Nuevo capítulo en la estrategia de la hermandad turco-pakistaní-azerí

La última semana los mandatarios de los tres países inauguraron el nuevo Aeropuerto Internacional de Lachín. Y dejaron trazos de por dónde avanza su alianza estratégica.
Mientras el gobierno de Armenia no deja pasar una sola oportunidad para remarcar su decidida voluntad de firmar cuanto antes un acuerdo de paz con Azerbaiyán para poner fin a décadas de enfrentamiento, el gobierno de Bakú sigue tejiendo su telaraña para poner en riesgo la existencia misma de la República de Armenia.
Según lo que trascendió y, considerando los términos que se están negociando en la actualidad, el acuerdo de paz terminará cristalizando la pérdida de la soberanía de Artsaj -nunca se sabe si será definitiva o no- y la virtual imposibilidad del retorno seguro de los desplazados forzados por la limpieza étnica que impuso Bakú en septiembre de 2023.
En este escenario, el pasado miércoles 28 de mayo ambos países, Armenia y Azerbaiyán, celebraron el 107°aniversario del establecimiento de sus respectivos Estados y la instauración de sendas Repúblicas Democráticas.
En el caso de Armenia, en 1918 tuvo la recuperación de la condición de Estado independiente luego de 543 años. El último antecedente de autodeterminación había sido el reino de Guiligiá (Cilicia), que se extendió entre 1080 y 1375, en plena Edad Media.
Durante esos tres siglos se sucedieron reyes y reinas de las dinastías Rupenián y Hetumián, hasta que, en abril de 1375, con la caída de Sis, la capital del reino, a manos de los mamelucos egipcios, comenzó el largo devenir de sojuzgamiento de los armenios a manos de mamelucos, persas y otomanos.
En cuanto a Azerbaiyán, en mayo de 1918 literalmente crearon un estado azerí por primera vez en la historia. Incluso inventaron un nombre para el país de los tártaros originarios del Asia Central, como se los conocía hasta entonces.
Por cierto, se trata de un nombre tomado en forma tramposa y con segundas intenciones de la región de Azarbaiyán en el norte de Irán. Los iraníes siempre llamaron a las tierras al noreste del río Arax como Aran o directamente Albania Caucásica.
Alianza estratégica
Pero al margen de las efemérides, este mismo miércoles tuvo lugar un hecho político, que es toda una señal del clima que vive la región y el caldo de cultivo que se está cocinando.
En la ciudad ocupada de Berdzor (Lachín, según los azeríes) se reunieron los presidentes de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, y de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, junto al primer ministro de Pakistán, Muhammad Shehbaz Sharif, en lo que fue leído por analistas internacionales como el fortalecimiento de la llamada “hermandad” trilateral, una asociación estratégica que abarca el plano político, económico, cultural y de defensa.
“Los acontecimientos en nuestra región demuestran día a día la importancia de la solidaridad entre nuestros países”, señaló en su discurso Erdoğan, en un acto que se convocó bajo el argumento de la inauguración del Aeropuerto Internacional de Lachín, dicho sea de paso, localizado a menos de 20 kilómetros de la frontera con Armenia en la región de Syunik.
Pero acto seguido el propio mandamás turco dejó en claro de qué se trata la solidaridad entre los países.
“Con la liberación de los territorios azerbaiyanos que estuvieron bajo ocupación durante 30 años, ahora deseamos que la región se convierta en un foco de estabilidad, prosperidad y desarrollo”, continuó Recep Tayyip Erdoğan sin mencionar la guerra con Artsaj, ni el apoyo militar que le brindó a Azerbaiyán para hacerse con ese territorio habitado por armenios durante milenios.
En este punto, hizo una referencia a la importancia de la estación aeroportuaria, al recordar que “el Aeropuerto de Lachin, inaugurado esta mañana, contribuirá significativamente al desarrollo y la integración con el mundo que la región ha anhelado durante muchos años”.
Mirada paquistaní
A su turno, el primer ministro paquistaní, Shehbaz Sharif, no anduvo con vueltas y expresó su solidaridad con Bakú y Ankara, con referencia a la firme postura de Pakistán respecto al conflicto en Artsaj y la situación en el norte de Chipre. “Nuestra fuerza reside en la solidaridad y el respeto mutuo”, dijo Sharif.
Y no dejó pasar la oportunidad de quedar bien con el presidente anfitrión, Ilham Aliyev. Un rato antes del acto oficial Shehbaz Sharif había felicitad con entusiasmo al presidente azerí y a su pueblo por el día de la independencia, pero lo hizo con estas palabras: “Por la forma en que la nación azerí luchó por su liberación, se ganaron una posición destacada en la comunidad de naciones", enfatizó.
No dio de detalles de esa forma de luchar, con sus tropas bajo el mando de oficiales turcos, y trayendo mercenarios de Siria y Libia, ni el bombardeo a civiles, ni tampoco el uso de armas químicas y prohibidas por las convenciones internacionales como las bombas racimo o las bombas de fósforo blanco usadas para deforestar los bosques de Artsaj y mejorar su posición de ataque.
El trasfondo de este acto político, hecho casi a tiro de piedra de la frontera con Armenia, se sustenta en el apoyo mutuo al conflicto que cada uno de estos países tiene como prioridad de su agenda, expresado en la “alianza histórica y el apoyo mutuo a disputas regionales de larga data, incluyendo Kashmir, Karabakh, y el norte de Chipre”.
Hay que recordar que Pakistán es uno de los poquísimos países del mundo -si no es el único- que aún no reconoce la independencia de la República de Armenia. Hasta Turquía y Azerbaiyán la reconocen, aunque no tengan vínculos diplomáticos, pero Pakistán extrañamente no lo hace.
La enemistad de Pakistán con Armenia se vio fortalecida en los últimos meses por los buenos vínculos de Yereván con Nueva Delhi, que alcanza no solo la cooperación política y económica sino también la provisión de armamento de última generación.
Política espejo
En cuanto a Aliyev se refirió a la “creciente islamofobia en algunos países de Occidente” y puso a su propio país como ejemplo, citando los “30 años de ocupación armenia y el genocidio de Khojaly”, mencionando el desplazamiento forzado de más de 1 millón de azeríes.
No hay evidencias de que las fuerzas armenias hayan cometido un genocidio en esa región y sí hay versiones de que hubo una deliberada acción de las fuerzas azeríes de retirarse dejando la “zona liberada”, creando así el relato del supuesto genocidio.
La política espejo definida por el gobierno de Azerbaiyán en este caso intenta replicar las masacres de armenios en Sumgait, Bakú y Kirovabad, hoy Ganya (en armenio, Gandzak).
Las propias estadísticas del Centro de Desplazados Internos de Azerbaiyán refutan la cifra del millón de afectados, contabilizando en 2019 651.458 desplazados, en todo Azerbaiyán y después de tres décadas de conflicto.
Aliyev también se quejó de la supuesta destrucción de monumentos y bienes culturales islámicos, que es exactamente lo que está haciendo hoy en día su gobierno en los territorios ocupados de Artsaj, destruyendo o modificando el pasado y la herencia cultural armenias tras la limpieza étnica de 120.000 armenios de Artsaj en 2023.
Retorno sin gloria
La política de Azerbaiyán en Lachín, no se limita a la construcción de nuevo aeropuerto internacional. El Gobierno ha lanzado el año pasado el programa “Gran retorno” para rehabitar Artsaj y las regiones adyacentes con centenares de miles de azeríes.
La construcción de viviendas está a cargo del Gobierno y ya se ha reasentado unas 43.000 personas, en muchos casos en propiedades que tuvieron que dejar los armenios al partir tras la guerra y el bloqueo. El Gobierno se fijó la meta de llegar a 140.000 reasentados para fines de 2026, según indicó el portal Caliber.az. vinculado a la administración de Ilham Aliyev.
El programa de reconstrucción y reasentamiento tenía previsto originalmente 32.000 millones de manats, unos 18.000 millones de dólares, de los cuales en los últimos cuatro años ya se ejecutaron US$10.300 millones.
En este contexto, con una gran dosis de hipocresía, durante el encuentro trilateral de Lachín, Aliyev instó a solucionar los conflictos regionales a través del “diálogo y las negociaciones de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y sus resoluciones”, muy lejos de lo que hizo entre 2020 y la actualidad.
Mientras tanto, y para generar más presión sobre Armenia, Bakú acaba de cerrar una operación de compra de 40 cazas JF-17 a un consorcio chino-paquistaní por nada menos que 4.200 millones de dólares.
Carlos Boyadjian