Armenia, nota de Ezequiel Fernández Moores
Horas antes de ir a la cancha, más de trescientos hinchas turcos entran al Museo del Genocidio Armenio en Ereván. Ven imágenes y leen documentos sobre fusilamientos y deportaciones forzosas. De muertos a cuchilladas, garrotazos y hachazos. O ahorcados, porque era mejor ahorrar municiones. Iglesias y hospitales convertidos en prisiones y prostíbulos. Campos de concentración. Catedrales incendiadas con miles de refugiados dentro. Hombres, mujeres y niños arrojados al Eufrates, que se tiñó de sangre y desvió su curso ante la acumulación de cadáveres. Mujeres violadas. Menores de catorce años esclavizadas sexualmente en harenes o vendidas a cinco dólares. Niños con el pecho rociado de petróleo antes de encenderles fuego. Huérfanos envenenados por médicos con falsos remedios. Miles de personas arrojadas a caminatas hacia la muerte al desierto de Der Zor, hambreadas y asaltadas por ladrones, quemadas vivas y enterradas en pozos que ellas mismas cavaban. O ahogadas en el Mar Negro si iban hacia el norte. Y madres desfallecientes, que no pudieron seguir cargando siquiera a sus bebés. Antes de ver ganar a su selección, los hinchas turcos se enteran hasta qué infierno llegó la matanza iniciada en 1915 de un millón y medio de personas. Se enteran del horror del Genocidio Armenio.
El partido de 2008 en Ereván, primero de la historia entre ambos países, inicia "La Diplomacia del fútbol". Sus selecciones nacionales quedan en el mismo grupo clasificatorio para el Mundial 2010 y los gobiernos amagan copiar "La Diplomacia del Ping Pong", que ayudó en 1972 al restablecimiento de las relaciones entre China y Estados Unidos. Abdulá Gül es el primer presidente turco de la era moderna que visita Armenia y su par Serge Sarkissian el primer presidente armenio en Turquía. Los mandatarios llegan juntos al estadio Atatürk, de Bursa, sede turca de la revancha, en un auto con banderas de ambos países. La policía, casi dos mil agentes, impide el ingreso de nacionalistas turcos con banderas de Azerbaidján, en protesta contra Armenia por la guerra de 1991-94 en la región de Nagorno Karabagh. Antes del partido hay suelta de palomas y se recuerda al periodista turco Hrant Dink, defensor de la causa armenia, asesinado a balazos en 2007 por un nacionalista turco de 17 años. Pero La Diplomacia del Fútbol fracasa. Hoy, ambos países siguen con sus fronteras cerradas. Y Turquía, quizás trabada porque debería acusar a los padres fundadores de la patria moderna, sigue negándose a reconocer que la matanza de cristianos armenios, que se extendió hasta 1923, en tiempos de violencias étnicas y de Primera Guerra Mundial, fue un genocidio.
El Genocidio Armenio cumplió cien años el viernes. Décadas antes habían ocurrido matanzas y persecuciones. Pero el 24 de abril de 1915 es reconocido como fecha oficial por la detención y posterior asesinato de 254 intelectuales armenios, primer paso de la masacre. Antes, como lo muestra el Museo de Ereván, Armenia ayudó al desarrollo del deporte en el Imperio Otomano. Cuatro Juegos Olímpicos Armenios en Constantinopla. Dos armenios compitiendo por la Turquía Otomana en los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912 (Vahram Papazian y Mkrtich Mkryan). Fotos de equipos. Crónicas del primer campeón Kilika, de Antalya. De Paryur Pardasov, jugador pionero. Del primer partido en 1908 entre un club armenio (Balta-Liman) y otro turco (Galatasaray). Y del autoritario sultán Abdul Hamid II, que prohibía el fútbol porque alejaba a los jóvenes del estudio del Corán. El sultán fue derrocado en 1909 por el gobierno entonces progresista de Los Jóvenes Turcos, responsable luego de la masacre final, temeroso de que el Imperio en caída también perdiera a Armenia. Y el deporte, claro, quedó sin espacio en tiempos de Genocidio.
La "Armenia Soviética" (1920-91) casi celebra en 1949 al Dynamo de Ereván, que comenzó ganando 3-0 la final de Copa de la URSS contra el superpoderoso Dynamo de Moscú. Cuenta el periodista inglés Jonathan Wilson en su hermoso libro "Detrás de la cortina", de 1998, que el general Blinov, alto funcionario soviético, llamó al estadio y ordenó el triunfo del Dynamo moscovita. El DT armenio Boris Apukhin puso en el segundo tiempo a un defensa inexperto. Un burócrata se paró detrás del arco armenio. Moscú ganó 4-3. Cada jugador vencido, cuenta Wilson, recibió 2500 rublos de regalo. En 1954, el entonces Spartak llegó a la final de Copa ante el Dynamo de Kiev. Ucrania cumplía trescientos años de la unificación con Rusia. Y Moscú, según la versión armenia, llamó otra vez para decretar el triunfo rival. Nikolay Latishev, árbitro ruso en la final del Mundial de Chile 62, negó un gol y dos penales al Spartak y concedió un gol en offside al Dynamo. En 1963, Spartak pasó a llamarse con el más armenio nombre de Ararat. Fue un equipo legendario. En 1973, se coronó doble campeón de Liga y Copa en la URSS. En Liga superó al Dynamo y al Spartak de Moscú y en la final de Copa (que volvió a ganar en 1975), venció al Dynamo Kiev de Oleg Blokhin. Ese día hubo fiesta nacional. En 1974-75, el equipo del DT Nikita Simonyan cayó 2-1 en tiempo extra en cuartos de final de la hoy Liga de Campeones ante el poderoso Bayern Munich de Franz Beckenbauer. Alentado por 70.000 personas en el estadio Hrazdán, Ararat fue una virtual selección nacional de Armenia.
Ararat, que ganó su última Liga Armenia en 1993, hoy está lejos de sus tiempos de gloria, pero no olvida a sus héroes. El presidente Sarkisian los homenajeó en 2013, en el cuadragésimo aniversario de la conquista de 1973. "Ararat -dijo el presidente armenio- no era sólo fútbol. También era política. Fue nuestro orgullo y dignidad nacional. Hizo que Armenia fuera más conocida en el mundo". Jugador símbolo del Ararat, también condecorado por Sarkissian, es Khoren Oganesian, 38 partidos en la selección soviética, incluido el Mundial de España 82. Otro gran homenajeado fue Youri Djorkaeff, de raíces armenias y campeón mundial con Francia en 1998, igual que Alain Boghossian. Independiente desde que en 1991 se disolvió la URSS, y devastada en 1998 por un terremoto que mató a 30.000 habitantes, Armenia tiene hoy una Liga nacional discreta y su selección ocupa un lejano puesto 77 en el ranking FIFA. Potenciado por el reclamo este año del Papa Francisco , el Genocidio tiene hoy más visibilidad. Mañana sonarán cien campanadas en iglesias de todo el mundo. El BAFICI exhibe el viernes "The Cut", del turco-alemán Fatih Akim, uno de los tantos intelectuales que, como el escritor Orhan Pamuk, hablan abiertamente de Genocidio, un tema que, pese a leyes polémicas, ya no es tabú en Turquía. Sí lo era en los '70, cuando Charles Aznavour, francés de origen armenio, escribió "Ellos cayeron" y cantaba "Yo soy de ese pueblo que duerme sin sepultura".
También el fútbol recuerda al centenario del Genocidio. Lo hizo, entre nosotros, Deportivo Armenio en su camiseta del domingo pasado contra Deportivo Merlo en la Primera B, con el símbolo de la flor No me olvides, un diseño de tela desgarrada sobre el corazón y un logo del Museo del Genocidio.
En otra camiseta, la del Atlético Madrid, está Azerbaidján, país enfrentado con Armenia por la disputa sobre Nagorno Karabagh. Azerbaidján ofreció millones para lucir también en la camiseta de San Lorenzo de Almagro. Con una condición: que no hubiese armenios en la Comisión Directiva del club. Una ofensa para Argentina, el tercer país más importante de la diáspora y uno de los 23 que reconoce oficialmente el genocidio. "Mi bisabuelo colocó a mi abuela adentro de la alforja de un burro y en la otra bolsa metió al hermanito de nueve meses". Rogaba que no gritaran o lloraran. "Sobre el lomo iba mi bisabuela vestida de varón", contó la periodista Magda Tagtachian el domingo pasado en la revista Viva, de Clarín, de qué modo escapó su familia de una primera matanza. En la segunda, el bisabuelo, por la noche y con el tren en marcha, tiró por un hueco uno por uno a sus hijos envueltos en mantas y a su esposa embarazada, para arrojarse luego él, recoger a la familia y caminar cien kilómetros escondidos en la noche hasta llegar a Siria.
La condición impuesta por Azerbaidján ofendió además al presidente de San Lorenzo , Matías Lammens , también él vinculado afectiva y familiarmente con la comunidad armenia. "A veces -dijo Lammens- la prepotencia del dinero pretende pisar la historia"..
Ezequiel Fernández Moores
canchallena.com