La recuperación de Shushí: el símbolo de la resistencia armenia contemporánea

El 8 de mayo de 2025 se conmemora el 33.º aniversario de la histórica liberación de Shushí, un punto de inflexión en la Guerra de Nagorno‑Karabaj. Aquella operación, liderada por el Ejército de Defensa de Artsaj y por voluntarios armenios bajo el mando de Arkadi Ter‑Tadevosyan, derribó el dominio azerbaiyano sobre la ciudad fortaleza y cambió el curso del conflicto.
Durante tres décadas Shushí permaneció bajo control armenio tras su liberación en 1992, hasta que la guerra de 2020 alteró de nuevo la región y la ciudad cayó bajo ocupación azerbaiyana. Al cumplirse 33 años de aquella victoria, este aniversario adquiere un doble valor: evocar el coraje de los combatientes de 1992 y subrayar la esperanza de retorno y justicia para Artsaj.

A finales de los años ochenta, con el desmoronamiento de la URSS, Nagorno‑Karabaj pasó de ser una óblast autónoma dentro de la República Socialista Soviética de Azerbaiyán, poblada mayoritariamente por armenios milenariamente, a un escenario de tensión étnica y política. En enero de 1992, las fuerzas azerbaiyanas establecidas en Shushí comenzaron un asedio sistemático de Stepanakert, la capital de Karabaj, utilizando lanzacohetes BM‑21 Grad que cayeron sobre barrios residenciales, escuelas y hospitales. Más de 2 000 civiles murieron y miles resultaron heridos; la ciudad quedó devastada y sus habitantes se refugiaron en sótanos mientras los cohetes, apodados “postes telefónicos voladores”, arrasaban la infraestructura.
Ante esta amenaza, los líderes militares armenios decidieron recuperar Shushí para garantizar la supervivencia de Stepanakert. El plan, bautizado “Boda en las Montañas”, fue trazado por el coronel general Gurgen Dalibaltayan y Arkadi Ter‑Tadevosyan, el famoso “Komandos”. Conscientes de que un asalto frontal contra posiciones fortificadas y en superioridad numérica era suicida, optaron por una maniobra de distracción: atacar aldeas satélites para atraer a los defensores y, al mismo tiempo, rodear la ciudad y cortar sus líneas de refuerzo.
El 8 de mayo de 1992 casi mil combatientes armenios iniciaron el asalto desde cinco direcciones. A pesar de la dureza del terreno y de la ferocidad de la defensa, respaldada incluso por voluntarios chechenos bajo el mando de Shamil Basayev, las unidades armenias avanzaron casa por casa durante 26 horas de combates.
Épica en la catedral
En la tarde del 8 de mayo, cuando la primera ola de infantería escaló los acantilados de Shushí, se vivió un momento de épica que definió el rumbo de la batalla. Al mando de cuatro tanques T‑72, entre ellos el vehículo tripulado por Gagik Avsharyan, las tropas armenias se enfrentaron a una batería de lanzacohetes BM‑21 Grad atrincherada junto a la catedral de Ghazanchetsots. Aun cuando el T‑72 de Avsharyan fue alcanzado y quedó inmovilizado, su tripulación repelió a pie el contraataque, defendiendo la bandera que ondeaba sobre la torre. Gracias a esa resistencia, un segundo destacamento pudo guiarse por el humo del tanque para irrumpir en la plaza central y cortar las líneas de comunicación de las fuerzas azerbaiyanas atrincheradas allí.
Para el 9 de mayo, el grupo de voluntarios, excombatientes y jóvenes reclutas, entre los cuales había batallones de la FRA-Tashnagtsutiún, controlaba firmemente Shushí. Aquella victoria no solo fue estratégica: demostró que, con coraje y coordinación, un puñado de hombres y mujeres podía desalojar de la cima a un ejército mejor pertrechado.

Más que un triunfo militar, la liberación de Shushí se convirtió en un símbolo de resistencia y determinación. Consolidó las defensas de Artsaj, elevó la moral de combatientes y civiles, y transformó el grito de “Shushí libre” en emblema de la lucha por la patria ancestral.
Shushí, la antigua capital de Artsaj, históricamente fue un asentamiento habitado por armenios desde milenios: centro religioso, cultural y comercial en la alta montaña. Esa continuidad se interrumpió sólo tras la limpieza étnica forzada de septiembre de 2023, cuando sus últimos residentes armenios fueron desalojados por Azerbaiyán.
Durante los treinta años siguientes a 1992, Shushí sirvió como capital cultural de la República de Artsaj. La caída de la ciudad en 2020 revirtió ese proceso: cambió la demografía, puso en peligro su patrimonio cultural.
Hoy, al evocar aquel 9 de mayo de 1992, los armenios no sólo honran a quienes cayeron en la batalla, sino que renuevan el anhelo de retorno y la defensa de su identidad en Artsaj.
Este aniversario es, a la vez, un homenaje al coraje de quienes dieron su vida por Shushí y un recordatorio de que la paz y la justicia aún esperan en esas montañas. Recuperar la ciudad y proteger su legado cultural serán siempre parte inseparable de la esperanza armenia.