“Britanahay”, un puente entre mundos: La Biblioteca Británica exhibe ocho siglos de historia armenio-británica

13 de octubre de 2025

Una nueva muestra en la Galería de Tesoros de la Biblioteca Británica pone de relieve más de 800 años de interacciones y convivencia entre las comunidades armenias y británicas a través de una colección que abarca libros impresos, manuscritos, revistas y documentos efímeros en cinco idiomas procedentes de tres continentes. Desde el 27 de septiembre de este año hasta el 22 de febrero de 2026 en la ciudad de Londres.

La exposición, titulada "Britanahay: Armenian and British", recorre algunos de los momentos clave de la historia compartida entre Armenia y Gran Bretaña. Entre sus piezas más destacadas figura el primer libro armenio impreso en Londres en 1736, así como el manuscrito medieval "Anciennes et Nouvelles Chroniques de l'Angleterre" que contiene una ilustración del histórico encuentro entre el rey Ricardo II de Inglaterra y el rey León V de Cilicia.

Más allá de estos hitos históricos, la muestra también da cabida a ejemplos del patrimonio cotidiano armenio-británico. Entre ellos destaca el periódico Aregak (Արեգակ; Sol), publicado en Wimbledon durante los años sesenta y setenta, y una guía turística de Chipre elaborada por los hermanos Mangoian, dos reconocidos fotógrafos armenio-chipriotas.

La exposición puede visitarse de forma gratuita en la Galería de Tesoros de la Biblioteca Británica. El proyecto cuenta con el apoyo del Instituto Armenio y la Fundación Benlian.

En el marco de un viaje cultural a Inglaterra tuve la oportunidad de visitar la muestra en la Biblioteca Británica, ese espacio ubicado en el corazón de Londres, que se erige como una de las instituciones más venerables del mundo, albergando millones de volúmenes y documentos que trazan la historia de la civilización. Fundada en 1753 como parte del Museo Británico, esta majestuosa biblioteca se convirtió en una entidad independiente en 1997, consolidándose como el depósito nacional de libros y conocimiento del Reino Unido.

Entre sus colecciones, algunos tesoros destacan con brillo propio. La Carta Magna, ese documento medieval que revolucionó la historia jurídica occidental, descansa bajo vigilancia en sus bóvedas, los Quilts of the Quakers, las Cartas de Isaac Newton y los manuscritos originales de Lewis Carroll demuestran el alcance incomparable de su acervo. Sin embargo, quizás ningún objeto sea más emblemático que el Libro de Kells, un evangeliario ilustrado del siglo IX considerado una obra maestra del arte y la artesanía medieval.

La biblioteca también custodia primeras ediciones de las obras de Shakespeare, incluyendo el Primer Folio de 1623, así como manuscritos de autores como Jane Austen y Charles Dickens. Además, su colección de mapas históricos, incunables y documentos musicales la posicionan como un faro indispensable para investigadores, académicos y curiosos de todo el planeta que buscan conectar con las raíces del conocimiento humano.

Esa mañana que me dirigí a King’s Cross, un -por supuesto- cielo gris de octubre envolvía Londres. La exposición "Britanahay" se asomaba como una puerta largamente cerrada, finalmente disponible para quienes buscaran entender los hilos invisibles que conectan Oriente Medio, Asia Central y las islas británicas.

El Dr. Michael Erdman había seleccionado cada pieza con precisión quirúrgica. Su comprensión de los tesoros de regiones remotas trasciende el conocimiento meramente académico; reconoce que un libro no es únicamente un objeto, sino un puente tendido entre mundos separados por geografía y tiempo. La presencia de la Embajada de Armenia en cada detalle revelaba una atención casi vigilante, como si quisiera garantizar que estas narrativas fueran narradas con la exactitud y reverencia que merecen.

Lo primero que recibía al visitante era La historia de los armenios de Movses Khorenatsi, impresa en Londres en 1736. El contraste era palpable: palabras armenias convertidas en tipos de imprenta inglesa, una lengua migrante, exiliada pero palpitante de vida. Bajo el vidrio de protección residía una verdad singular: la palabra escrita como acta de supervivencia, como testimonio de que una cultura puede viajar donde los cuerpos no pueden seguirla.

Cerca de allí reposaba un manuscrito francés del siglo XV envuelto en la neblina de la posibilidad histórica; tal vez documentaba el encuentro entre el rey Levon V de Cilicia y Ricardo II de Inglaterra, tal vez no. La historia se sostiene siempre en estos márgenes borrosos donde el hecho y la especulación convergen, dos coronas inclinándose la una hacia la otra, la tensión de imperios tocándose apenas. Un pequeño gesto que pudo haber transformado todo.

Las paredes se poblaban de retratos capturados por Ida Kar, la fotógrafa británico-armenia del siglo XX cuya obra penetraba en los espacios de la galería. Sus imágenes no eran simples documentación visual; eran confesiones en blanco y negro, testimonios de rostros que llevaban dentro dos mundos, dos idiomas, dos pasados. En cada fotografía se capturaba algo esquivo: la melancolía particular de quien ha sobrevivido, la dignidad sin alarde de quien carga múltiples pertenencias.

Los códigos QR dispersos por la exposición ofrecían acceso a historias orales. Fragmentos de vidas resonaban desde altavoces discretos, voces que atravesaban siglos, susurrando desde la memoria. Entrevistas con personas que habían vivido esta duplicidad existencial, que habían navegado los estrechos canales de la comunidad armenia dentro de Inglaterra. Aquellas voces hablaban de nostalgia y adaptación, de raíces que no pueden ser arrancadas sino únicamente replantadas en suelo extranjero.

Lo que la exposición revela, trasciende a Armenia y a Gran Bretaña. Los exilios, los viajes, las historias de personas que pertenecen simultáneamente a varios lugares: esto es universal. Es la condición fundamental de un mundo donde las fronteras son más permeables que nunca, donde las identidades se multiplican y coexisten. Quienes visitaban estas vitrinas no necesitaban ser armenios ni británicos para reconocer en ellas la propia experiencia, la propia lealtad dividida, el propio acto de llevar múltiples patrias en el pecho.

La exposición permanecerá en la Galería de Tesoros hasta febrero de 2026. Los objetos tienen tiempo de sobra, esperarán pacientemente a que los visitantes los visiten, a que nuevos ojos descubran lo que allí reposa. Las historias se quedarán en el vidrio, en el papel, en los surcos del tiempo, esperando ser leídas nuevamente, recordadas, incorporadas a las narrativas personales de quienes las encontraran.

Porque así funciona la memoria cultural: no desaparece, simplemente aprende a vivir en otros lugares, bajo otros cielos, con otras lenguas rodeándola. Viaja como una piedra en el bolsillo, pequeña pero constante, un peso que no se olvida.

Lala Toutonian

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