El emotivo adiós de Juan Ohanian a su padre Levón, a los 102 años

23 de diciembre de 2025

Juan Ohanian despidió a su padre, Levón, fallecido a los 102 años, a través de una carta publicada en sus redes sociales, en la que expresa el impacto emocional de la pérdida y reconstruye, con palabras simples y directas, el perfil de una vida extensa y plena, marcada por el trabajo, la coherencia, la familia y la memoria de la inmigración armenia en la Argentina.

“Estamos muy tristes, casi como congelados en el tiempo, recordando todo lo vivido”, escribe Juan, al evocar una larguísima trayectoria llena de anécdotas y momentos que acompañaron a la familia desde la infancia hasta la adultez. Recuerda a su padre como un hombre práctico, metódico y de palabras justas, “perfeccionista al detalle”, sincero, genuino y sin filtro, que decía lo que pensaba “nunca desde el daño”.

A lo largo del texto, subraya la fuerza, el orgullo y el honor con los que Levón transitó sus 102 años, siempre fiel a sus propias normas y a su manera de vivir. “Viviste siempre a tu manera. Hiciste todo lo que quisiste”, señala, destacando una vida guiada por la coherencia y la libertad de elegir el propio camino.

Juan Ohanian también expresa el orgullo por el recorrido laboral de su padre, quien, con escasos estudios, llegó a fabricar “los mejores zapatos del mundo”. Recuerda además el profundo significado que tuvieron para él los dos títulos universitarios que sus nietas le regalaron en vida, y la exigencia que supo transmitir en relación con el trabajo y la responsabilidad, valores que dejaron una marca permanente en la familia.

La carta incluye una mirada íntima sobre la vida familiar, el vínculo con su esposa y la crianza: “Con mamá formaste una familia y me criaron como a un príncipe”. Aparecen también rasgos cotidianos de su personalidad: su rechazo a los fanatismos y a las religiones, su mirada crítica sobre el fútbol y una forma de ser simple, directa y sin artificios.

En uno de los pasajes más sentidos, Juan expresa la vulnerabilidad que atraviesa la familia ante la partida de quien considera la cabeza del hogar. “Es un golpe durísimo para el alma”, escribe, aunque destaca que su padre deja como legado una familia unida, atravesada por el amor, la lealtad y la huella de una vida vivida con fuerza y sin dobleces.

Hacia el final, la despedida se proyecta como continuidad. “Tu ausencia física es enorme, pero tu presencia será para nosotros imborrable”, afirma, al señalar que esa presencia aparecerá en cada decisión, en cada duda y en cada recuerdo de origen. La carta cierra con una afirmación identitaria y de gratitud: “Nuestra sangre es armenia y nuestra familia pudo crecer en este bendito país que eligieron tus viejos”.

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