Jean Jaurès y el discurso que sacudió a Europa en defensa de los armenios

31 de julio de 2025

El 3 de noviembre de 1896, Jean Jaurès, el diputado socialista francés, interpeló al Gobierno desde la Asamblea Nacional con una acusación que resonó más allá de sus muros: Europa había roto su palabra. Tras recordar el compromiso asumido en el Tratado de Berlín de 1878, lanzó: “¿Dónde está la huella de aquella promesa solemne de la propia Europa?”

No se trataba de una invectiva genérica, sino del reproche directo a los diplomáticos que, pese a sus “amables advertencias”, nunca lograron detener las masacres ordenadas por el sultán Abdulhamid II.  

Al evocar los informes de sus enviados en Asia Menor, Jaurès narró con crudeza la resistencia de los armenios al saqueo y la violencia: en los valles y las montañas, campesinos y pastores —“hasta entonces pasivos”— reaccionaron ante los ataques de soldados y milicias, dando origen a choques sangrientos. En sus palabras: “He leído el detalle de las brutalidades atroces... mujeres embarazadas abiertas en canal, con sus fetos ensartados y paseados al final de las bayonetas.”

Esa imagen estremecedora no era retórica: los consulados europeos documentaron fosas comunes, decapitaciones y violaciones que, a ojos de Jaurès, comparaban con las guerras más despiadadas de la historia.

En un giro incisivo, defendió el derecho de los armenios a alzar la voz en las capitales occidentales. No eran agitadores irresponsables, explicó, sino víctimas desesperadas: “Que los armenios acudan a París, a Londres, a despertar un poco la piedad y la atención no debe asombrarnos”.

De su oratoria brotó también un cuestionamiento a la doble moral: hablar de reformas mientras se masacraba constituyó, para él, la complicidad misma de Europa.

Sin detenerse en condenas abstractas, Jaurès culminó con un llamado a la acción: “La tarea que nos incumbe es venir a confesar aquí los errores y crímenes de Europa para que se vea obligada a reparar lo ocasionado.” Con esta frase, puso los cimientos de la Ligue pour la Défense des Droits des Arméniens y proyectó el relato más allá de Francia.

La intervención concluyó evocando a Clemenceau y el honor de la tradición francesa: si hace un siglo hubiera acudido en ayuda de los indefensos, insistió, debía hacerlo de nuevo. Así, diecinueve años antes del genocidio de 1915, Jaurès legó un paradigma: la defensa de los derechos pisoteados, incluso cuando exige enfrentarse al poder propio.

Extraído de Haïastan

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