Desigualdad de oportunidades: la educación en el sistema penitenciario armenio

01 de diciembre de 2018

educación-penitenciariaEreván (Misha Tadevosyan para EVNReport).- Hay dos sillas siempre en la misma posición, esto nunca cambia. Una es más alta, suave, no perfectamente lisa, pero siempre elegante. La segunda es más ordinaria, vieja y gastada, con restos de madera negra que se despega. Es una silla que sin dudas ha escuchado historias, que ha sido testigo de la desesperación y la indiferencia de tantas personas.

Trabajo con grupos vulnerables y en riesgo, incluidos aquellos que se encuentran privados de su libertad. Por eso “vivo” con historias no escritas. Cervantes, Wilde, Brodsky, Parajanov y Charentz; al igual que muchos aprendí de ellos en la escuela. Todos ellos estuvieron presos en algún momento, pero continuaron creando y fueron aceptados por la sociedad.

En el contexto del actual discurso con respecto a la educación muchas veces presencio los esfuerzos de políticos y representantes de ONG, que tienen el objetivo de fomentar la disponibilidad y la accesibilidad a la educación. Los oigo habitualmente hablar de la importancia de la educación en las cárceles. Es que todo ser humano tiene el derecho inalienable a la educación, que independientemente de las circunstancias no debe restringirse de ninguna manera.

Al mismo tiempo la educación para los presos se excluye continuamente del alcance de las políticas en el tema. No se ha implementado ningún procedimiento sobre la organización de la misma en los centros penitenciarios. Tampoco se desarrollaron mecanismos y sistemas de mapeos, no se han planificado las vías para el desarrollo, ni se ha llevado a cabo una evaluación de los riesgos y oportunidades. En síntesis, no existe un enfoque institucional.

Mientras tanto, la protección de los derechos de los prisioneros pone una particular importancia en la educación. Para los detenidos, esta última, no es solo una fuente de conocimientos tradicionales o la adquisición de habilidades, sino que tiene también una función social y de rehabilitación: fomenta la reducción y prevención de delitos repetitivos, contribuye a la resocialización y establece una conexión estable con el mundo exterior.

El derecho a la educación de todos, independientemente de su lugar de residencia, edad o estatus social, está garantizado en una serie de documentos internacionales fundamentales y ratificados por la República de Armenia, como la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño o la Convención Europea sobre Derechos Humanos.

Apuntando hacia este derecho para los reclusos juveniles, las Reglas Mínimas de la Naciones Unidas para la Administración de la Justicia en Menores -a menudo denominadas Reglas de Beijing- enfatizan la importancia de la participación de las estructuras sociales (familia, escuela, comunidad, etc.) y la organización de la educación y el trabajo en el proceso de reintegración de delincuentes jóvenes, así también como la prevención de delitos futuros.

¿Qué tenemos en realidad?

educación 1Como resultado de la indiferencia sistemática en cuanto a políticas y enfoques, así como por la falta de un sistema integral de apoyo dentro de las diferentes estructuras sociales, la sociedad armenia está creando “historias no escritas”.

“Te traeré otra silla”. He escuchado estas palabras muchas veces al ser testigo del trato discriminatorio que enfrentan los reclusos menores de edad en los centros penitenciarios. Muchas veces he tratado de entender las actitudes que hacen que a personas iguales nos vean como diferentes. A mí como invitado, me ofrecen un cierto asiento, mientras que a ellos otro.

He pensado mucho en las historias de cada uno de estos jóvenes, en lo coloridas y llenas de risas, que pudieron haber sido estas, si en el momento adecuado, se les hubiera dado la opción de una silla diferente.

Esta política hacia los presos ha llevado a una realidad en la que los que cumplieron su condena se enfrentan a los estereotipos sociales y a otras restricciones que les impiden reinsertarse. La mayoría está privada de educación durante su encarcelamiento y tiene dificultades para leer y escribir, por lo que terminan desarrollando una actitud negativa hacia la educación una vez que son liberados.

Por otro lado el mundo exterior muestra una insensibilidad sistemática. Por ejemplo, los empleadores a menudo evitan “dolores de cabeza innecesarios” y evitan contratar este tipo de personas, privándolas así de una segunda oportunidad para reconstruirse y cambiar sus vidas.

¿Qué hay que hacer en este caso?

Mientras escribo estas líneas aparece frente a mí la imagen colectiva de todos los jóvenes que han estado presos en alguna etapa de sus vidas.

Teniendo en cuenta el principio de accesibilidad y disponibilidad -guiado por el derecho a la educación-, y con miras a apoyar la reintegración social, hoy es necesario adoptar un enfoque sistemático e institucional. Esto debería garantizar al menos la continuidad educativa por medio de la creación de mecanismos claros y pasos concretos para su organización. También se deben asegurar las oportunidades educativas fuera de las cárceles lo que llevará a un cambio de paradigma contra la discriminación sistémica y la indiferencia del mundo exterior.

¿Por qué la silla es diferente para mí cuando son ellos quienes necesitan un acercamiento y un cuidado especial que nunca recibieron de la sociedad?

El ambiente existente de negación, indiferencia social y alienación a menudo lleva a los miembros de este grupo a volver a los lugares que habían dejado, por tener posibilidades, por ser aceptados en un ambiente, porque se les ofrecen sillas, aunque sean diferentes.

En la vida real los miembros de estos grupos vulnerables son personas como nosotros, con intereses propios, travesuras infantiles y expectativas. Personas que necesitan políticas públicas, mecanismos especiales y enfoques sociales.

La discriminación, el abandono y la indiferencia pública, son las muchas historias no escritas sobre ellos, los que están privados de la libertad.

 

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