¿Qué puedo hacer yo por Armenia?

Ante cuestionamientos a ciertas políticas del gobierno de Armenia, la pregunta que subyace es si esto puede desalentar acciones de la diáspora, donde vive el 75% de los armenios, o incluso modificar sus sentimientos hacia la Madre Patria.
El 20 de enero de 1961, en su discurso inaugural el 35° presidente de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, pronunció una frase emblemática que aún hoy resuena con fuerza en ese país y es un ejemplo para otras latitudes.
“Compatriotas, no pregunten qué puede hacer su país por ustedes, pregunten qué pueden hacer ustedes por su país”, sentenció Kennedy, en un momento en que el mundo transitaba una cada vez más “caliente” Guerra Fría y ya se aproximaba a la amenaza de holocausto nuclear, un hecho que en octubre de 1962 tuvo en vilo al mundo entero con la llamada Crisis de los Misiles.
A casi 65 años de ese momento crucial, la frase adquiere una inusitada vigencia, en especial para los armenios del mundo entero. No sólo los de la República de Armenia, que desde hace un lustro sienten cómo las garras azeríes se acercan peligrosamente a sus propias casas, sino también para los armenios de la diáspora en su conjunto, no importa en qué país se encuentren.
Disparador del debate
Días pasados, a propósito del Fonatón que organizó el Fondo Armenia de Argentina, en uno de los grupos de Whatsapp en los que participo, integrado en su totalidad por armenios, se planteó un debate que por momentos fue subiendo de tono, acerca de si correspondía comprometerse a hacer el aporte mensual de 5.000 pesos equivalentes a un café, que se presentaba como eje de la campaña de recaudación del Fondo.
El argumento central de quienes pregonaban esta posición era que los hayastantsí (armenios nacidos en Armenia) en rigor no consideran verdaderos armenios a quienes no nacieron en Armenia, sino en alguna de las comunidades de la diáspora. Por eso, decían ese aporte destinado a comprar calentadores de agua para ciudades fronterizas en el sur de Armenia -por cierto, un objetivo noble, económico, eficaz y práctico- debería salir de recursos presupuestarios del gobierno de Nikol Pashinyan y no de los bolsillos de los eventuales aportantes locales.
Aún no tengo claro por qué, pero en ese momento vino a mi memoria la célebre frase de Kennedy, instando a los ciudadanos estadounidenses a poner el hombro y darle a su país sin pedir nada a cambio, en lugar de reclamar apoyo o algo puntual de la nación.
En tiempos de zozobras en la Madre Patria; persecución desde el gobierno a la milenaria Iglesia Apostólica Armenia, sus funcionarios y máximos dignatarios; búsqueda de firmar un acuerdo de paz con Azerbaiyán a cualquier costo, aunque sea injusta e insegura para Armenia; cediendo en cada punto de la agenda para llegar a un acuerdo; “coqueteo” hipócrita con Turquía, y teniendo un gobierno que se sienta en la mesa de los agresores con los pantalones a la altura de la tobillos, la pregunta acerca de qué puedo hacer yo por Armenia, suena más fuerte que nunca.
Y son varias las respuestas posibles:
1) Apoyo a la República de Armenia y a sus ciudadanos, siempre y en cualquier circunstancia. Mucho más, en momentos de amenazas externas a la seguridad nacional y la integridad territorial. Esto, independientemente del gobierno de turno que, en todo caso, deberá ser enfrentado con las armas y los instrumentos que da la democracia, vía elecciones, a través de la prensa y las acciones de organizaciones de la sociedad civil y los partidos políticos.
Durante la Guerra de los 44 días en 2020 se popularizó una imagen, impulsada incluso por el propio Gobierno, que mostraba a Armenia como un puño con los colores de la bandera, que se formaba a partir de tres grandes ramas, la diáspora, la República de Armenia y la República de Artsaj.
Esta última hoy no existe como tal y tiene población armenia, producto del bombardeo a la población civil en septiembre de 2023 y la consecuente limpieza étnica. Es un territorio con fuerzas de ocupación azeríes. Si la diáspora también se hace a un lado, por la razón que fuere, Armenia queda literalmente sola en un contexto geográfico complejo, rodeada de países hostiles y en el peor de los casos, enemigos.
2) Involucrarse en el destino de Armenia. La campaña de crowdfunding del Fondo Armenia no tiene como único objetivo acumular recursos económicos. Si bien el crowdfunding es una forma de financiación de un proyecto o una campaña que consiste en utilizar el capital de muchos individuos a través de pequeños aportes, ésta es sólo una parte de la estrategia.
La campaña también busca que cada vez más armenios se sumen y se comprometan con acciones en Armenia o a favor de Armenia. En este caso se trató de adherir a hacer un aporte voluntario durante un período de tiempo, en apoyo a un objetivo importante para el país, como es incentivar la residencia permanente de la gente en localidades de Syunik, fronterizas con la región de Artsaj, hoy ocupada y controlada por las tropas de Azerbaiyán.
Evitar la migración de esas familias se constituye casi en una cuestión de seguridad nacional, lo mismo que la presencia de la Misión de Observadores de la Unión Europea, que desde febrero de 2023 están en la zona –permanecerán hasta el 19 de febrero de 2027- aunque Azerbaiyán está presionando cada vez con más fuerza para que Armenia de por finalizado el mandato, bajo el argumento -por el momento incierto- de que la paz está avanzada.
Muchas veces se compara la situación de la diáspora armenia con la diáspora israelí y hasta se ha mencionado con cierto asombro cómo los judíos de todo el mundo apoyan económicamente a su Estado. Sin embargo, cuando se pide una mínima colaboración por el valor de un café al mes, muchos armenios apelan a excusas difíciles de comprender para evitar el pago.
3) Viajar a Armenia todas las veces que sea posible. Conocer Armenia como turista primero sorprende, después agrada y finalmente enamora. No hay ningún lugar en el mundo donde un armenio de Argentina se sienta como en casa, y ese lugar es justamente Armenia.
Pero, además al viajar a Armenia se contribuye al desarrollo de la economía local, al contratar servicios como hoteles, excursiones y servicios turísticos, gastronomía, compras y souvenirs, visitando pueblos más alejados no sólo Ereván, se aporta al crecimiento económico y la generación de empleo local.
En 2024 2,3 millones de personas visitaron Armenia, lo que, en relación a la población total de 3,1 millones de habitantes, según los últimos cálculos oficiales, representa un 74% versus el total de residentes. Es como si en la Argentina, con casi 47 millones de habitantes, llegaran cada año unos 34,8 millones de turistas extranjeros. Darían vuelta la economía con el ingreso de dólares.
Visitar Armenia tiene también el beneficio de que uno se acerca a la cultura, las costumbres, el idioma, la historia del lugar, fortaleciendo los lazos identitarios. Ir a Armenia es aplicarse una inyección de armenidad.
4) Participar en las actividades comunitarias para fortalecer a las instituciones armenias en Argentina, independientemente del perfil ideológico o partidario. Esta participación comienza con inscribir a los hijos e hijas en escuelas armenias, participar en actividades deportivas, grupos scout, conjuntos de danzas, grupos de teatro, coros, y también asistencia a eventos, etc.
Un capítulo aparte es la práctica del idioma. Hay miles de personas en la comunidad de Argentina que pasaron por los colegios armenios y aprendieron a hablar pero que por no usar el idioma lo van perdiendo. Para quienes no saben armenio hay cursos de idioma en Hamazkain los sábados por la tarde.
Si a los chicos no se les habla en armenio, pierden la costumbre de hacerlo, y luego es lógico que se sientan raros, inseguros al hablar y hasta les dé vergüenza. “Sólo se ama lo conocido” dijo hace más de 25 siglos el filósofo griego Sócrates, de manera que la mejor manera de amar lo armenio es sabiendo armenio.
Esto permitirá además acceder a información publicada en medios de Armenia o posteos en redes sociales en armenio, con información muy interesante de actualidad, que de otra manera quedaría vedada por la barrera idiomática.
En suma, lo mejor que puede hacer cada uno de nosotros por Armenia es vivir como armenios. Ser armenio no es comer un shish kebab o un lehmeyun los fines de semana. Es mucho más que eso. Está en cada uno aportar su granito de arena para que la República de Armenia y la diáspora, Hayastán y Spiúrk, sean cada vez más una unidad inquebrantable.
Y no es un problema de edad. Esto es aplicable a chicos, jóvenes, a gente de mediana edad o incluso adultos mayores, todos podemos hacer algo por Armenia.
Carlos Boyadjian