Este enclave ubicado en el sur de Armenia tiene una rica historia en su haber y guarda innumerables secretos. De centro cultural y educativo a bastión del movimiento emancipador.

Monasterio de Tatev, entre el aura mística y el espíritu heroico

08 de octubre de 2019

Es difícil explicar por qué en un país con tantas iglesias, la mayoría cargando siglos y hasta milenios sobre sus muros, muchas de ellas están emplazadas en sitios casi inaccesibles y rodeadas de gruesos paredones de rocas. Son verdaderas fortalezas, diseñadas más para protegerse o buscar seguridad que para alcanzar una comunión con Dios.

Para una mirada occidental esta realidad es un verdadero enigma. Menos complejo de entender es para quien proviene de Europa Oriental o del Cáucaso. La defensa frente a sorpresivos ataques enemigos a lo largo de centurias, es algo que se aprende de chico y no se olvida jamás. Toda la estructura de la sociedad, incluso en su faz religiosa, está encaminada a ese objetivo.

El monsterio de Tatev (Datev), situado en la provincia de Syunik, a unos 280 kilómetros al sureste de Ereván, es un claro ejemplo. Su construcción comenzó en el año 848 y es un complejo monástico de tres iglesias, (San Pedro y San Pablo, San Gregorio El Iluminador y Santa María).

En el patio del complejo, al sur de la Catedral de San Pedro y San Pablo, puede verse el Gavazán Siún, literalmente una columna en forma de bastón. Es una roca pendular de unos ocho metros de altura, oscilando sobre una base circular, construida en el siglo X y coronada por una cruz en forma de jach-kar, esta última agregada en el siglo XVIII. Sirve para alertar sobre movimientos sísmicos pero también se usó para advertir con cierta anticipación la llegada de tropas enemigas.

Hacia el siglo XI el monsterio de Tatev, cuyo nombre deriva de Estateus, un discípulo de Judas Tadeo, quien predicó y fue martiziado en esa región, albergaba a unos 1000 monjes y había adquirido cierta influencia política, además de religiosa. Sin embargo, la vida no sería fácil para Tatev y sus habitantes.

Sucesivas invasiones, desde mongoles hasta selyúcidas y persas, causaron daño y destrucción. Incluso sufrió los terremotos de 1136 y 1931, que provocaron incendios y derrumbes. Pero una y otra vez, Tatev resurgió.

Proyecto world class

Para quien hoy en día visite Armenia, Tatev es una parada imperdible. Dueña de una de las vistas más impactantes del cordón montañoso del sudeste de Armenia, las alturas boscosas y el recorrido serpenteante del río Vorodán, colocan a Tatev y a la cercana ciudad de Halidzor como epicentro de una paisaje soñado.

En octubre de 2010 Tatev fue noticia mundial cuando comenzó a funcionar el teleférico que une Halidzor con el monasterio, recorriendo un trayecto de 5,7 km. Así, ingresó al libro Guinness de los Récords como el teleférico reversible de doble vía y sin escalas, más largo del mundo.

Su nombre en armenio es Tatever, un juego de palabras traducido como Alas de Tatev. El viaje dura 12 minutos y alcanza una altura máxima de 350 metros, con una vista imcomparable. Desde hace casi una década Tatever es uno de los principales atractivos turísticos de la provincia de Syunik.

El teleférico fue construido por una compañía de capitales suizos y demandó 11 meses de trabajo. Todo el proyecto fue impulsado por la Fundación Nacional de Competitividad de Armenia y contó con el apoyo de empresarios armenios que aportaron los US$ 50 millones que costó el proyecto.

Velar las armas

Llegar a Tatev es una experiencia única. En apariencia es un complejo monástico más, pero en rigor, es mucho más que eso. En la actualidad, sólo Der Mikael reside allí en forma permanente, el religioso que vive con mínimas comodidades pero que es dueño de una personalidad que atrapa por su fortaleza y carisma.

Quizás esa personalidad cautivante sea una buena síntesis de algunos de los increíbles secretos escondidos tras los muros del monasterio. Como ejemplo, valen dos momentos históricos que marcaron a fuego el futuro de los armenios.

En 1722 las regiones de Suynik y Gharapagh estaban sometidas a las arbitrariedades del Shah y los janes (señores) persas. Varios príncipes armenios (melik) “negociaban” con ellos por su cuenta, lo que suponía una lógica debilidad y magro resultado en las gestiones. David Bek, un noble de Syunik, se propuso unificar las fuerzas de los melik y consensuar una estrategia común para combatir así a los enemigos. Logró que depusieran ambiciones personales y organizó un ejército con gran poder de fuego.

El altar de la Catedral de Tatev fue testigo de ese momento histórico. En su monumental obra “David Beg” (1881) el novelista Raffí recuerda que durante una conmemoración de la epopeya de Vartanank, ante la presencia de David Bek y sus comandantes -Mjitar Sparabed, y los melik Toros, Parsatán y Stepanos Shahumian, entre otros- el arzobispo Nersés ensalzó la figura de Vartán Mamikonian, buscando insuflar su espíritu guerrero en los melik, al momento de velar las armas y jurar lealtad a la causa.

A su turno, David Bek dijo: “Hermanos, nuestro objetivo es sagrado. Vamos a luchar contra la tiranía, la injusticia y la esclavitud, que son débiles ante Dios…. Con la fuerza de la fe, la sinceridad y el sacrificio personal persigamos nuestro objetivo, que consitituye la principal condición del éxito”.

Tatev hizo también otros aportes, según cuenta Raffí. Algunos tesoros y reliquias que durante siglos fueron donados por familias adineradas y formaban parte de su patrimonio cultural, fueron vendidos por iniciativa del arzobispo para financiar la campaña militar de David Bek.

Pero sólo con dinero, no se hace la guerra. Para aquella época el interior del complejo de Tatev se había convertido en un verdadero arsenal de armas, pólvora y municiones, gracias a la habilidad de un joven “apeghá” llamado Jorén, que tenía la venia de sus superiores.

Dos siglos después, en la explanada delante de la Catedral de Tatev, el héroe tashnagtsagán Karekín Nshtéh arengó a sus tropas a luchar hasta la última gota de sangre frente a las fuerzas enemigas turco-azeríes y el poder soviético que avanzaba hacia la anexión.

Además, la iglesia de San Padro y San Pablo fue testigo de la declaración de la independencia de la República de Armenia Montañosa el 26 de abril de 1921, liderada por Nshtéh tras la caída del gobierno de Ereván el 29 de noviembe de 1920 y el fracaso de la revolución de febrero ante la presencia soviética.

De hecho, el complejo monástico de Tatev fue cuartel general de Nshtéh y su propia morada durante casi dos años. La habitación de Nshtéh era una precaria habitación de 2 x 3 metros, con una abertura al exterior sin ventana ni protección alguna, aún en el crudo invierno de Armenia. Ésa era la forma en la que estos héroes concebían la lucha por la independencia de su pueblo.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

Faro cultural y académico

A comienzos del siglo X se fundó una escuela en el monasterio de Tatev, al mismo tiempo que se consagraba la iglesia San Pedro y San Pablo, y ya en 1390 se la mencionaba en las crónicas como “universidad”.

Así, Tatev fue entre las primeras universidades en el mundo. Allí los estudiantes podían desarrollarse en humanidades, ciencias, arte, música, caligrafía y pinturas en miniatura, entre otras disciplinas, siendo inspiración para otros centros educativos en monasterios de la región de Syunik.

Llegó a tener unos 500 monjes estudiando y se estima que allí nacieron miles de invaluables manuscritos. Lamentablemente, gran parte de ese legado fue destruído por las sucesivas invasiones de selyúcidas, mongoles, turcomanos y persas. Durante la guerra con los mongoles dejó de funcionar la cercana Universidad de Gladzor, que estuvo activa entre 1291 y 1384, lo que transformó a Tatev en la única abierta en Armenia oriental.

Tatev tuvo su “edad de oro” desde 1390 hasta su cierre en 1435, en la época que se conoce como la Armenia Zakárida, por la influencia de la familia Zakarian. Pero no fue un cierre cualquiera. La infraestructura sucumbió tras el incendio de la ciudad por las fuerzas de Leng Timur (Timur El Rengo) o Tamerlán como se conoce en Occidente al despiadado conquistador turco-mongol de Samarcanda (hoy Uzbekistán).

En este contexto, se destacan las figuras de Hovnán Vorotnetsí (1315-1388) y Krikor Tatevatsí (1346-1409), este último enterrado en una pequeña cripta construída al lado de la iglesia San Pedro y San Pablo de Tatev.

Hovnán Vorotnetsí había estudiado en la Universidad de Gladzor y tras su cierre se desempeñó como docente en la Universidad de Tatev, impulsando la excelencia académica y la formación profesional de los docentes. Pese a la distancia, Tatev atrajo incluso a estudiantes de la Armenia histórica y Cilicia.

Tras la muerte de Hovnán Vorotnetsí, la posta fue tomada por Krikor Tatevatsí, quien continuó trabajando en la mejora de la enseñanza, contribuyendo al desarrollo cultural de Armenia y su fortalecimiento político. Por ello, recibió el título de “Yeramedz Vartabed”, traducido como “tres veces gran maestro”. Krikor Tatevatsí está representando en una de las seis estatuas exhibidas en la explanada del Madenatarán de Ereván.

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