¡Querido srpadzán Kissag, te vamos a extrañar!

27 de octubre de 2025

Miro hacia la puerta del restaurante mientras entran los comensales. Como todos los domingos, cuando termina la misa, espero a que entre el srpadzan Kissag. Su mesa, la 12, lo espera con pan, una copa de anís con hielo y agua sin gas, como siempre.

—Costa, ¿qué comemos hoy?, preguntaba. Ahí empezaba una pequeña discusión:
—¡No comas esto o aquello, te va a hacer mal!
—Vos mandá bastermá con huevo que mañana me ponen el stent y se me abren las venas, dijo una vez entre risas.

Confieso que en los 31 años que estoy en el restaurante cené más veces con el srpadzan Kissag que con mi propia familia. Lo conocí en el año 1977, cuando entré al secundario del Colegio San Gregorio. Él era nuestro profesor de religión, pero realmente se transformó en un amigo. Vino a la Argentina por cinco años y se quedó para el resto de su vida. La comunidad armenia de Buenos Aires era su familia.

Fue un ser distinto más allá de su jerarquía eclesiástica. Un hombre humilde, generoso y honesto. Siempre se acercó a los jóvenes pero con la idea de que no se desbanden los chicos. Hasta se corría la sotana para jugar un picado en el patio del Colegio. Claro, no se le podía patear los pies porque se enojaba, pero cada tanto un buen codazo servía para parar al grandote que se nos venía encima.

También compartimos ir a la cancha para ver a Deportivo Armenio cuando jugaba de local en Defensores de Belgrano. Tomábamos el 15 en Cabrera y Canning (Scalabrini Ortiz) y en la verdulería de la esquila compraba 5kg. mandarinas para repartir. De esa forma pasamos nuestra adolescencia junto a él. Podría escribir innumerables anécdotas compartidas.

Con el correr de los años pasó de ser un profesor a un amigo y luego a un hermano de la vida con el que compartimos tanto las alegrías como las tristezas. Nuestras mesas en el restaurante eran como las de Polémica en el bar: se hablaba todo tipo de temas. También, por qué no, chicanas entre Boca y “Riber”. Podíamos levantar el tono de voz pero sin faltarnos el respeto. En los últimos tiempos las charlas giraban más en torno a sus problemas, se desahogaba.

Kissag Mouradian fue un progresista en las ideas religiosas para lograr un cambio y atraer a la juventud a la Iglesia. Su humildad llegaba al punto de no vanagloriarse de ser amigo del Papa Francisco o sentarse con la barra de Boca a cenar y charlar de futbol.

Se nos fue un hermano de la vida. La Iglesia Apostólica Armenia en la Argentina pierde a un gran referente.

¡Querido srpadzan Kissag: estés donde estés te mano un gran abrazo! ¡Te vamos a extrañar!

Eduardo Costanian



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