Batalla de Karakilisé, tres días a sangre y fuego vitales para la supervivencia de Armenia

Entre el 24 y el 26 de nayo de 1918, en las cercanías de Diliján tuvieron lugar duros enfrentamientos con la infantería turca. Un plus de amor propio, instinto de supervivencia y liderazgo en el campo de batalla hicieron la diferencia.
La Campaña del Cáucaso estaba en su momento más álgido hacia fines de 1917, cuando la Revolución Bolchevique de octubre de ese año y la caída de la dinastía Romanov y, consecuentemente, del Imperio Ruso sacudió al mundo entero.
En los meses que siguieron el primer país del mundo en instaurar un régimen comunista entró en una virtual guerra civil. Pero el curso de Gran Guerra realmente dio un vuelco cuando el nuevo régimen, al mando de Vladimir Illich Uliánov, más conocido como Lenín, decidió que los proletarios de uno y otro lado no debían matarse entre sí.
Lo que siguió fue el retiro de Rusia de la Primera Guerra Mundial, el llamado “Regreso a casa” de los soldados rusos, la devolución de los territorios conquistados y la firma del Tratado de Brest-Litovsk el 3 de marzo de 1918, entre Rusia y las Potencias Centrales que integraban los imperios alemán, austrohúngaro y otomano, junto a Bulgaria.
Esto desencadenó la ofensiva de las tropas turcas en el frente del Cáucaso que, aunque ya no combatían a los rusos, aprovecharon el vacío para avanzar en ganancias territoriales, sin descuidar su histórico leitmotiv de uniformidad étnica al interior del imperio.
En ese objetivo, una vez más las poblaciones armenias “interrumpían” el paso de los turcos hacia el Asia Central, así que en la lógica racista de los líderes otomanos no quedaba otro camino que atacar y matar a quien se pusiera delante.

Ataques y desazón
Para mediados de mayo de 1918, las ciudades y aldeas armenias estaban siendo atacadas por tropas turcas al norte y al oeste, y por los tártaros musulmanes al este, los mismos que sólo unos días después adoptaron el nombre persa de Azerbaiyán para su nuevo país. Sí, no son otros que los abuelos o bisabuelos de los actuales azeríes.
La inesperada caída de la ciudad de Alexandropól (Gyumrí) a manos de las tropas turcas, y a sólo 200 km de Yereván, generó gran desconcierto en las fuerzas armenias y en la población que huyó como pudo hacia la zona de Abarán, donde sólo días después, por el avance de los turcos, tendrían lugar las batallas de Pash-Abarán y Karakilisé, que significa “iglesia negra”.
Tras la avanzada de los soldados turcos, la población de las ciudades de Mush, Erzingá y Erzerúm, así como los aldeanos provenientes de la provincia de Kars, iba corriendo hacia el este en busca de lugares seguros, mientras hombres, mujeres, niños y ancianos desprotegidos y hambrientos se contaban por decenas de miles.
El comandante de las fuerzas armenias en la región era el general Tovmás Nazarpekyan, quien ante la crítica situación, el 25 de mayo de 1918 dirigió un estremecedor mensaje a los pobladores.
“Si quieren liberar a sus familias y sus bienes, si no quieren vivir en una esclavitud peor que la que nuestros hermanos han sufrido durante siglos bajo el yugo del gobierno “dadjíg” (turco), si no quieren que perezca todo el pueblo armenio, vengan, todos los que puedan portar armas, vengan con sus armas y municiones, lleven provisiones para cinco días hasta que sea posible organizar la alimentación regular del ejército”.
Y agregó: “Donen pan, papas y otros alimentos para el ejército. Recuerden que cualquier retraso es destructivo en este momento crucial. Sepan que, si no podemos defender nuestra libertad y propiedad con las armas ahora, entonces no merecemos existir como pueblo independiente y entonces ¡ay de nosotros y de nuestros descendientes! Sepan bien que si no conquistamos ahora nuestra libertad por las armas y creamos un futuro feliz para nosotros, ni nosotros ni nuestros descendientes podremos hacerlo jamás”.
La avanzada turca buscaba abrirse paso por lo que hoy es el norte de Armenia, tomando Karakilisé (Vanadzor), Diliján y Jalaloghli (Stepanaván), de allí llegar a Kazakh-Elizavetpol (Gandzak), hoy Ganjá en Azerbaiyán,desde donde atacaría Bakú. En el medio tomaban lo que querían o lo que los armenios no podían defender, dominando la situación en la mencionada Alexandropól, la cercana Hamalú (Spitak) y Vorontsovka (Tashir).
Ante la falta de alimentos y municiones, el general Nazarpekyan escribió un desesperado telegrama a Consejo Nacional Armenio, instando a firmar la paz, ante la imposibilidad de continuar la lucha. La desmoralización de las tropas empezaba a crecer y la deserción no era un fenómeno ocasional.
“Informo que es necesario abandonar de inmediato las operaciones militares y firmar la paz... También solicito instrucciones sobre qué hacer si los turcos continúan su ataque contra Diliján, ya que el cuerpo de oficiales no tiene dónde retirarse. Si los turcos capturan Diliján, e incluso si el cuerpo de oficiales es trasladado a otro lugar, me veré privado de cualquier tipo de conexión con Tiflis, así como con algunas unidades militares”, señaló.
Aislado y sin saber lo que estaba pasando a pocos kilómetros, Nazarbekyan supuso que los turcos estaban avanzando en dirección a Yereván porque se había detenido el asedio a Karakilisé y la vecina Diliján.
Nshtéh listo para morir
Inesperadamente, el 24 de mayo llegaron noticias alentadoras desde Pash-Abarán y Sardarabád, donde las tropas armenias se hicieron fuertes y los turcos debieron emprender la retirada. Aunque sólo para reagruparse y volver a atacar.
Ese 24 de mayo la desesperación se transformó en esperanza cuando en los sinuosos caminos de Karakilisé, al este de Diliján apareció en escena un grupo de jinetes, fuertemente armados, a los que se unían voluntarios. Eran cientos de combatientes al mando de Karekín Nshtéh.

Nshtéh declaró que luchará hasta el final y que vino para morir. “Los oficiales fueron a entregarse, que vayan, y yo iré a morir. Quien no se considere moralmente muerto, que me siga”, gritó.
Dos días antes, otro suceso similar tuvo como protagonista al ignoto comandante de la 4° Batería, el capitán Kurkén Ter-Movsisyan. El 22 de mayo los oficiales del Cuerpo convocaron a una reunión en Diliján intentando convencer al general Nazarbekyan para que fuera a Karakilisé y se rindiera a los turcos.
Ter-Movsisyan fue categórico al negarse a obedecer esa orden. "No obedeceré esa decisión. Eso es traición. Nadie tiene derecho a tratar el destino de Armenia de esta manera. Saldré ahora mismo al frente con mis cañones para morir. Quien sea hombre y tenga sangre armenia en sus venas, que me siga”.
En su libro “Karekín Nshteh - El maravilloso espíritu de Karakilisé” (Yereván, 2004), Rafael Hambardzumyan cita las palabras de un testigo ocular, Vakhtang Ter-Harutyunyan, quien participó en la Batalla de Karakilisé. Y lo recuerda de esta manera:
“Nshtéh apareció en el frente de Karakilisé en aquellos días, primero como un apóstol alentador. Sus palabras tenían el atractivo hipnótico del acero fundido y se alzaban como una barrera. La apatía se disipó ante las palabras patrióticas de Nshtéh. Pronto regresó el ánimo para ir al frente y librar la batalla final, a vida o muerte, gracias tanto a las palabras persuasivas de Nshtéh como a su popular habilidad en el combate”.
Una bisagra en la historia
El 24 de mayo, las unidades armenias reorganizadas se trasladaron de Diliján a Karakilisé. El ejército se dividió en tres partes: el ala derecha del frente en el norte fue confiada al general Andranik, quien con sus 2.700 voluntarios debía defender el paso de montaña de Gargar (a 10 km de Stepanaván). En el ala izquierda, cerca del pueblo de Hajighara (Lernapat), estaba la unidad del coronel Samartsyán y la cuarta batería del capitán Kurén Ter-Movsisyán.

Al día siguiente, tuvieron lugar enfrentamientos con las unidades de reconocimiento avanzadas turcas. La caballería de Nshtéh y la batería de Ter-Movsisyan derrotaron a los turcos y los obligaron a huir, pero Kurkén Ter-Movsisyan murió en el campo de batalla.
El 27 de mayo, los turcos reagruparon sus fuerzas y lanzaron un contraataque, capturando varias posiciones perdidas el día anterior. El informe del Cuerpo habla de unas 2.000 tropas enemigas avanzando, y tomando la iniciativa. Ante la evidencia, el propio general Nazarbekyan envió un telegrama al Consejo Nacional diciendo que era necesario encontrar formas de reconciliarse con los turcos.
No pudiendo resistir los nuevos ataques otomanos, los armenios se retiran y el 28 de mayo, los turcos capturaron Karakilisé y Vardanlu. Mientras tanto, el cuartel general del Cuerpo de Ejército Armenio se trasladó de Diliján a Nerkin Akhta (Hrazdan).
Pese a la derrota y la retirada, la batalla de Karakilisé tiene una importancia capital para el futuro de Armenia y el propio Nshtéh, años después lo explicó así:
“Sin la Batalla de Karakilisé, no tendríamos ni la actual Armenia Soviética, ni tendríamos los armenios que viven hoy en esa región. La heroica lucha de tres días de Karakilisé salvó a los armenios de Ararat de la aniquilación total y sentó las bases del Estado armenio”.
Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar