Nuestras escuelas

03 de enero de 2018

Jrimian-2Las comunidades de cualquier país tienen como una de sus prioridades fundamentales la educación y en esa dirección destinan sus recursos en mayor o menor medida. La calidad de la enseñanza impartida redunda en generaciones de niñas y niños que irán creciendo asimilando al mismo tiempo todo aquello que sus educadores les enseñen a lo largo de su período escolar.

Ese mismo criterio utilizaron nuestros mayores para fundar todas y cada una de las escuelas que la comunidad armenia tiene. Y lo cierto es que son muchas porque sólo en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores hay siete establecimientos educativos de los cuales seis poseen los tres niveles de aprendizaje.

Fue una tarea colosal crearlos, sostenerlos y luchar por hacerlos crecer dotándolos de las comodidades que la educación moderna exige. Y a pesar que en algunos casos el estado asiste a los colegios armenios con determinados subsidios o el pago de las remuneraciones docentes, lo cierto es que son sus distintas administraciones las que deben velar por la manutención de los edificios y sus amueblamientos respectivos.

Más aún, si bien en lo que respecta a la enseñanza del idioma español los colegios no enfrentan dificultades para seleccionar el personal adecuado, esa labor se complica demasiado cuando lo que se requiere es un docente de idioma armenio. Entonces aparecen nuestras flaquezas, aquellas que quedan disimuladas en el contexto general del excelente nivel de educación que ofrecen los colegios armenios.

Aparece entonces un interrogante esencial: ¿Cuán significativa es la enseñanza de nuestra lengua madre? Por supuesto la respuesta la conocemos todos. De desaparecer el uso del idioma armenio en nuestras próximas generaciones, el futuro de la colectividad aparecerá sombrío. Es que no bastan los complementos como la música, las danzas o el conocimiento de nuestras costumbres como manera de sostener nuestra identidad. La única y real manera de hacerlo es hablando el idioma de Mashdotz. Y para hacerlo bien, hay que aprenderlo mejor.

No es la intención de esta nota buscar responsabilidades, sin embargo es imprescindible que de una vez por todas, la comunidad tome conciencia de esta debilidad que se acentúa año tras año. Seguramente nuestros docentes ponen lo mejor de sí en su diario trabajo con los alumnos, pero cuántos de ellos recibieron la capacitación que su especialidad demanda. Muy pocos. Y no es su culpa o responsabilidad porque tienen la vocación de enseñar y la ponen en práctica a pesar de estar siempre relegados en sus salarios como si educar en armenio fuera una tarea menor.

Desde aquella generación de maestras y maestros que en los años sesenta nos educaban con rigurosidad no sólo en el idioma armenio, sino también en historia, religión y hasta geografía armenia hasta este difícil presente pasaron miles de alumnos que fueron recibiendo cada vez una menor enseñanza de nuestro idioma, cultura y tradiciones.

No hay duda alguna en que los directivos de todas nuestras escuelas comparten estas preocupaciones, tampoco que en muchas ocasiones se toman medidas en dirección a elevar el nivel de los docentes de armenio, pero ese esfuerzo individual se va diluyendo por la ausencia de continuidad.

Acaba de finalizar un nuevo ciclo docente. Es tiempo de pensar en agrupar fuerzas, coincidir en programas, conseguir los recursos y finalmente aunar todas las voluntades en el mismo objetivo de lograr la recuperación concreta y palpable de nuestra educación armenia. No hacerlo, o postergar esta real urgencia, sólo conseguirá el agravamiento de la actual crisis.

Jorge Rubén Kazandjian

 

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