Alfonsín y el histórico reconocimiento del Genocidio Armenio revivido por Raúl Alconada Sempé

La noche del 1° de septiembre de 1987, el salón Tutundjian de la Asociación Cultural Armenia, en Armenia 1366, estaba colmado. Dirigentes comunitarios y representantes de más de treinta instituciones aguardaban expectantes. En la mesa principal se ubicaban el juez León Carlos Arslanian; Avedik Izmirlian, presidente de la Asociación Cultural Armenia; Arturo Abu Hayatian; Eduardo Seferian, presidente de la Institución Administrativa Armenia; los prelados monseñor Krikoris Puniatian y monseñor Vartán Boghossian, entre otros. No era un acto más en la vida comunitaria: el presidente Raúl Alfonsín llegaba para dar respuesta a una carta colectiva que pedía, con palabras firmes, el reconocimiento oficial del Genocidio Armenio perpetrado por el Estado turco.
El contexto no era menor. Dos años antes, el Informe revisado de Benjamin Whitaker en Naciones Unidas había concluido que las masacres de 1915-16 cumplían con los criterios de genocidio, un dictamen ratificado en 1986 por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas (ECOSOC). En la Argentina, la democracia apenas salía de la dictadura, la economía estaba en crisis y la sublevación de los carapintadas de Semana Santa, en abril de 1987, había puesto a prueba la estabilidad institucional.
En ese clima, la colectividad armenia redobló su esfuerzo. El Consejo Nacional Armenio intensificó su trabajo: reuniones, documentación y contactos con las autoridades. Figuras como Ricardo Yerganian, Avedik Izmirlian, Mario Nalpatian y Arturo Abu Hayatian, con el apoyo de su esposa, la diplomática Noemí Gómez, fueron decisivas. Mario Nalpatian recuerda que la palabra “genocidio” estaba casi vedada en foros internacionales y destaca que fue el Dr. Raúl Alconada Sempé quien, desde la Cancillería, asumió la responsabilidad política de abrir el camino hacia el reconocimiento presidencial.
Cuando Alfonsín tomó la palabra aquella noche, lo hizo con la calidez y sobriedad que lo caracterizaba, pero también con una emoción contenida. “Sé muy bien que sus padres, sus abuelos, a lo mejor ustedes mismos, han llegado a nuestra tierra empujados por acontecimientos dolorosos en momentos durísimos, quizás de los más duros que ha podido sufrir un pueblo todo, como fue el Genocidio de los años 1915 a 1917”, pronunció. La frase resonó en el salón, convertida en un gesto histórico: por primera vez un presidente latinoamericano reconocía públicamente el Genocidio Armenio. Anteriormente, en 1965, Uruguay fue el primer país en el mundo en reconocerlo.
Ese cruce entre el impulso comunitario, la sensibilidad de Alfonsín y un clima internacional más receptivo, con gestos como el de François Mitterrand en 1984 o la ratificación de informes internacionales, permitió a la Argentina situarse en la vanguardia del reconocimiento.
Detrás de esa decisión hubo meses de conversaciones, debates en el Congreso y gestiones que permitieron blindar políticamente el acto. A 38 años de aquel hito, Diario ARMENIA dialogó con Raúl Alconada Sempé, exvicecanciller y protagonista de ese proceso, quien reconstruyó con detalle cómo se gestó aquel momento que inscribió a la Argentina en la vanguardia de los derechos humanos y en la memoria de un pueblo.

Krikoris Puniatian y Eduardo Seferian
Entrevista al Dr. Raúl Alconada Sempé
—¿Cómo se dio su acercamiento a la problemática armenia?
—Fue a través de un amigo armenio, representante de un partido político armenio, Mario Nalpatian, en una reunión de la Internacional Socialista, a la cual ambos fuimos como invitados u observadores. Él comenzó a describirme la historia y la propuesta política de la comunidad armenia en todo el mundo y en la Argentina. Me impactó muchísimo. Tuve la suerte de conocer a otro gran sostenedor de la causa armenia, Arturo Abu Hayatian, que estaba casado con la ministro Noemí Gómez, de la Cancillería, a cargo del tema del Movimiento de No Alineados. Entre Arturo y Noemí aprendí el resto. Una tarde me llevaron a ver unos documentales de la Primera Guerra Mundial, en un departamento lejos del centro. El documental fue de una claridad terrible, y como si todo lo que me habían explicado o yo leído no hubiera alcanzado, esa tarde ya no me quedó ninguna duda.
—Usted estuvo muy cerca del presidente Alfonsín durante su presidencia: ¿Cómo recuerda el proceso que lo llevó a pronunciar ese discurso en la Asociación Cultural Armenia en 1987?
—Sí, es cierto. Fue un honor y un privilegio trabajar con el presidente Alfonsín, y además, lo disfruté, porque al mismo tiempo aprendía miles de cosas, y me permitió también conocer a la Cancillería por dentro. Los políticos éramos pocos, y hasta los dos primeros vicecancilleres fueron profesionales, “de la Casa”. Eran dos embajadores de excelencia, Elsa Kelly y Hugo Gobbi, a los que hay que sumarle Jorge Mauhourat, Marcelo Delpech, Oscar Torres Ávalos, Enrique Quintana, y muchísimos más. Nosotros seríamos, con el Canciller incluido, no más de diez o doce funcionarios, artículo 5°, lo que significa provisorios; sólo durábamos lo que el Presidente que nos nombró continuara siendo presidente.
El primer antecedente, totalmente extraño al tema armenio, pero que nos sirvió para saber cómo manejarlo, fue el acercamiento de una delegación de la República Árabe Saharaui. Su misión era buscar el reconocimiento de la República como un país soberano del África, y primero pasaron por la Comisión de Relaciones Exteriores de Diputados, que la presidía Federico Storani, y el secretario, Carlos A. Becerra. Ambos diputados eran radicales y amigos míos desde la militancia reformista en la Universidad. Me lo comentaron personalmente, y yo lo recibí espontáneamente. Adherí a su propuesta, e intenté formalizarlo hablando con mis colegas responsables del tema. Perdí como en la guerra. Lo que para mí, y para Freddy (Storani) y Carlos (Becerra) era algo simple, resultó un conflicto interminable con actores, algunos impensados, otros no tanto. Marruecos, por supuesto, puso el grito en el cielo, reservadamente, pero puso el grito con mis colegas de la Casa, y con algún senador sensible. Me explicaron la vinculación de Argelia y Francia en la materia, y una interna entre los países árabes. Muy complicado para mí. Insistí con el tema hasta el final, pero no tuve éxito, y en medio de la transición entre Alfonsín y Menem, fue Menem quién cortó el tema de cuajo.
—Se trataba de cuestiones muy distintas…
—Es cierto, totalmente diferente. Pero me sirvió para entender cómo funciona una Cancillería profesional, y cómo actuamos los que venimos de la política.
—¿Cómo decidieron avanzar para que el tema prosperara?
—Advertido de la experiencia previa, esta vez lo hicimos distinto. Federico Storani y Carlos Becerra presentaron un proyecto de Declaración titulado Genocidio cometido contra el pueblo armenio (Punto 108, Orden del Día N° 709), que fue tratado por la Comisión que ellos componían y dirigían, lograron su aprobación por unanimidad, y pasó al plenario de la Cámara, que aprobó la Declaración en su reunión del 17 de abril de 1985.
La exposición del diputado Federico Storani trató el tema con mucha precisión, y lo más importante fue, a mi juicio, que vinculó a los expresidentes Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón y Arturo Illia, detallando qué había firmado cada uno de ellos. El reconocimiento de la República de Armenia (20/5/1920), el reconocimiento de la conformación interestatal donde estaba inserta la República Armenia (1946), la Resolución 96 (I) del 11 de diciembre de 1946 de la Asamblea General de las Naciones Unidas por la que se declaró que el genocidio es un delito de derecho internacional contrario al espíritu y a los fines de las Naciones Unidas. Se aprobó posteriormente una Convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio, que entró en vigor el 12 de enero de 1951 y que el presidente Arturo Illia depositó su instrumento de ratificación el 31 de octubre de 1963.
Dos meses después, los diputados amigos hablaron con los senadores amigos, y éstos hablaron con los senadores de los otros partidos, y la Comisión de Relaciones Exteriores aprobó por unanimidad el 28 de mayo de 1985 la Declaración titulada Condena de hechos ocurridos en Armenia en 1915. Aquí también participó, como senador por la ciudad de Buenos Aires, otro expresidente de la Nación, Fernando de la Rúa. Cuando pasó al plenario del Senado hubo una confusión con un miembro de la bancada justicialista que pretendió desestimar la Declaración por los problemas que nos podría traer con Turquía, y el impacto en la política de la OTAN. Se le dio tiempo para que reflexionara, optase retirarse del recinto, y así fue aprobado sin oposición el 19 de junio de 1985.
—¿Ese paso por el Congreso buscaba blindar la decisión tanto en Diputados como en Senadores?
—Efectivamente. Mientras tanto continuábamos conversando con Storani, Becerra, y ya nos animamos a abrir el diálogo con Leandro Despouy, otro artículo 5°, algún intercambio con Carlos Arslanian, y manteníamos permanentemente el diálogo con Mario Nalpatian y con Arturo Abu Hayatian.

—¿Cómo se involucró Alfonsín directamente en el tema?
—Las cosas que yo había aprendido sobre la historia de Armenia, y en especial el Genocidio, se las comentaba a Alfonsín, quién lo registraba con mucho interés. Pero ya era el momento de involucrar institucionalmente al presidente Alfonsín y al Canciller Caputo, contando con las dos declaraciones firmadas por ambas Cámaras. Con Mario (Nalpatian), por un lado, y con Arturo (Hayatian), por separado, conversamos sobre la conveniencia de hacer una reunión para transmitir la respuesta del gobierno a la carta firmada por las instituciones de la comunidad armenia. Se hizo la comida el 1° de septiembre de 1987, a la que no pude concurrir porque ya me habían trasladado al Ministerio de Defensa, después de Semana Santa.
Las palabras que merecen recordarse fueron: "Sé muy bien que sus padres, sus abuelos, a lo mejor ustedes mismos, han llegado a nuestra tierra empujados por acontecimientos dolorosos en momentos durísimos, quizás de los más duros que ha podido sufrir un pueblo todo, como fue el Genocidio de los años 1915 a 1917."
El acto del 1° de septiembre en la Asociación Cultural Armenia estuvo encabezado por su presidente, Avedik Izmirlian; Eduardo Seferian, presidente de la Institución Administrativa Armenia; el primado de la Iglesia Apostólica Armenia, monseñor Krikoris Puniatian, el exarca de la Iglesia Católica Armenia; funcionarios nacionales y dirigentes comunitarios. Las conversaciones para obtener el reconocimiento fueron promovidas y mantenidas por el Consejo Nacional Armenio. Previo al acto del reconocimiento, más de 30 instituciones armenias de la República Argentina firmaron una carta dirigida al presidente Alfonsín pidiendo su reconocimiento. Hasta llegar al reconocimiento tuvimos reuniones con funcionarios del gobierno, entre otros Eduardo Rabossi. De parte del Consejo, participaban Ricardo Yerganian y Mario Nalpatian.
—¿Cuál fue el comentario del presidente Alfonsín después de esa reunión del 1° de septiembre en la Asociación Cultural Armenia?
—Alfonsín me transmitió la satisfacción de haber dado ese paso, que lo veía como el cumplimiento de un deber moral. Me formé la certeza sobre la plena convicción que tuvo el presidente para expresar su reconocimiento. Estaba orgulloso de hacerlo. Mario Nalpatian, como miembro activo de la comunidad, y el matrimonio de Arturo Abu Hayatian y Noemí Gómez, con clara pertenencia a la comunidad armenia y como diplomática experimentada, le habían transmitido, con todos los detalles, los temas en discusión. Me perdí la comida, pero no los comentarios posteriores, y la alegría de muchos miembros de la comunidad que fui conociendo en ese tiempo.
—¿Ya existían antecedentes internacionales, no es así?
—Sí, ya había reconocido el Genocidio el presidente de Francia, François Mitterrand, y ahora se trataba de otro paso muy trascendente; un gobierno de América Latina, expresión de la restauración democrática en el continente, hiciera lo mismo.
Además de lo que se había avanzado en la ONU, hubo expresiones claras sobre el Genocidio. Se pueden señalar, entre las más importantes:
a) Abril de 1965 Uruguay reconoce por Ley el Genocidio Armenio
b) Abril de 1967 el Parlamento Latinoamericano reunido en Montevideo aprueba una moción para que las Naciones Unidas resuelvan la Cuestión Armenia y entreguen al pueblo armenio el territorio seccionado por Turquía y la URSS".
c) Enero de 1984, Vienne, Francia el Presidente François Mitterrand reconoce el Genocidio Armenio.
d) Abril 1984 Tribunal Permanente de los Pueblos, Paris, juzgo, reconoció y condeno al gobierno de los Jóvenes Turcos por el Genocidio Armenio.
e) Agosto de 1985 la Subcomisión de Prevención de Discriminaciones y Protección de las Minorías de las Naciones unidas aprobó el Informe sobre la Cuestión de la Prevención y Sanción del Crimen de Genocidio (Ben Whitaker), que reconoció el Genocidio Armenio, ese Informe fue ratificado por el ECOSOC en sus sesiones de febrero 1986, en la aprobación y reconocimiento Leandro Despouy tuvo un rol fundamental.
f) Junio de 1987 el Parlamento Europeo reconoce el Genocidio Armenio.
—¿Podría decirse que ese gesto de Alfonsín abrió el camino para la posterior Ley 26.199 del año 2007 que instituyó el 24 de abril como el “Día de la acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos?
—Ninguna duda. La ley fue aprobada por ambas Cámaras, sin oposición ni dificultades. El tema ya estaba insertado en la lista de las políticas de Estado. El expresidente Néstor Kirchner también firmó la promulgación de esta ley. La senadora Cristina Fernández de Kirchner participó de la sesión 28, Reunión 31, del Senado en la que se aprobó por unanimidad el proyecto de ley, el 13 de diciembre de 2006. Seis presidentes de la República se comprometieron personalmente, con sus firmas, en el ejercicio de la presidencia de la Nación, o como senadores nacionales, en el reconocimiento del genocidio sufrido y de los derechos de la comunidad armenia.
La escisión de los principios éticos que fundamentan la política interna e internacional y la práctica de la política es una claudicación inaceptable. Un genocidio no puede desconocerse porque es un agravio que sufre todo el mundo civilizado; y no caben los cálculos que hoy se ven, desgraciadamente, si alguien puede sensibilizarse. Nuestra política se basa en que ningún país pierda la sensibilidad antes de cometer un genocidio. Después es tarde. Cabe la condena, pero la humanidad dio otro paso hacia atrás.

La entrevista con el Dr. Raúl Alconada Sempé reconstruye un proceso político y humano que combinó las lecciones diplomáticas aprendidas con la convicción moral que nació del contacto con referentes armenios y el impacto de los documentales. El exfuncionario describe la estrategia deliberada que buscó blindar el reconocimiento del Genocidio Armenio con aval parlamentario, unanimidad en comisiones y respaldo de más de 30 instituciones, en un contexto donde la Cancillería enfrentaba presiones externas. Nombres como Mario Nalpatian, Arturo Abu Hayatian, Noemí Gómez y Leandro Despouy se repiten en su relato como actores centrales, así como la reunión del 1° de septiembre en la Asociación Cultural Armenia, donde Alfonsín expresó lo que vivió como un “deber moral”.
Pero si algo queda claro es que nada de ello habría sido posible sin la labor precisa, planificada y coherente del Consejo Nacional Armenio que supo articular voluntades, sostener la causa con firmeza y dar continuidad al trabajo político hasta alcanzar, dos décadas más tarde, la sanción de la Ley 26.199. A casi cuatro décadas, aquel reconocimiento no aparece como un gesto aislado, sino como el fruto de una estrategia perseverante y de un compromiso ético que inscribió a la Argentina en la memoria de un pueblo y en la defensa universal de los derechos humanos.
Pablo Kendikian
Periodista
El histórico discurso de Raúl Alfonsín
Reproducimos las históricas palabras de Raúl Alfonsín del 1º de septiembre de 1987, que evidencian su ponderación de la ética y la moral en las Relaciones Internacionales, aún en un contexto de suma debilidad de la Nación:
«Sé muy bien que sus padres, sus abuelos, o a lo mejor ustedes mismos, han llegado a nuestra tierra empujados por acontecimientos dolorosos en momentos durísimos, quizás de los más duros que ha debido sufrir un pueblo todo, como fue el Genocidio de los años 1915 a 1917.Estamos en un país en el que están respetados los derechos humanos y es uno de ustedes el que desde la Justicia, como corresponde, vela por el cumplimiento de todas las normas de un Estado de derecho”.
«No se puede hablar de derechos humanos sin hablar de León Carlos Arslanian, ese gran juez argentino que tanto hizo por los derechos humanos y que tan bien ha hecho quedar a la comunidad armenia en la Argentina. En lo que a mí respecta, creo que lo mejor de ustedes está en este sentimiento del alma. No es odio, ni revancha siquiera. Es la necesidad imperiosa que uno siente de que se reconozca un hecho que ha pasado, que ha lastimado a todo un pueblo, que ha herido a toda una civilización como fue lo que ha ocurrido con Armenia».
«Es incomprensible la actitud de Turquía. ¿Cómo va a negar la evidencia? Nadie se ha sentido menoscabado y humillado cuando se ha perdido perdón en la Argentina. Los militares pidieron perdón por lo que hicieron a través del terrorismo de estado. La iglesia argentina pidió perdón porque sostuvo que no había hecho todo lo posible para combatir ese terrorismo de estado. Creo que se levantaron a si mismo. No significó una humillación, sino algo que hemos ponderado los argentinos. Lo mismo, pienso yo, puede suceder en el mundo si el gobierno turco, si el pueblo turco reconocieran lo que todos sabemos. Lo que sabe la historia, lo que se sabe en todo el mundo. Y dijera: sí señor, hemos hecho esto. Nos arrepentimos, como hicieron los propios alemanes, con la matanza de los judíos. Si hicieran esto, nadie resultaría más beneficiado, a mi criterio, que la propia Turquía. Sobre todo, serviría para calmar posible inquietudes graves que se tienen hoy en Armenia. Ustedes, que miran para adelante como aquí se ha dicho, están ganando ya la batalla. No porque quieran destruir a Turquía; sino porque Turquía va a tener que reconocer esto si quiere ser un país respetado en el ámbito del mundo civilizado. Es indispensable que nos demos cuenta de lo que ustedes han hecho, acá en la Argentina».
«Lo importante es comprender que este es un camino inexorable, que no debe transitarse a través del odio. Es una obligación por parte del pueblo armenio luchar para lograr ese reconocimiento de un genocidio que nadie duda que se ha producido».
«Es un hecho histórico absolutamente irrebatible, por otra parte. Creo que la batalla está ganada. Ustedes están triunfando. Tendremos problemas para la sanción de alguna de las cámaras de un proyecto de ley en los Estados Unidos. Vemos al actual presidente (G. Bush), de quién veremos pronto su estrepitosa caída en los Estados Unidos; discúlpenme ustedes van a triunfar por perseverancia, por esfuerzo, por trabajo, por dedicación, por esa fuerza espiritual que les da la necesidad de defender la historia, de defender a sus abuelos muertos y a tanta gente que ha sufrido el dolor tremendo de estas vejaciones absurdas que se producen en este siglo corto, un siglo tremendo de catástrofes… Que se acabe ese cinismo que siempre empieza con la indiferencia. Por encima de todo, que se vuelva a hablar de ética y de moral en el mundo… No hay posibilidad de una paz en el mundo sino hay primero ética, sino no reconocemos primero la necesidad de luchar solidariamente por los países que menos tienen y luchar contra todos los genocidios que se han producido en el mundo. Muy particularmente, por este que yo creo es el único que todavía no ha sido admitido. Turquía lo hará y todos lo aplaudiremos. Tengan la seguridad. Muchas gracias”.
El 20 de septiembre de 2015 se colocó en la Asociación Cultural Armenia una placa en homenaje a Raúl Alfonsín por su reconocimiento del Genocidio Armenio en 1987.


