Armenia patea el tablero y busca nuevos socios en materia de defensa

17 de noviembre de 2023

Viene dando pasos concretos para mejorar la seguridad y proteger su territorio soberano y a su población, luego del fiasco que resultó Rusia como aliado estratégico y el desenlace que tuvo el conflicto de Artsaj.

Nunca es tarde para aprender la lección, aunque el costo en términos humanos, materiales y territoriales, tras el ataque artero de Azerbaiyán en medio de la pandemia en septiembre de 2020, que desencadenó la segunda guerra de Artsaj, es enorme por donde se lo mire.

La estrategia de cobijarse bajo el ala de la poderosa Federación Rusa, que Armenia desplegó desde la caída del bloque soviético y su independencia en 1991, finalmente cayó como un castillo de naipes. Y ahora Ereván intenta jugar un nuevo juego, con otros socios y aliados, en lo que los analistas catalogan de un cambio radical en los vectores políticos.

Esto se dio en paralelo al ahogo de las fuerzas azeríes a la inerme población de Artsaj desde diciembre de 2022, materializada con el bloqueo del Corredor de Lachín por más de nueve meses y la andanada de misiles sobre Stepanakert el 19 de septiembre, que gatilló la capitulación de las fuerzas de autodefensa y la migración forzada de más de 100.000 artsajtsíes hacia Armenia.

Puede haber múltiples razones para cuestionar al gobierno de Nikol Pashinyan por su política regional, el manejo de la relación con Rusia y el desarrollo del conflicto con Azerbaiyán, pero hay que darle la derecha al menos en un punto. Rusia no cumplió con las obligaciones que surgen del acuerdo en el marco de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que establece la defensa con tropas a un miembro del bloque que sufre un ataque a su territorio soberano.

Primero, se dijo que Artsaj no era territorio de Armenia y que por eso las fuerzas del bloque no intervinieron, pero tampoco lo hicieron cuando en mayo de 2021 y septiembre de 2022 las tropas azeríes invadieron territorio soberano. Rusia siempre miró para otro lado.

Y lo mismo hicieron las fuerzas de paz enviadas por Moscú en noviembre de 2020 para mantener abierto el Corredor Lachín de 5 kilómetros de ancho para unir a Artsaj con Armenia. Pasividad total durante los nueve meses de bloqueo genocida de Bakú contra la población civil de Artsaj.

El amigo francés

Éste es el escenario sobre el que Armenia ya desde 2022 empezó a moverse para garantizar su seguridad por otras vías, dejando atrás la política tradicional desde la independencia, bajo la protección de Moscú.

Primero fueron contratos para comprar armamento de origen indio, un país con el que Armenia viene estrechando lazos y que siendo enemigo secular de Pakistán –aliado de Azerbaiyán- empezó a mirar a Armenia con otros ojos.

Pero tal vez el paso más importante y el que comenzó a cambiar el balance de fuerzas fue el acercamiento a Francia, una potencia de la OTAN, que apoyó diplomáticamente a Armenia durante el conflicto, fue el país que en septiembre pasado presentó la iniciativa de tratar la crisis humanitaria de Artsaj en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, participa de la misión de observadores de la Unión Europea en Syunik y en los últimos dos meses ya envió a Armenia a su canciller y su ministro de Defensa.

Como resultado de esos contactos Armenia compró tres sistemas de radares antiaéreos GM 200, que tienen un alcance de 250 kilómetros y piezas de artillería Bastion que esta semana llegaron al puerto georgiano de Poti en el Mar Negro, para desde ahí viajar por tierra hasta Armenia.

Además, los ministros de Defensa Surén Papikyan (Armenia) y Sébastien Lecornu (Francia) firmaron un memorando de entendimiento para la compra de sistemas de defensa aérea de corto alcance Mistral, al tiempo que acordaron la asistencia para la reforma militar en Armenia y el entrenamiento francés de las fuerzas terrestres de Ereván.

La cooperación militar con Francia busca fortalecer la capacidad de defensa aérea de Armenia, algo que quedó expuesto durante la Guerra de los 44 días, cuando los drones de ataque de fabricación turca (Bayraktar) e israelí (Harop) fueron decisivos en el desenlace del conflicto en 2020.

Además, la cooperación en defensa con la India, sobre la que el gobierno de Armenia mantiene silencio sobre los detalles sin afirmar ni negar los informes de la prensa de Nueva Delhi, tanto como la cooperación con París, sobre la que el gobierno de Ereván llamativamente da incluso detalles sobre la cantidad de unidades adquiridas, buscan dejar atrás la dependencia de la asistencia militar de Rusia.

Este dato incluso fue admitido por el propio primer ministro Nikol Pashinyan como un “error estratégico”.

Leonid Nersisyan, analista militar que ha estudiado en detalle la compra de armas durante los últimos diez años, destaca que la cooperación militar con Francia tiene dos razones centrales.

“En primer lugar los dirigentes políticos de Francia han mostrado en numerosas ocasiones sus simpatías hacia Armenia, prestándole apoyo diplomático en el conflicto contra Azerbaiyán. En segundo lugar, Francia es uno de los pocos actores en el mercado de armas que fabrica prácticamente todo tipo de armas”, expresó Nersisyan al portal Eurasianet.

Un punto más es que la cooperación militar con Francia es vista por Rusia como una cuña de Occidente en el Cáucaso, que ve amenazada su hegemonía. Y, además, en buena medida compensa la asistencia militar de Turquía a Azerbaiyán. Son dos jugadores de peso en este mercado y con tecnología equivalente.

Silencio en Bakú

En las últimas semanas dos factores han provocado que el gobierno de Azerbaiyán, que según algunas informaciones de inteligencia tenía toda la intención de seguir avanzando sobre Armenia, pusiera punto muerto en la caja de velocidades, en “wait and see” al menos temporal.

Por un lado, Bakú no esperaba que en sólo una semana casi la totalidad de los armenios de Artsaj abandonara sus casas y marchara hacia Armenia. Si bien la limpieza étnica fue siempre su objetivo, ahora se encuentra con ciudades fantasmas, no se produce nada, no se pagan impuestos, y los azeríes ni siquiera tienen cómo satisfacer su enfermiza armenofobia contra la población civil. Sólo disparos contra algún jachkar o sacar las cruces de las iglesias. Bastante poco para su voracidad asesina.

La otra, es la mencionada rápida cooperación militar con Francia y con la India, que supone – en caso de continuar, claro- una equiparación de fuerzas que no estaba en la cuenta del dictador Ilham Aliyev.

La presencia francesa en la región llevó a Azerbaiyán a presentar una queja formal ante el gobierno de Georgia días pasados, por el arribo de equipos de artillería de origen francés al puerto de Poti en el Mar Negro, por la supuesta presencia de armamento extranjero, en referencia a las piezas de artillería Bastion que Armenia le compró a Francia.

No dijo lo mismo cuando Turquía llevó a Artsaj mercenarios de Siria y Libia en 2020 o con los drones turcos e israelíes o el fósforo blanco traído desde Ucrania.

Ante la queja, el ministro de Relaciones Exteriores de Georgia, Ilia Darchiashvili, señaló este miércoles que “cada país tiene el derecho de tener sus fuerzas de defensa”. Pese a ello, Tbilisi se manifestó partidario de permitir a los dos países (Armenia y Azerbaiyán) beneficiarse con el tránsito por territorio georgiano.

En este contexto, hay que considerar también los vínculos que el gobierno de Armenia comenzó a cultivar con el gobierno de Estados Unidos -el mes pasado hubo ejercicios militares conjuntos en Armenia-, un paso por cierto muy cuestionado por Moscú. Y con el compromiso de intervenir en la reforma militar de Armenia.

Además, empezaron los contactos con el Reino Unido, no en el plano de la cooperación militar, pero sí en el diplomático, algo similar a lo que Ereván está intentando con Canadá, Japón, la Unión Europea, y varios gobiernos del continente Países Bajos, Alemania, Grecia, Chipre o Suecia, que son parte de la nueva agenda internacional de Armenia.

Por su parte, el proyecto “Jaghaghutián Jachmerúg” (Encrucijadas de paz), una iniciativa del gobierno que intenta dar respuesta regional a la demanda de abrir carreteras física y vías de comunicación en el Cáucaso Sur, presionado por Rusia y el reclamo de Azerbaiyán de abrir un Corredor Zangezur, aún no está sobre la mesa de negociaciones.

En parte es así por los cambios geoestratégicos que tienen lugar en el área. Pero es otro paso en esta búsqueda de seguridad por parte de Armenia.

Carlos Boyadjian

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