Opinión

El árbol armenio de la vida

07 de octubre de 2015

arbol-armenioNuestra comunidad al igual que todas las otras que conforman la Diáspora armenia tiene su propia historia que es parte de todo el conjunto que pertenece a nuestra enorme nación. Los armenios podemos decir sin temor a equivocarnos que somos parte de un árbol milenario, enérgico, monumental, inclaudicable, valeroso e inmortal. ¿Qué pueblo sobrevive a una historia plagada de conquistas, ataques, saqueos y hasta un genocidio aun impune?

Nuestro árbol es de buena madera, se adapta a las peores circunstancias y hasta en los terrenos más adversos puede enraizarse y florecer. Este árbol tan particular está compuesto de personas de gran carácter y resistencia, cuya fuerte personalidad vence todos los obstáculos que se les presentan.

Sin embargo, sus ramas también crecen, florecen por décadas y un día se marchitan y como indican los designios de la madre naturaleza perecen.

Pocos días atrás nuestra comunidad sufrió un duro golpe al corazón con el fallecimiento de Luisa Naldjian de Akrabian. Apenas unos meses atrás, en diciembre de 2014 había celebrado su centenario rodeada de todos los suyos. Ella era una de las raíces y ramas más frondosas de nuestro árbol armenio. Había dedicado su vida a su familia luego de sufrir las penurias del destierro y trabajado tenazmente por defender su identidad y transmitírsela a sus herederos.

Podemos reconocer en ella a una de los referentes de nuestra colectividad, guardiana de la memoria y custodio de nuestras más profundas creencias y tradiciones.
Lamentamos mucho su partida pues cada vez que perdemos alguien como ella, también perdemos algo de nuestras propias vidas, porque no debemos olvidar que todos somos parte del mismo árbol armenio.

Transcurren las generaciones, la comunidad se renueva y tal vez los armenios vamos perdiendo imperceptiblemente algo de nuestras identidades. La asimilación, la ausencia de discriminación y una tierra que nos recibió con los brazos abiertos ayudan a que la memoria se vaya apagando con cada generación y muchas veces quede sólo circunscripta a cuestiones menores como la gastronomía. Por eso debemos valorar y cuidar a nuestros mayores. Son ellos quienes más sufren la desintegración y el alejamiento de los valores armenios.

Es complejo acercarse a este tema sin herir susceptibilidades, sin embargo para quienes tenemos algunas responsabilidades comunitarias debe ser una obligación no dejarlo de lado. Tenemos que acercarnos a quienes todavía pueden infundirnos la fuerza necesaria para combatir la indolencia y el apartamiento comunitario. Tenemos que pelear por lo nuestro con armas como el lenguaje y cultura armenias y ese legado provendrá una vez más de nuestros mayores. Démosle el valor que tienen y representan en nuestro árbol armenio.

Acercarnos a nuestra madre patria a renovar nuestras raíces es un modo muy efectivo. También lo es conocer nuestro idioma y hablarlo en nuestros hogares. No basta con proclamarse armenio, hay que demostrarlo con actos, con militancia política o cultural. También con nuestra fe armenia podremos revivir nuestra identidad, aquella que tanto defendieron nuestros mayores, muchas veces a costa de su propia vida.

Tenemos el árbol, es fuerte y alto, no dejemos que falten flores en su frondoso cuerpo. El orgullo de pertenecer también puede ayudarnos a sobrevivir como armenios.

Jorge Rubén Kazandjian

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