Encender la llama de la esperanza

14 de febrero de 2020

“Si das una gota recibirás a cambio una fuente”. Proverbio de Burundi.

En un lejano poblado en el Noreste de Armenia, a 130 kilómetros de distancia de su ciudad capital Ereván, en su mayoría habitado por armenios fugitivos de la guerra de Karabaj, en un día de festejo, remotamente imaginado, los lugareños veían encender la llama de la esperanza, cuando el abandono y la pobreza se habían insinuado como mero y desconsolador marco de su vida cotidiana, su raíz patriótica, su entereza y su espíritu de lucha resultaban la única fortaleza para la supervivencia.

El calendario señalaba 27 de junio de 2014, pocos imaginaban que ese día significaría un hito en la transformación del lugar. En la fecha, la aldea inauguraba su Centro Médico y su sala comunitaria, reemplazando al derruido edificio, cual sin posibilidad de reciclado, fuera previamente demolido. La iniciativa había surgido al azar mediante casuales comentarios que llevarían al matrimonio armenio de la diáspora, de visita en su patria originaria, acompañados por funcionarios del Fondo Armenia, a poner pie en ese lejano punto del interior de la renaciente República. El día inaugural de ese moderno edificio de arquitectura clásica, en contraste con su humilde entorno, en los rostros cansados de los pobladores nacía el sueño de vivir días mejores en su futuro, al menos tenían la certeza de que no estaban solos.

Los actos de solidaridad suelen reanimar los buenos sentimientos de los seres humanos, la semilla sembrada con amor y nobles sentimientos, germinaría muy pronto sumando a otra pareja de la diáspora, más tarde a otra y otra. Con las ideas y la participación de estas familias, se constituyó un sólido y coherente grupo humano cual sería soporte del pueblo, pensando y creando los medios para mejorar sus perspectivas y calidad de vida. Así se logró reconstruir totalmente su escuela de niveles primario y secundario, donar un minibús multipropósito para el poblado, proveer de agua potable a todas las viviendas, habilitar un parque para la fe y la reflexión instalando en él la tradicional cruz de piedra armenia (Jachkar), levantar un magistral Centro Deportivo, lograr la provisión de gas natural, crear un jardín de infantes, colaborar con las familias de los recién nacidos, cubrir el costo de alumnos incorporados al nivel terciario, instalar viveros, colmenas para la producción de miel, reconstruir y asfaltar su camino principal.

Y no cesan los proyectos, hoy se piensa en términos de urbanización, apoyando la capacidad individual y el esfuerzo personal de los pobladores para instalar actividades que hacen a la cotidianeidad de las personas, algún día, tal vez no muy lejano, aquel pueblo abandonado se transformará en una pequeña ciudad floreciente bendecida por la naturaleza y sembrada de amor por los hijos distantes de su tierra. Para los emprendedores naturalmente no hay mayor satisfacción que ver felices, sonrientes y deseosos de progresar a los habitantes de Khachardzan, región de Tavush, República de Armenia.

Este breve y verídico relato intenta despertar la sensibilidad hacia aquellos que nos necesitan, no solamente en el orden material sino principalmente en el apoyo moral y afectivo del que están carenciados. Si mínimos grupos de familia de la diáspora, tomaran como meta apadrinar una de las más de mil aldeas y poblados de la Armenia profunda, muy distantes de las luces, la magia y el esplendor de Ereván, en pocos años la patria de los mártires, los héroes y los poetas se transformaría en la perla del Cáucaso, de espíritu europeo y tradiciones milenarias. El Fondo Nacional Armenia (Himnadram) es la organización idónea para la supervisión y realización de todo tipo de iniciativas, proyectos y emprendimientos. Conceptualmente la muestra no tiene fronteras, la sensibilidad y el carácter humano tampoco, de manera que es cuestión de decidirse y actuar, llegando con nuestra presencia allí donde los gobiernos no pueden, se desentienden o no les produce rédito político.

Arto Kalciyan
Benefactor

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