Al fin de la Segunda Guerra Mundial, inesperadamente, Armenia se encontró una vez más en medio de una disputa territorial jugada por otros pero en la que tenía intereses y territorios en juego.

Kars-Ardahan, la primera crisis de la Guerra Fría

02 de octubre de 2019
Soviet leader Josef Stalin with Vyacheslav Mikhailovich Molotov who was Foreign Minister (Photo by Popperfoto/Getty Images)

Hacía apenas un mes que las fuerzas aliadas habían entrado a Berlín, determinando la caída final del régimen nazi y concluyendo, así, con casi seis años de guerra en el corazón de Europa. Pero los socios de la coalición antifascista y futuros protagonistas de la pulseada de gigantes que dio lugar a la Guerra Fría -Unión Soviética y Estados Unidos -Gran Bretaña- empezaban a esconder sus estrategias en los primeros rounds de estudio.

En junio de 1945 el gobierno soviético buscaba capitalizar las mieles de la victoria contra Hitler y asumir su rol de superpotencia. Josef Stalin, el hombre fuerte de la Unión Soviética, necesitaba resolver una cuestión que le había traído más de un dolor de cabeza durante en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial.

Si bien en el conflicto armado Turquía mantuvo la neutralidad, hay evidencias de que el gobierno de presidente turco Mustafá Ismet Inönü, había actuado de facto como aliado de la Alemania nazi, saboteando acciones de la Unión Soviética. La clave fue el control de los estrechos de Bósforo y Dardanelos, la estratégica entrada al Mar Negro donde tenía una importante base la flota soviética.

En el marco de una Guerra Fría que ya empezaba a perfilar los contornos en ambos bloques, Stalin pretendía tener una base militar en los estrechos. Empezó su juego en las sucesivas rondas de la Conferencia de Postdam, en las que los Aliados bosquejaron el mapa geopolítico de posguerra.

Para ello, el poder soviético proponía una renegociación de la Convención de Montreaux (1936), con el objetivo de establecer bases rusas en Dardanelos. La convención le otorgó a Turquía el control de los estrechos de Bósforo y Dardanelos, lo que permitía regular el tránsito de buques de guerra hacia el Mar Negro.

Juego de presión

Como parte de la negociación Stalin, a través de su ministro de Relaciones Exteriores, Viacheslav Molotov, puso sobre la mesa reclamos territoriales a Turquía en la frontera sur de la URSS. Concretamente, pedía la anulación del Tratado de Kars, suscrito el 13 de octubre de 1921 entre el gobierno bolchevique y su par de Turquía, país que aún estaba en medio de una guerra civil.Esto suponía la devolución de las provincias de Artvin, Kars y Ardahan a la Unión Soviética, la primera reclamada por Georgia y las otras dos por Armenia, ambas entonces dependientes de Moscú, en tanto repúblicas socialistas soviéticas. En total Georgia obtendría 12.760 km2, mientras que Armenia 13.390 km2, aunque hay que aclarar que la provincia de Kars tenía un área reclamada por ambas repúblicas.

En el libro “Las guerras de Stalin: de la Guerra Mundial a la Guerra Fría 1939-1953” (Yale University Press), el investigador Geoffrey Roberts sostiene que en junio de 1945 la Unión Soviética había reclamado el retorno de las provincias de Kars y Ardahan a la URSS. Se trataba de zonas de Turquía Oriental con población armenia y georgiana, que habían sido parte del Imperio Zarista desde 1878 hasta 1921, cuando el Tratado de Kars devolvió los dos distritos a Turquía.

El argumento de los líderes soviéticos era que ese tratado se había firmado en un momento de debilidad del poder bolchevique, con muchos problemas internos y frente a la necesidad de tranquilizar su frontera sur. En ese contexto, ahora había llegado el momento de resarcir el error histórico.

Durante las negociaciones el delegado turco sugirió que ambas naciones podrían suscribir una nueva alianza. La respuesta de Molotov fue contundente: “Antes que un acuerdo se requiere resolver la disputa fronteriza acerca de Kars y Ardahan y debe haber negociaciones sobre la revisión de la Convención de Montreaux y el establecimiento de bases militares soviéticas en el estrecho de Dardanelos”.

En rigor, el verdadero interés de Stalin era la presencia militar en los estrechos, sin embargo, utilizó la cuestión étnico-nacionalista para presionar.

Vuelta a casa

Jamil Hasanli es un historiador, investigador y político de origen azerí, que durante años investigó el período posterior a la Segunda Guerra Mundial y la conformación del mundo bipolar. Un pequeño paréntesis sobre Hasanli. En 2013 llegó a competir por la presidencia de su país pero sacó apenas el 5,5% de los votos, frente a la maquinaria electoral de Ilham Aliyev. Fue parlamentario y desde 2013 lidera el Consejo Nacional de Fuerzas Democráticas de Azerbaiján.

Volviendo al punto de interés, en 2011 Jamil Hasanli publicó un libro titulado “Stalin y la crisis turca de la Guerra Fría 1945-1953” (Lexington Books). Allí señala que el rebrote nacionalista armenio y georgiano, junto a la consecuente demanda territorial de Artvin, Kars y Ardahan fue en verdad instigada desde Moscú.

“En el verano de 1945 el ministro de Relaciones Exteriores soviético envió instrucciones secretas a los líderes de las repúblicas soviéticas de Georgia y Armenia … para comenzar a recolectar la información necesaria sobre el territorio, la composición nacional, la historia y monumentos culturales de los vilayetos orientales de Turquía”, señala Hasanli. Al mismo tiempo, los servicios secretos soviéticos provocaron disturbios en la frontera con Turquía, incluso la explosión de un puente sobre el río Arax, que unía Armenia con Turquía.

Hasanli agrega que para agosto de 1945 los servicios secretos del Kremlin “accedieron a un documento interno de la Federación Revolucionaria Armenia-FRA (lo llama Dashnak Party) que resultó ser una importante fuente de investigación al interior de movimiento armenio”. El documento era la “Guía para nuestros propagandistas” y allí quedaba claro que una de las aspiraciones de la FRA era lograr una Armenia independiente y unificada.

También se aludía al objetivo de integrar las regiones de Ajalkalak y Lorí (Georgia), Nagorno Karabaj (Artsaj) y Sharur-Najicheván (Azerbaiján). En esta lógica, el gobierno soviético lanzó una política de repatriación de armenios de la diáspora (nerkaght), que duró de 1946 a 1949, con el fin de poblar esos territorios. Se estima que volvieron unos 150.000 armenios oriundos de Medio Oriente, Grecia, Francia, Estados Unidos y también Sudamérica.

La relación de la FRA nunca fue sencilla con la Unión Soviética, ni con el gobierno soviético de Armenia, sin embargo, en el reclamo territorial a Turquía, apoyado fervientemente por el primer secretario del Partido Comunista Armenio, Grigor Arutyunov, había plena coincidencia.

Con el tiempo, la repatriación traería algunos problemas, entre ellos la sospecha de Moscú de tener cientos de miles de armenios originarios de Occidente, considerados virtuales espías.

Más allá de estos arrestos por recuperar las provincias de Kars y Ardahan, con los años el reclamo territorial por parte del poder central soviético se reveló más bien como una moneda de cambio para obtener su verdadero objetivo, que era la base militar estratégica, en el área de los estrechos. Un aspecto adicional es que desatada ya la Guerra Fría, Turquía empezó a moverse hacia Occidente. De hecho, en 1950 envió tropas a la Guerra de Corea y en 1952 se unió a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Esto terminó por sellar la suerte de las bases y también del reclamo territorial. En 1953, tras la muerte de Stalin, Moscú dio por cerrado el capítulo definitivamente.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

Armenia, paciencia ilimitada

Desde que se firmó el Tratado de Kars, en octubre de 1921, las naciones perjudicadas por el acuerdo alcanzado entonces entre Lenín y Atatürk, esperan su reparación. Un informe del Centro Begin-Sadat para Estudios Estratégicos (BESA), con sede en Israel, destaca que en 1945 Josef Stalin y el vicepremier Lavrentiy Beria intentaron recuperar los territorios perdidos en 1921. Frente a ello rechazaron renovar el Tratado de Amistad y Neutralidad Turco-Soviético de 1925, que tenía una vigencia prevista de 20 años. Pusieron como condición que sólo podía renovarse después de que fueran resueltos los reclamos georgianos y armenios referidos a los territorios controlados por Turquía.

Según el informe de BESA, tras la disolución de la URSS, tendencias revisionistas pusieron en duda la validez del Tratado de Kars, argumentando que el Tratado de Amistad y Neutralidad bilateral expiró en 1945 y no fue renovado, mientras que los principales firmantes –República Federativa Socialista Soviética Rusa y Gran Asamblea Nacional de Turquía- “son entidades políticas difuntas, por lo que el acuerdo ya no es vinculante”. Además, se recuerda que el Tratado de Kars contradice los términos de Sevrès, en un contexto en el que Georgia y Armenia, que cargaron con gran parte de los costos, “fueron obligadas a cumplir” por el poder soviético.

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