¿Armenia es un rehén político?
El mundo se conmocionó cuando meses atrás Turquía derribó un caza ruso en territorio supuestamente sirio bajo la acusación de violar su espacio aéreo. Moscú activó de inmediato su aparato político-militar y luego de formular una serie de amenazas bélicas, sólo tomó una serie de medidas económicas para castigar a un agresor que no dejó de utilizar su retórica belicista.
Erdogan y Putin se sacaron chispas por unas semanas y pronto el incidente quedó en segundo plano sepultado por nuevos y diferentes escenarios políticos que desde hace mucho tiempo transformaron la región del Cáucaso y sus adyacencias en un escenario inseguro e impredecible.
En el medio Armenia. Cuando aún humeaban los restos del SU-24 y el cadáver de uno de sus pilotos todavía no había sido hallado, un grupo de diputados de la Duma soviética presentó un proyecto que proponía denunciar el tratado de Kars firmado en 1921. "Debemos tener en cuenta la posibilidad de revisar legalmente todos los acuerdos ruso-turco que sean desfavorables para nuestros país y sus aliados. Ankara debe entender que la escalada del conflicto puede suponer esto" dijo Sergei Obukhov, uno de los impulsores de la propuesta. Además, el parlamentario señaló que "dos de las tres repúblicas transcaucásicas (Georgia y Armenia) no reconocieron los términos del tratado teniendo en cuenta que no es justo para las partes”.
Luego, fuentes militares rusas dejaron trascender que reforzarían su stock bélico en las bases de Gyumrí y el aeródromo de Erepuní, donde se despliegan tropas terrestres y aviones y helicópteros de combate aplicados al tratado militar vigente entre Armenia y Moscú. También circularon otras versiones destinadas a amedrentar y/o amenazar a Erdogan y compañía como un modo de hacerle pagar el desatino cometido.
Decimos en el medio Armenia, porque la mayoría de estos intentos tenía a nuestro país como invitado de piedra, sin voz ni voto a pesar de ser el punto de apoyo para muchas de las supuestas medidas de acción a tomar por Rusia contra Turquía.
Por el otro lado, Erdogan tomaba a Armenia como nuevo blanco de sus amenazas y diatribas al afirmar que no “dudaría en expulsar de Turquía a todos los armenios”, como una forma de involucrarla en un conflicto que le es ajeno.
De pronto, luego de algunas reuniones secretas, Erdogan manda una carta pidiendo perdón por el ataque al avión ruso y ofrece sus condolencias a las familias de los pilotos a quienes también les promete un resarcimiento monetario. Increíblemente la crisis que según muchos analistas podría desencadenar en un enfrentamiento abierto finaliza como en algunos filmes, todos felices y celebrando.
Estamos muy lejos de ser expertos en política internacional, pero no podemos dejar de decir que todo pareció ser una pantomima destinada a quién sabe qué objetivo. Jamás un conflicto de este tipo se resolvió apenas con unas líneas escritas en un trozo de papel. Y tan difícil de entender es la postura de Moscú cuando se observa que desde algunos días atrás ya llegan a los sitios de veraneo turcos los turistas rusos que habían abandonado esos destinos debido a la decisión de su presidente de cerrar las fronteras con Turquía.
Ahora Ankara y Moscú son amigos nuevamente. Armenia es espectadora otra vez y debe resignar su protagonismo una vez más pues su destino parece estar atado a los vaivenes de las relaciones de sus vecinos más poderosos.
Jorge Rubén Kazandjian