El juicio al arzobispo Ajapahyan y un eco del pasado soviético

El arzobispo Mikael Ajapahyan, primado de la Diócesis de Shirak, enfrenta un juicio bajo los cargos falsos de “intento de toma del poder”, en un caso que la comunidad internacional y grupos de derechos humanos consideran claramente de persecución política.
Su arresto, ocurrido en la sede de Echmiadzín, provocó tensiones sin precedentes entre el poder político y la Iglesia Apostólica Armenia: fieles y clérigos rodearon la catedral para impedir la detención del arzobispo por parte de encapuchados del Servicio Nacional de Seguridad, mientras las campanas sonaban de manera continua como llamado de alerta. Ajapahyan fue trasladado posteriormente al tribunal de Avan, donde permanece detenido con prisión preventiva.
La operación policial ocurrió apenas 48 horas después de la detención del arzobispo Bagrat Galstanyan, líder del movimiento opositor “Lucha Sagrada”, en lo que la Iglesia Apostólica Armenia denunció como una campaña sistemática para vincular al clero con un supuesto complot golpista. La Santa Sede de Echmiadzín calificó la intervención como una ofensa directa a la fe de los armenios y autoridades locales y opositores políticos coincidieron en señalar la acción como un acto de hostigamiento con motivaciones políticas.
En la audiencia del 18 de agosto, Ajapahyan comparó su situación con la del arzobispo Artak Smbatyants, ejecutado durante las purgas stalinistas. “Sus registros indican que mi dirección es en la calle Obispo Smbatyants. Él fue el primer jefe de la Diócesis de Shirak, ejecutado en 1937 con 61 años. Sus verdugos fueron olvidados pero hoy una calle lleva su nombre. Algún día, hoy, o dentro de diez año, seré reivindicado. Pero ustedes seguirán siendo culpables. Sus hijos sentirán vergüenza”, declaró Ajapahyan ante el tribunal que preside Armine Meliksetyan, una jueza muy cuestionada por la defensa del clérigo.
Su defensa y observadores internacionales califican el proceso como una acelerada persecución judicial, con jueces y fiscales avanzando rápidamente sobre lo que consideran un caso fabricado.
La comparación con Smbatyants resalta la analogía histórica y el simbolismo y a la vez recuerda cómo la memoria de la represión permanece viva en Gyumrí, donde una calle lleva su nombre. El arresto de Ajapahyan actualiza esa historia y muestra que la persecución política y la presión sobre la Iglesia armenia forman parte de un patrón recurrente de confrontación entre poder y fe.
El régimen soviético y la resistencia eclesiástica armenia
El caso de Artak Smbatyants ilustra la brutalidad y la persecución sistemática del régimen soviético contra la Iglesia armenia. Durante la década de 1920, en el apogeo de las purgas estalinistas, las autoridades comunistas buscaron controlar y someter a la Iglesia acusando a sus líderes de actuar contra la revolución y de tener vínculos con la FRA-Tashnagtsutiún, cuyos miembros fueron perseguidos, asesinados y desterrados.
Artak Smbatyants, primado de las diócesis de Shirak y Ararat, denunció confiscaciones de tierras, impuestos abusivos y ataques planificados por miembros del Komsomol durante celebraciones religiosas. Fue arrestado en varias oportunidades por poseer literatura nacionalista y por ayudar a familias perseguidas. En 1937 fue condenado a muerte por un tribunal de seguridad interna, siendo ejecutado el 3 de septiembre de ese año.
La memoria de Smbatyants perdura en Gyumrí, donde una calle lleva su nombre, un recordatorio de la valentía del clero frente a la violencia estatal del momento. La paradoja actual es que Ajapahyan reside en esa misma calle, mientras enfrenta acusaciones políticas que evocan a la época soviética.