Ruta Trump: las lecciones del ajedrecista Tigrán Petrosyan a Nikol Pashinyan

Pasada la euforia por la propuesta de Donald Trump llega el momento de la verdad y el gobierno armenio deberá cerrar a su favor y con ganancias palpables un partido que viene complicado.
Tras la firma de la Declaración de Washington el pasado 8 de agosto entre los presidentes de Estados Unidos y Azerbaiyán, Donald Trump e Ilham Aliyev, y el primer ministro de Armenia, Nikol Pashinyan, quedan unas mínimas certezas y un mar de preguntas de cara al futuro en relación al juego de las principales potencias del Cáucaso Sur.
No es un dato menor que estas potencias sean justamente los vecinos más cercanos de Armenia, por lo que lejos del existimo de haber alcanzado un eventual acuerdo de paz, como se pretendió vender este entendimiento en Occidente, luego de más de un siglo de enfrentamientos entre armenios y tártaros-azeríes y dos cruentas guerras en los últimos 30 años, la moneda está literalmente en el aire.
Con este paso en Washington, Nikol Pashinyan buscó recostarse en Estados Unidos para la futura construcción de una vía terrestre entre Azerbaiyán (en rigor, los territorios ocupados de Artsaj) y Najichevan a través de Syunik, en el sur de Armenia, concesionada a largo plazo a ese país.
Así, el mandatario armenio logró contener, al menos en esta instancia, la insistencia de Bakú de ceder soberanía y un corredor gestionado a piacere por la administración azerí.
Hoy ese objetivo de máxima de Bakú, que ni siquiera fue incluido en la ya lejana Declaración Trilateral del 9 de noviembre de 2020 entre Rusia, Azerbaiyán y Armenia que estableció el cese del fuego en la Guerra de los 44 días, está un paso más lejos de concretarse.
Tejiendo lazos
Durante estos casi cinco años el gobierno armenio logró ganar algo de tiempo y resistir la presión azerí, aliándose con potencias regionales como Irán, que jugó un papel clave oponiéndose al autodenominado “Corredor Zangezur” y jugando en menor medida, en medio de la desconfianza mutua, con la siempre dura e imprevisible Rusia de Vladimir Putin.
El gobierno armenio también logró derivar el juego hacia la instalación en la agenda global de su proyecto Encrucijadas de la Paz para el desbloqueo del transporte y las comunicaciones regionales. Ahora queda claro que, en alguna medida, esta iniciativa terminó en la denominada Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional (TRIPP).
Pero ahora empieza el verdadero partido y Nikol Pashinyan deberá demostrar suficiente muñeca como para lograr equilibrar el tablero. Y no es algo para nada sencillo.
El legado del maestro
Pashinyan deberá emular en tiempo récord y sin antecedentes que lo avalen al recordado campeón mundial de ajedrez Tigrán Vartaní Petrosyan, que reinó en el juego-ciencia entre 1963 y 1969. Petrosyan fue un maestro de la defensa y los movimientos profilácticos, que en la jerga del ajedrez son aquellos que buscan mejorar la posición propia, evitando a la vez que el oponente mejore la suya.
Petrosyan desarrolló con gran eficacia el llamado “ataque boa constrictor”, reconocido incluso por sus más duros adversarios, una estrategia que avanza posicionalmente ahogando al contrincante, sin que éste pierda piezas ni corra riesgo de jaque mate, pero impidiéndole hacer su juego, por lo que termina abandonando.
Como fuere, la próxima jugada de Pashinyan es clave. Deberá demostrar que sabe juga el juego del poder, o al menos lidiar con los poderosos de la región. Volviendo a Pashinyan es obvio que el arribo de Estados Unidos a la región descolocó a casi todos.
Pashinyan deberá ahora recomponer los vínculos en especial con Irán, el principal aliado estratégico de Armenia y también con Rusia, asegurándole a cada uno lo que quiere o necesita.
Teléfono con el Kremlin
El primer ministro ya conversó telefónicamente con Vladimir Putin para explicarle por que facilitó el desembarco de Estados Unidos en el Cáucaso Sur. Lo hizo el día después de que María Zajarova, la vocera del canciller Sergei Lavrov, se refiriera al tema y dijera ante una pregunta de los periodistas que en principio la mediación de Estados Unidos “merece una valuación positiva”. Sin embargo, como en todo discurso diplomático hay que saber leer entre líneas. Y allí surge la referencia de Zajarova de que hace poco, "Bakú y Ereván afirmaron que preferían mantener el diálogo directamente sin ayuda externa”.
Agregó además que la fase actual de la normalización de las relaciones armenio-azerbaiyanas “comenzó con el apoyo directo y el papel central de Rusia con la adopción de la Declaración Trilateral de alto nivel del 9 de noviembre de 2020 sobre el alto el fuego y el cese de todas las hostilidades en la zona de conflicto de Nagorno-Karabaj".
Ese acuerdo, que literalmente Aliyev se pasó por el traste pese a estampar su firma, sin que Rusia levantara la voz, incluía varias cláusulas beneficiosas para Armenia, en el contexto de la derrota militar de 2020.
Entre ellos, lo central era que los 120.000 armenios de Artsaj estaban en sus casas en un territorio ocupado en parte -por el sur hasta Shushí- pero sin entrar a Stepanakert y con el gobierno de la República Autónoma de Artsaj funcionando. Además, se había establecido un corredor de 5 km de ancho que unía Artsaj a Armenia por el corredor de Berdzor, custodiado por unos 2000 soldados rusos como fuerza de paz y presencia militar de Moscú.
Tampoco había mención alguna a un corredor que uniera Azerbaiyán con Najichevan, sólo había referencias al desbloqueo de las rutas de transporte y comunicaciones.
Los próximos pasos
Por eso, según la Cancillería rusa la mejor manera de resolver los problemas del Cáucaso Sur es el desarrollo y la implementación de soluciones por parte de los países de la región con el apoyo de sus vecinos inmediatos, Rusia, Irán y Turquía. "La participación de actores extranjeros debe contribuir a fortalecer la agenda de paz y no crear dificultades adicionales y líneas divisorias”, remató Zajarova.
Justamente estos tres países son los que hoy miran con cierto recelo el acuerdo. Vladimir Putin se reunirá con Donald Trump en Alaska el próximo viernes 15 de agosto para avanzar una tregua en la guerra de Ucrania, pero no puede descartarse que haya alguna alusión al acuerdo entre Armenia y Azerbaiyán en Washington.
El analista político Armen Petrosyan sostiene que la Declaración Trilateral de 9 de noviembre 2020 es un formato que no existe más, con sus aspectos positivos y negativos, y ahora el nuevo formato es el acuerdo impulsado por Trump.
Sin embargo, en términos de recomponer la relación con Moscú, indispensable por donde se la mire, especialmente en términos económicos y geopolíticos, Armenia debería mantener en agenda algunos de los puntos de esa declaración de hace cinco años.
Según Petrosyan, la declamación de la paz es muy importante, pero sostiene que aún es demasiado pronto para confiar plenamente en las acciones de Azerbaiyán. En su opinión es necesario gestionar los procesos y ser proactivos a nivel político, ser exigentes, y no permitir que lo que sucedió hace cinco años con el uso de la fuerza continúe igual a nivel político y diplomático.
"Armenia primero debe tratar de mantener el principio de reciprocidad del desbloqueo en la agenda. Si el desbloqueo se llevará a cabo de acuerdo con los principios que siempre han sido expresados por la parte armenia, no deben ser ignorados de ninguna manera. Aunque la redacción del documento sobre la apertura de sus caminos para Armenia por parte de Azerbaiyán no es tan clara como en Armenia, la parte armenia debe ser coherente en el proceso de negociación posterior para que el proceso continúe", dijo Petrosyan.
En el medio está Irán, cuyo presidente Masoud Pezeshkian visitará Armenia antes de fin de mes. Teherán ve con mucha preocupación la presencia norteamericana a unos pocos kilómetros de su frontera. Y es seguro que este reclamo llegará a oídos de Pashinyan y con fuerza. Para el gobierno armenio no será fácil explicar esto.
Quizá la mejor alternativa para Armenia hoy sea un mix entre los acuerdos con Rusia de 2020 y la nueva ruta Trump. No hay que olvidar que según Petrosyan Azerbaiyán agudizó deliberadamente las relaciones con Rusia para excluir los contactos directos con Moscú a un alto nivel político y tener las manos libres para actuar.
Habría que preguntarse si no es momento de recuperar el diálogo fluido con Moscú, que permitió la seguridad de Artsaj durante tres décadas, hasta que Pashinyan empezó a coquetear con Occidente y Vladimir Putin vino con la cuenta y miró para otro lado en el conflicto de Artsaj, con el resultado por todos conocido.
Carlos Boyadjian