HOM, el corazón silencioso de la armenidad

04 de noviembre de 2025

Decir HOM es decir ayuda, solidaridad, entrega. Al pronunciar sus siglas parece que algo se ablanda en el corazón. Es hablar de mujeres que dieron y dan su tiempo sin pedir nada, que hicieron y hacen del servicio una forma de vida. HOM es amor hecho acción, un ejército silencioso que siempre acompañó a su pueblo durante más de un siglo.

La historia comienza en 1910, cuando Eduard Agnouni (Khachadur Malumian) llegó a los Estados Unidos e impulsó a las mujeres armenias a organizarse. En pocos meses, aquellas voluntarias que ya trabajaban en distintas instituciones se unieron bajo el nombre de Cruz Roja Armenia para fundar lo que luego sería la Sociedad de Socorro Armenio Հայ Օգնության Միություն. Cuidaban heridos, alimentaban a huérfanos, enseñaban armenio y reconstruían lo que las guerras y los destierros habían destruido.

A pocos años de su creación el primer desafío titánico fue recorrer los desiertos de Asia Menor y, a cambio de una moneda de oro per cápita, rescataron de manos de árabes, kurdos y turcos a cientos de miles de niños armenios, huérfanos sobrevivientes del Genocidio que perpetró el Estado turco y exterminó la vida de más de un millón y medio de armenios

En 1915, en plena guerra mundial y con el Genocidio Armenio en curso, HOM ya contaba con 33 filiales activas en los Estados Unidos. El primer Congreso General celebrado en Boston votó enviar ropa y medicinas a los refugiados, formar enfermeras para el frente y abrir escuelas donde hubiera posibilidad de hacerlo. Ese fue el inicio de una red que no dejaría de expandirse y de ayudar. Durante la República de Armenia se fusionaron con la Cruz Roja de Armenia y tras la sovietización salieron de la madre patria por las persecuciones del régimen, como gran parte de la estructura de la FRA-Tashnagtsutiún.

En las décadas siguientes la organización llegó a Europa, Medio Oriente y Sudamérica. Donde una nueva comunidad armenia comenzaba a organizarse, aparecían las voluntarias de HOM levantando comedores, talleres, hospitales, bibliotecas y jardines de infantes. Con el paso del tiempo consolidó su estructura mundial. La Segunda Guerra Mundial encontró a HOM trabajando con la Cruz Roja Internacional nuevamente asistiendo a refugiados, enfermos y desplazados. Luego vinieron las reconstrucciones, los programas educativos, los centros de salud y la creación de espacios culturales.

En 1933, Ren Vartanian, editor general de Diario ARMENIA, fundó la primera filial de HOM en Buenos Aires, y así comenzó la historia sudamericana de la organización. Desde entonces, las filiales de Argentina, Uruguay y Brasil se convirtieron en ejemplo de constancia y vocación comunitaria. La Casa de Descanso “Onnig Bodourian - Ohannés Diarbekirian”, inaugurada en 1975, fue la primera en su tipo en la Argentina, mientras que en San Pablo funciona la Casa do Repouso bajo el cuidado de la filial “Arpi”. A la par, el Jardín de Infantes “Diarbekirian” en el Colegio Jrimian de Buenos Aires y el Jardín “Nercesian” en el Instituto Educacional Nercesian de Montevideo, expresan la misma vocación formativa y solidaria. Los conjuntos de danzas folklóricas Nairí y Sasún, así como el infantil Shirag, continúan difundiendo la cultura armenia en toda la región. En cada uno de los tres paises, HOM sigue tejiendo vínculos, sosteniendo instituciones y sembrando identidad, demostrando que la beneficencia y la vocación de servicio no es sólo hacia adentro de la comunidad, sino también un compromiso con la sociedad en la que vive.

En la mayoría de las familias armenias de nuestro medio hay mujeres que alguna vez formaron parte de la estructura de HOM. Madres, abuelas, tías o hermanas que tejieron redes de ayuda y de afecto, cuyos nombres figuran en diplomas cuidadosamente enmarcados, guardados como pequeñas reliquias de orgullo. Esos certificados no son simples papeles: son testimonios de una vida dedicada a servir, de una generación que entendió que la solidaridad también se hereda.

HOM también supo proyectar su voz al mundo. Desde 1975 participa en la Organización de las Naciones Unidas - ONU y tiene estatus consultivo ante el Consejo Económico y Social (ECOSOC) desde 1998. Sus representantes defienden los derechos humanos en los foros internacionales, como también el rol de la mujer, la justicia social y la autodeterminación de los pueblos. Su presencia en la ONU refleja la dimensión universal de un trabajo nacido en la diáspora pero guiado por principios de humanidad.

A lo largo del siglo XX y hasta hoy, HOM transformó su impulso solidario en programas concretos: el Centro Materno-Infantil de Akhuryan, los jardines “Sosé”, el programa “Hijos de Héroes Caídos”, las becas universitarias y, más recientemente, “Hogares de Esperanza”, que brinda viviendas a familias desplazadas de Artsaj. Cada una de esas acciones tiene detrás una red de voluntarias, benefactores y escuelas que mantienen viva una tradición de ayuda y compromiso gracias al aporte de miles de personas que conocen y colaboran con la inmensa tarea que realizan.

En cada país, en cada filial, hay HOMuhís que trabajan en silencio. No buscan reconocimiento ni honores: prefieren la discreción del servicio constante. Son las manos que preparan, las voces que consuelan, las que organizan sin que se las vea. Gracias a ellas, HOM sigue siendo el corazón materno que no deja de latir.

Esta organización maravillosa reúne más de 224 filiales en 26 países, con una red de más de 18 mil voluntarias que abarca los cinco continentes y que supo mantenerse fiel a sus valores fundacionales: solidaridad, compromiso, respeto, unidad y voluntariado. No hay muchas organizaciones en el mundo que, después de más de un siglo de existencia, sigan creciendo con el mismo impulso moral y con la misma energía que las vio nacer. HOM lo logró gracias a su fuerza invisible.

Hoy, cuando el mundo cambia a ritmo vertiginoso, HOM continúa fiel a su lema: “Con mi pueblo, para mi pueblo”, una idea que más que una frase, es un mandato ético. HOM no es sólo una institución: es una conciencia colectiva, una memoria activa y una promesa que se renueva con cada generación adaptándose a los tiempos sin perder su esencia.

En estos mismos momentos, miles de voluntarias dedican horas de sus días a sostener proyectos, tender la mano y acompañar silenciosamente al otro, con el mismo entusiasmo con que lo hicieron sus antecesoras. Ese espíritu compartido es, tal vez, el mayor patrimonio de HOM. Es por eso que por su historia, por su entrega y por su futuro, HOM sigue siendo el pulso solidario de la armenidad.

Diario ARMENIA

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