El salvajismo compartido entre turcos y azeríes

27 de noviembre de 2015

vaho_111815-420x215El mundo se conmovió una vez más hace pocos días por los salvajes atentados de París. Y a pesar de que apenas horas atrás un acto terrorista de la misma especie había matado a más de cuarenta libaneses al sur del país, el clamor universal puso la mira en las víctimas francesas.

Ya estamos habituados que el dolor mundial sea mayor o menor de acuerdo a la nacionalidad o el origen de las personas fallecidas. Puede parecer antipática una postura de esta índole, pero simplemente hay que remitirse a cuando mueren armenios en Siria o Artsaj, o cuando son asesinados palestinos en sus tierras o en Israel, o cuando millones de seres humanos son empujados al destierro que muchas veces equivale a la muerte misma.

Pero el hecho es que esta serie de atentados letales cometidos por el ISIS provocó una reacción múltiple de condena y conmiseración compartidas. Desde el Papa Francisco y una decena de líderes políticos mundiales partieron voces de repudio y el mismo de reclamo de paz.

Y es sabido que frente a estas tragedias la gente reacciona con el corazón, se muestra con el alma destrozada y busca calmar su propio padecimiento con distintas muestras de respeto o amor por sus semejantes. Entonces, se suceden la colocación de flores en los sitios de los hechos fatales, velas, cartas y otras expresiones son el vehículo que las personas comunes utilizan para expresar sus sentimientos.

Y en este marco se sucedieron actos como la entonación por parte de aficionados de fútbol ingleses y francés del himno francés La Marsellesa en los instantes previos de un match de fútbol en el propio Wembley. Casi al mismo tiempo, en otro partido de fútbol entre seleccionados, esta vez entre Grecia y Turquía, las autoridades del mismo intentaron hacer un minuto de silencio como homenaje a las víctimas del terror, pero se encontraron con la triste realidad de que los ¿aficionados? turcos interrumpieron el recordatorio con abucheos y exclamaciones a viva voz de que Alá es grande (Allahu Akbar), la misma proclama que profirieron los extremistas de París.

Se podrá argüir que el hecho es de menor importancia, pero en un momento en que es necesaria la cohesión y la inteligencia para enfrentar los fundamentalismos, no deja de llamar la atención semejante salvajismo.

Pero no terminan allí las expresiones de barbarie y desprecio a las víctimas de París, el viernes 19 de noviembre los azeríes replicaron la repudiable acción de sus "hermanos" turcos. En otro encuentro de fútbol, en esta ocasión ente Moldavia y Azerbaidján, los concurrentes al estadio de Bakú silbaron y nuevamente gritaron las mismas consignas durante el minuto de silencio en evocación de los caídos en Francia.

¿Pura coincidencia? Decididamente no, porque ambos países tiene presidentes de corte fascista, propensos al culto personalista y que se apoyan en sus supuestos conflictos con Armenia para exacerbar a sus ciudadanos, amén de las diatribas que Erdogan suele dirigir a los países europeos cada vez que alguno se atreve a mencionar el Genocidio Armenio.

Es hora que el mundo ponga atención a estos episodios que tienen lugar a la sombra de las grandes tragedias. Tal vez puedan encontrarse en este tipo de manifestaciones colectivas la raíz de los hechos violentos promovidos y financiados por déspotas como Erdogan y Aliev.

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