Opinión

Diplomacia oportunista o hipocresía política

08 de febrero de 2017

Malcorra CavusogluLa reciente visita del canciller turco Mevlut Cavusoglu puso una vez más sobre el tapete una cuestión muy sensible para nuestra comunidad. Los armenios llevamos más de un siglo establecidos en esta tierra y ya somos parte inseparable de ella. Pero jamás resignamos nuestra identidad y de la mano de ella luchamos hasta el cansancio por nuestras justas reivindicaciones. Y luego de batallar por varias generaciones arribamos a la Ley 26.199 que finalmente puso las cosas en su justo lugar.

Sin embargo, muchos políticos argentinos no se caracterizan por mantener o sostener una línea de conducta coherente en materia de derechos humanos y libertades del individuo común. En algunas ocasiones toman decisiones basadas en intereses políticos o comerciales postergando casi siempre los justos derechos adquiridos, como el caso del reconocimiento del Genocidio Armenio.

Desde el punto de vista de la relación de Turquía con el resto del mundo, poco se puede objetar respecto la decisión de aumentar sus vínculos políticos y comerciales con los países de nuestra región. Después de todo es la tarea de cualquier canciller que quiera desarrollar sus funciones con eficacia. Sin embargo, en su breve estadía en Buenos Aires, Cavusoglu parece haber obtenido más réditos de los que seguramente esperaba.

Si bien su paso por este país apenas mereció unas líneas en la prensa local, y ese no es un dato menor; las agencias de noticias turcas hicieron su trabajo de difusión mundial. De las crónicas recibidas a través de los cables internacionales se pudo conocer una declaración del canciller turco que de acuerdo a la agencia TRT enfatizó que el genocidio no es genérico, sino una expresión jurídica, y que su homóloga argentina Susana Malcorra sabe muy bien todas las dimensiones jurídicas, incluso la convención relacionada de la ONU por haber sido encargado muchos años en las Naciones Unidas. Recibimos con gran aprecio la postura de Argentina. No queremos que este asunto afecte a nuestras relaciones. Lo hemos dicho a la señora, apuntó Cavusoglu”.

Claro que no necesariamente estas expresiones pueden ajustarse a la verdad. Pero llamativamente nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores no emitió opinión alguna al respecto, aceptando tácitamente la declaración de Cavusoglu. Y aquí es donde debemos comenzar a preocuparnos seriamente. ¿Cuál es la postura de la canciller Malcorra a la que hizo referencia su colega turco? ¿Implica esa posición un cambio del pensamiento oficial con respecto al crimen de lesa humanidad sufrido por nuestro pueblo armenio?

Es difícil saberlo, pero existen otros detalles que hacen pensar en cierta desatención de nuestra diplomacia, para no decir indolencia, pues cualquier observador internacional tiene pleno conocimiento de la persecución de las minorías en Turquía, el encarcelamiento de los periodistas y políticos disidentes y los crímenes que se producen a diario sobre la nación kurda. Sin embargo, esa cruda realidad fue ignorada en la entrevista entre Malcorra y Cavusoglu. Es lógico entender que en un encuentro diplomático como éste algunos temas sean postergados, pero al decir de la prensa turca turca, su canciller no se privó de hablar del genocidio armenio y de acusar a nuestra diáspora de entorpecer las relaciones con su país.

Entonces, por qué motivo la Cancillería mantiene silencio. ¿No merece nuestra comunidad al menos una declaración echando luz sobre los temas tratados? O debemos manejarnos con suposiciones que nos lleven a la desconfianza y la sospecha.

Definitivamente no podemos ni debemos quedarnos callados, después de todo merecemos ser tratados con respeto y dignidad porque la política no debe esconderse detrás de la hipocresía y las medias verdades.

Jorge Rubén Kazandjian

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