Armenia debe reinventarse y dar vuelta la página

26 de septiembre de 2023

Tras la forzada caída de Artsaj, Ereván debe redefinir sus alianzas
y trabajar con hipótesis de conflictos a corto y mediano plazo,
para reforzar su seguridad y resguardar su independencia.

Cuando aún resuenan las bombas que la semana pasada cayeron sobre Stepanakert y otras ciudades de Artsaj, y todavía humean los campos quemados bajo el fuego de artillería, que en forma injustificada y traicionera disparó el ejército azerbaiyano sobre la población civil de Artsaj, la primera reflexión, aún en caliente, es que Armenia debe prepararse para una nueva guerra.

No sólo los armenios de Armenia o los que finalmente decidan quedarse en Artsaj, si es que alguno lo hace. También la diáspora debe hacerlo. Prepararse para una nueva guerra en sentido amplio, aunque tampoco hay que descartar la acepción más lineal del término, el enfrentamiento militar.

Es una nueva guerra que, desde este humilde lugar, consideramos inexorable tarde o temprano. Será una guerra diplomática, una guerra retórica, argumentativa y cultural.

Y también una guerra como la que vimos esta semana, y también en septiembre de 2020, en julio de ese mismo, y yendo para atrás, en abril de 2016 en la llamada guerra de los cuatro días, entre 1988 y 1994, e incluso en 1920 contra tártaros (hoy azeríes) y turcos otomanos.

Y podemos seguir así hasta la batalla de Manazguert o Manzikert en 1071, cuando irrumpieron en la meseta de Armenia los turcos selyúcidas del Asia Central.

La xenofobia al poder
La guerra y la armenofobia están en el ADN de los turcos, sean de Estambul o de Bakú. La mejor prueba es que ellos mismos dicen que lo mismo, “un pueblo, dos países”.

Claramente, el caso se aplica a las élites gobernantes, pero cuando se hace política de Estado denostando al otro, al diferente, la gente “compra” y se pliega, y entonces la armenofobia es generalizada. Hasta se lo enseñan a los niños en el colegio.

Hay honrosas excepciones, como los periodistas y defensores de los derechos humanos que hoy están presos en Azerbaiyán por criticar la política del gobierno frente a Artsaj y los armenios. Son poquitos, pero los hay.

Así, la opción bélica tiene sentido considerarla, habida cuenta de las intenciones confesas de los dos vecinos que tiene Armenia al este y al oeste, de abrir un corredor en Zangezur (Syunik) y hasta ir por todo Armenia llegando a Ereván, si se lo proponen.

El factor Pashinyan
Dejemos por un momento las pulsaciones aceleradas de los últimos días, enfriemos la cabeza y pensemos con tranquilidad cuál es la situación actual de Armenia y cómo se llegó a este momento histórico -por las malas razones- de la historia del pueblo armenio.

La mayoría de los analistas y hasta declaraciones públicas del gobierno ruso a través de su Ministerio de Relaciones Exteriores, sostienen que el coqueteo del gobierno de Armenia, encabezado por Nikol Pashinyan con Occidente y en especial con Estados Unidos, fue determinante para perder Artsaj.

Hubo muchos sucesos y movimientos en este sentido, pero resumiremos los últimos. Reiteradas declaraciones de Pashinyan respecto de la “falta de apoyo” de Rusia y la OTSC, el organismo de cooperación y seguridad que integran Armenia y Rusia, entre otros países, y que de acuerdo a su estatuto debería intervenir en caso de ataque exterior a un estado miembro.

LA OTSC, que se mueve bajo las directivas directas de Vladimir Putin, el presidente ruso, no hizo ni en el ataque a Artsaj a mediados de 2020, ni en la guerra de los 44 días y mucho menos en septiembre de 2022 cuando tropas azeríes ingresaron en territorio soberano armenio – y todavía permanecen allí- en Syunik y Gegharkunik.

Además, hubo quejas permanentes a la supuesta pasividad de las tropas de paz rusas en Artsaj, la no intervención para desbloquear el corredor de Lachin. Pero en las últimas semanas Pashinyan coronó su “mojada de oreja” al Kremlin con los ejercicios militares conjuntos con tropas de Estados Unidos en Armenia, e incluso mandó ayuda humanitaria….. a Ucrania. Peor no se puede conseguir.

En ese contexto, Putin que ya tiene un acuerdo estratégico con Ilham Aliyev, el presidente azerí, para sacar por sus ductos el gas ruso rumbo a Europa, decidió literalmente escarmentar a su antiguo socio estratégico díscolo, pegándole donde más le duele, precisamente en Artsaj.

El ombligo de Occidente
Un capítulo aparte merece la actitud de los países occidentales, que parecen siempre mirarse el ombligo, con quienes Armenia está intentando jugar al ajedrez geopolítico, buscando salir de la órbita rusa, que tiene en la región y en Armenia nada menos que casi 300 años.

Tanto la Unión Europea, como Estados Unidos y Alemania, ven una oportunidad de meterse en el patio trasero de Putin, hoy declarado enemigo público número uno. Distinta fue la actitud del presidente francés, Emmanuel Macron, que participó en varias instancias de mediación, reiteradamente se expresó a favor de los armenios en el conflicto de Artsaj y hasta impulso el debate en el Consejo de Seguridad de la ONU.

En este contexto, ciertamente Armenia debe redefinir sus alianzas estratégicas, volviendo al “ala protectora de Rusia”, a pesar de lo que diga Occidente. El pragmatismo debe estar puesto al servicio de la seguridad nacional en momentos de extrema tensión.

La idea de la democracia suena a discurso naif cuando no se está discutiendo en el Parlamento, sino que enfrente están la artillería y los drones de ataque de la segunda potencia militar de la OTAN. Lección número 1: sobrevivir. A esta altura ya deberíamos saberlo y no jugar a lo políticamente correcto.

Nuevos aliados
Los lazos políticos, económicos y militares que cultivó Armenia con la India tras la guerra de los 44 días, van en el sentido correcto. La India es enemigo secular de Pakistán, aliado estratégico de Azerbaiyán y Turquía y uno de los pocos países que no reconoce aún la independencia de Armenia.

La compra de armamento pesado a Nueva Delhi es una señal de diversificación de proveedores, que debería extender sus brazos también a Pekín, Irán y algunos países occidentales, además de la tradicional alianza con Moscú. Y desarrollar su propio complejo industrial-militar como hizo por ejemplo Israel.

A lo largo de los siglos, el pueblo armenio logró levantar cabeza cuando dejó la sumisión y pasó a la acción. O en palabras del Catolicós Jrimian Hayrig que en estos días muchos recordaron en las redes sociales, tomar firmemente el cucharón de hierro (iergatésherép) y dejar de lado el de papel.

Fueron los hechos heroicos liderados por Tavit Bek a comienzos del siglo XVIII, el movimiento de emancipación nacional con los fedaí y el surgimiento de los partidos políticos a fines del siglo XIX, las gestas de autodefensa de Van, Sasún, Zeitún y tantas otras ciudades y aldeas, le heroica lucha por la independencia de 1918.

Y las guerras de Artsaj. Todas las guerras. La primera de 1988-1994, que se ganó, la de 2020 que se perdió, pero se luchó denodadamente, e incluso la de la semana pasada del Ejército de Autodefensa de Artsaj que intentó frenar con lo que tenía y después de casi 10 meses de bloqueo y hambruna el ataque de un ejército muy superior.

Azerbaiyán necesitó 35 años para doblegar a los artsajtsí, someterlos a la hambruna y las enfermedades y tener la complicidad de Turquía, de Rusia y el doble discurso de Occidente para poder tomar el terreno nuevamente. Mano a mano y en igualdad de condiciones, no pudieron ni hubieran podido hacerlo nunca.

Por estos días vino a la memoria aquella vieja anécdota de Oscar Natalio “Ringo” Bonavena, una gloria del boxeo argentino, que decía que todos hablaban de afuera pero cuando entrás al ring “te sacan hasta el banquito”.

Algo de eso ocurre con los países occidentales. Todos dicen “estamos al lado de Armenia”, “no vamos a permitir que se ponga en riesgo la integridad territorial” y bla bla.

Pues bien, señores y señoras, entérense: la integridad territorial de Armenia ya está siendo afectada desde septiembre de 2022 y ningún país hizo nada. Más bien siguieron haciendo negocios con el dictador de Bakú. Como en 1915 y en 1920 con la sovietización y el surgimiento del movimiento kemalista.

Para el doble discurso de las potencias occidentales, la vida de un armenio vale menos que un metro cúbico de gas o un barril de petróleo. Business are business.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

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