. Estas acciones en algunos casos, son promovidas por los gobiernos como ocurre en algunos países europeos.

La universalidad y respeto de los derechos humanos en general ha abierto un amplio campo de acción para nuevas formas de relacionamiento entre individuos y entre la sociedad civil y gobiernos en cualquiera de sus niveles.

Debemos entender que la igualdad, la diversidad y los derechos se han incorporado a nuestras vidas. Para ello debemos aceptar que cada individuo es único y reconocer y respetar las diferencias en cada una de sus dimensiones.

La diversidad se manifiesta en diferentes ámbitos: laboral, cultural, educativo y aun en el familiar. La diversidad promueve la aceptación y el respeto a pesar de las diferencias, ampliando nuestros márgenes de tolerancia y convivencia.

Por todo esto se deben promover políticas públicas donde justicia e igualdad aparezcan como valores superiores. Justicia significa el fin de la discriminación en contra de individuos, y entendiendo por igualdad que todo ser humano tiene el mismo valor como precondición para desarrollar su propia personalidad.

Es inevitable para nosotros, reunidos en Dilijan, no tener una mirada y hablar sobre uno de los grandes desafíos que enfrenta en la actualidad la democracia en Armenia en su tránsito hacia una sociedad más justa, más inclusiva y más solidaria con igualdad de derechos y oportunidades para todos.

Ineludiblemente, esta mirada debe incluir la diversidad. Es un tema controversial que en los últimos tiempos generó disputas y abrió un debate que está muy lejos de estar resuelto.

Identificándome con los conceptos sobre diversidad anteriormente mencionados, creo necesario detenerme en una serie de consideraciones que nos permitirán ubicarnos en tiempo y espacio en Armenia.

La historia de Armenia y los armenios en el último siglo nos permite ver que hoy coexisten dos partes que forman una única entidad étnica y cultural indivisible, llamadas República de Armenia y diáspora. Cada una de ellas, con sus características, evolucionan a diferentes velocidades y aspiran a preservar un atributo común a ambas que es la identidad armenia, cuyas particularidades se deben asumir y respetar.

Una de las características más sobresalientes de Armenia en el siglo pasado era la homogeneidad y lo compacto de su población en un contexto político que alentaba o imponía la dispersión y mezcla de nacionalidades. Esta particularidad no fue casual, fue alentada y sostenida por las autoridades, y por su parte el pueblo armenio la asumió en su conjunto como una forma efectiva de defensa propia. Un valor agregado al que sin duda no se debería renunciar.

Hoy a casi treinta años de haber declarado su independencia, la democracia armenia enfrenta uno de los desafíos más relevantes de su joven historia: la ampliación de derechos y la vigencia plena de los derechos humanos.

La ampliación deberá ser integral, con mecanismos de seguimiento que incorporen la participación de la sociedad civil. No debe demorarse más el reconocimiento de los derechos de la mujer y su empoderamiento para posicionarse en igualdad de condiciones en los ámbitos sociales, políticos y económicos.

En este sentido, la diversidad ocupa un lugar destacado en particular para aquellos sectores de la sociedad que se sienten discriminados por su condición u orientación sexual, y que confrontan en todos los que ven un comportamiento atávico a sus aspiraciones.

El pueblo armenio a lo largo de su historia tuvo que convivir en un entorno adverso, hostil y muchas veces disolvente lo que derivó en su búsqueda de homogeneidad. Algunos de esos factores subsisten en la actualidad, cuando vemos que uno de sus vecinos alienta desde lo más alto del estado la armenofobia u otro se niega a revisar su pasado y persiste en el negacionismo, bloqueando fronteras. Inevitablemente emerge el instinto de defensa propia.

Justamente aquí está uno de los desafíos al que se enfrenta la sociedad armenia: hacer ejercicio pleno de la tolerancia y el respeto por el otro, del diferente, evitar etiquetar al que piensa o actúa diferente.

Este progreso cívico-social requerirá del esfuerzo de todos. En primer lugar, las autoridades a través de políticas públicas y del diálogo con todos los sectores de la sociedad tienen la responsabilidad indelegable de contribuir a educar para una mayor comprensión de los cambios culturales que afronta Armenia en el siglo XXI.

En segundo lugar, la sociedad civil a través de sus organizaciones políticas, civiles, culturales y religiosas deberá aportar al debate sin limitarse a copiar modelos de otras culturas o pueblos.

En tercer lugar, la diáspora también con sus particularidades podrá contribuir al progreso. Debería comprender la realidad nacional para no intentar trasladar de manera inequívoca modelos propios de las sociedad en las que está inmersa.

El mayor valor de la diversidad, radica en incorporar la tolerancia y el respeto del otro en nuestra vida cotidiana, naturalizando su existencia. Lejos estaremos de defender nuestro derecho a la diversidad, si descalificamos y estigmatizamos al otro.

Tolerancia y respeto de derechos, son factores sustanciales para lograr estabilidad y desarrollo armónico en cualquier sociedad. Sin ellos la paz estará siempre en peligro.

Dar lugar al derecho a la diversidad implica necesariamente introducir un cambio cultural para el cual la sociedad armenia deberá preparase tarde o temprano.

Mario Nalpatian
Vicepresidente de la Internacional Socialista
Dilijan, 08/06/2019

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