La bandera que incomoda

17 de septiembre de 2025

Pasaron dos años desde el trágico vaciamiento y ocupación de Artsaj por parte de Azerbaiyán. Desde entonces su bandera se transformó en un símbolo cargado de memoria, resistencia y reclamo de justicia.

La tricolor armenia con la franja blanca escalonada es, además de un emblema político, el recordatorio de los más de 120.000 desplazados, de los 23 presos políticos y prisioneros de guerra que aún permanecen en Bakú y del Derecho al retorno, temas fundamentales que los armenios no podemos ni debemos abandonar.

En Armenia hubo una serie de episodios que forman parte de una estrategia que refleja una preocupante tendencia en la política interna, donde la referencia a Artsaj se convirtió en “algo subversivo”. Cada vez son más las voces que alertan sobre el peligro de borrar la memoria de Artsaj y el sacrificio de su valiente pueblo por parte del gobierno de Nikol Pashinyan que impulsa una grosera política de sumisión y reconciliación con Turquía y Azerbaiyán.

Muy lejos de esa idea, en la diáspora, más concretamente en Sudamérica, los jóvenes se encargan de mantener la memoria en alto. En Córdoba, la filial Aram Yerganian de Unión Juventud Armenia (UJA), pintó la enseña de Artsaj en la tribuna del Club Antranik recordando que mantener viva la memoria es mantener vivo al propio pueblo. “La bandera de Artsaj es el color de nuestra lucha”, afirmaron.  

En Buenos Aires, UJA filial Viken Zakarian salió a las calles del barrio donde se concentran las instituciones armenias y cubrió muchas de sus paredes con afiches y pintadas con los colores de Artsaj. El mensaje fue contundente: “No bajemos la bandera”. En la Asociación Cultural Armenia, la inauguración de una muestra fotográfica sobre el destierro de 2023 incluyó una performance en la que se desplegó una bandera con la inscripción en armenio “Artsaj estuvo, está y estará”. Son gestos simples que sintetizan toda una convicción.

El contraste se vuelve inevitable cuando se observa que no todas las instituciones de nuestra colectividad acompañan ese compromiso simbólico. Algunas eligieron la omisión, otras bajaron (quitaron) la bandera. En el amplio frente del Arzobispado Armenio en Buenos Aires, que comparte con el Colegio San Gregorio El Iluminador en la calle Armenia, flamean las banderas de Argentina y de Armenia pero desde hace un tiempo ya no ondea la de la República de Artsaj.

Consultado por Diario ARMENIA, el arzobispo Aren Shaheenian se sinceró y explicó lo que otros dirigentes evadieron responder: el eclesiástico dijo que en ocasiones se opta por no exhibir públicamente dicha bandera “por respeto a las complejidades diplomáticas que pueda generar y para evitar conflictos con autoridades locales o extranjeras”.

Sin embargo, esta actitud de relegar la bandera de la vista pública institucional equivale a ocultar un símbolo vivo de la memoria y la resistencia de Artsaj. Más aún cuando la Santa Sede de la Iglesia Apostólica Armenia reafirmó, en su último sínodo, que “Artsaj sigue siendo una prioridad”. “Seguimos luchando por el derecho del pueblo de Artsaj a regresar a su tierra”, dijo Shaheenian al relatar lo discutido en Echmiadzín. Que la Iglesia Armenia local y su Institución Administrativa opten por esconder el símbolo más representativo de la causa de Artsaj en nombre de una prudencia mal entendida contradice ese mandato y desdibuja su propio rol.

La ausencia de la bandera implica una renuncia disfrazada de diplomacia. Se trata de un deber básico que es sostener un testimonio de la memoria armenia reciente, de la resistencia y del dolor de un pueblo que fue despojado injusta y violentamente hace apenas dos años. Mantener visible la enseña de Artsaj es, al mismo tiempo, mantener viva su presencia en la vida comunitaria y no debería incomodar a una institución que se proclama guardiana de la memoria y de la fe de un pueblo.

Levantar y mostrar la bandera de Artsaj debe ser un orgullo. Es la continuidad de un pueblo, el grito de justicia de los desplazados y el reclamo de quienes aún esperan regresar. Si no flamea en las instituciones comunitarias ¿dónde debería flamear? Por otro lado ¿cuál es el mensaje a los alumnos?

Las complejidades diplomáticas podrán ser atendidas en otros ámbitos, pero bajar la bandera de Artsaj de una institución armenia por un cálculo coyuntural es un agravio a la memoria colectiva y equivale a renunciar a una causa nacional en el corazón mismo de la comunidad.

Pablo Kendikian
Director de Diario ARMENIA

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