Nota de Arto Kalciyan

Embriagado de poder

02 de agosto de 2016

erdogan-democraciaTras el reciente e incierto golpe de Estado en Turquía contra el gobierno de Recep Tayyip Erdogan, algunos informativos visuales de nuestro medio titularon en relación al hecho:”Triunfó la democracia en Turquía, los rebeldes fueron dominados”.

Si bien me declaro como un vehemente pacifista, rechazando aquello que suponga violencia, convencido que casi todo puede encontrar solución con buena predisposición, diálogo y tolerancia, no puedo dejar de preguntar: ¿A que democracia se refieren?

El público debe conocer el verdadero trasfondo de las cosas. Erdogan pertenece a los que gobiernan “embriagados de poder”, es una suerte de dictadura doctrinal, no pretende ser transitoria, se considera en si el bien excluyente, eterno. El llamado “sultán turco” por la prensa europea, utilizó la revuelta para expulsar 45.000 funcionarios por sus “vínculos” con el golpe…? Del Ministerio de Educación: 15.000, Ministerio del Interior: 8.777, 7.850 oficiales de policía fueron despedidos al igual que 2.745 jueces, 492 funcionarios religiosos y 257 integrantes de la oficina del primer ministro, Binali Yildirim. Renunciaron 1.577 decanos de universidades turcas, 1.000 institutos privados de educación cerraron sus puertas, 370 funcionarios de la Corporación Turca de Radio y Televisión están siendo indagados. Sigue una lista interminable de relevados, detenidos, investigados, sumados a los más de 10.000 presos políticos sin juicio alguno a la fecha.

Hoy se pretende instaurar la pena de muerte, según Erdogan “el pueblo lo pide”, el retroceso de un país con un pie en Europa y otra en Asia, que alguna vez ilusionó que entraría en la modernidad, ha pasado a ser historia.  

La necesidad de ratificar su poder, desplazar a la oposición y fortalecer su paso hacia el fundamentalismo, costó en estos días 232 vidas y centenares de heridos. Burlarse del Papa Francisco, de la Unión Europea, de la lucha del flagelo llamado ISIS, mantener su postura violenta y de deprecio hacia la pequeña República de Armenia, negando cínicamente el Genocidio perpetrado por sus antecesores otomanos, cerrando sus fronteras e incitando a su hermana menor Azerbaidján, a sostener la cruel lucha por el territorio de Karabagh con los armenios, sin inmutarse en lo más mínimo por la situación en la que expone a su país ante el mundo, son solo algunos de los logros de su prodigiosa obra al frente de un gran país de setenta y cinco millones de habitantes, cual podría ser puente natural de cultura, hermandad y desarrollo entre Europa y Asia, de estar en manos de gobernantes con intenciones nobles y corazones afables.  

Arto Kalciyan

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