Armenia, un refugio seguro para los extranjeros
Ereván (Gayaneh Mkrtchyan para Jam-news.net).- Lamarana Jiba, de 27 años, se mudó a Armenia hace siete años desde Guinea. Ella comienza a llorar cuando habla de su tierra natal y de la familia que ha dejado atrás. Sin embargo, una sonrisa aparece en su rostro cuando su hijo Alvin corre hacia ella diciendo en armenio: “Mamá, ¡vamos!”.
“Me encanta el país, es seguro y tranquilo. Es mi segundo hogar. Mi hijo nació aquí hace tres años. Habla mejor armenio que yo y va al jardín de infantes. Él tiene amigos y ya es ciudadano armenio. También conocí a mi esposo aquí, que también es de Guinea. Es programador, pero no pudo encontrar trabajo en su campo. Actualmente trabaja como DJ para poder atendernos”, comenta.
Lamarana trabajó en un laboratorio en su nación natal. Su vida se volcó cuando estalló el conflicto en su país. En ese momento conoció a un armenio que se ofreció a ayudarla trasladarla a Armenia.
“‘Es un lugar tranquilo, la gente es amable y te ayudará. No tengas miedo”, me dijo. Este hombre me ayudó a que pudiera vivir aquí. Me siento bien, como si estuviera en Guinea. Aprendí a cortar y coser, hago trenzas africanas para los que quieren, que son muy elegantes y están de moda. Siempre estoy lista para trabajar”.
“Aprendí armenio hablando con la gente y a través de cursos. Hago todo como las mujeres armenias. Deberían ver cómo preparé conservas en frascos de vidrio para el invierno", dice Lamarana (foto izquierda).
Actualmente espera su segundo hijo y está segura que podrá quedarse en el país. Si bien le gusta todo del lugar, está preocupada por las dificultades de conseguir empleo.
La coordinadora de Relaciones Externas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Anahit Hayrabetyan
(foto derecha), explica: “Armenia es un país pequeño y actualmente está bajo bloqueo; tiene una serie de problemas económicos y, sin embargo, muchos extranjeros procedentes de varios países lejanos vienen aquí, en gran parte debido a los conflictos y a las guerras en sus estados de origen. En estos casos, Armenia se convierte en su segundo hogar”.
Paola, de 61 años, dejó a su familia en Cuba y ha trabajado durante tres años en Armenia. Según dice, le prometieron que la llevarían a Rusia, pero en su lugar terminó en Armenia, de la que nunca había oído hablar antes.
“Este ahora es mi país. En términos de integración me siento muy bien aquí. La gente es sociable y amigable. En Cuba trabajaba en la construcción y me iba a jubilar pronto. Ahora estoy buscando trabajo, pero no saber el idioma crea problemas bastante serios. Es un lenguaje difícil y hay que estudiar mucho para aprenderlo”, cuenta.
Contadora de profesión, Arlet, (foto izquierda) de 41 años de edad, se mudó del Congo a Armenia junto a su hija. Habían vivido allí durante siete años y se fueron hace apenas unos meses. Según admitió, se enteró de la existencia de Armenia a través de internet.
“Me gustan las comidas armenias como el lavash y el dolmá. Tengo buenos amigos, aquí son agradables y ayudan si uno lo necesita. Lo único que no pueden aprender a hacer es a sorprenderse cuando ven a personas de piel oscura. Mi hija fue a la escuela aquí y varias veces durante clases de baile vi como otros padres no dejaban que sus hijos le agarraran la mano”, detalla Arlet.
“En Armenia el color de piel sigue siendo un problema. Envié mi currículum vitae a varios lugares, pero cuando me veían no me contrataban, probablemente pensaran que era impura por mi color de piel. Pero si tenemos una pelea, verán que mi sangre es roja”, agrega, hablando armenio con fluidez.
El fondo humanitario suizo KAZA ayuda con la enseñanza del idioma. Trabajando para aquellos que buscan el status de refugiado, y para los que ya lo tienen, organizan el programa “Join in Society” con la ayuda y el apoyo del Fondo de las Naciones Unidas.
“El programa consta de tres componentes: un curso de armenio, reuniones mensuales interculturales y clases de maestría. Todo está conectado con la integración cultural. Organizamos excursiones a Ereván y a otras partes al menos tres veces al año”, comenta la encargada del programa Sona Khlgatyan (foto derecha).
Según afirma, todo tiene un solo objetivo, ayudar a las personas a adaptarse a este nuevo ambiente, a vivir e integrarse en la sociedad local. El proyecto está destinado en su mayor parte a aquellos que han esperado durante mucho tiempo para saber si finalmente obtendrían o no el status de refugiado. Esto es a menudo un factor de estrés para ellos, por eso, el objetivo principal es cambiar su rutina diaria y hacer que estén más motivados e interesados en adaptarse mejor a la vida local.
Khlgatyan dice que en el ambiente informal y amigable del curso que está dando, “Armenio con café”, hay 39 emigrantes en busca de asilo que intentan aprender el idioma. Los temas del mismo se centran en muchas situaciones cotidianas, como visitas médicas, trueques en mercado y compras en tiendas.
“Si quieres integrarte en esta sociedad primero debes utilizar el lenguaje. Es cierto que el armenio es un idioma complejo, y la dificultad de mi curso consiste en el hecho de que lo toman personas de diferentes culturas que hablan varios idiomas. Intentamos que las lecciones sean accesibles para todos, para que todos se sientan involucrados. Nuestras clases se desarrollan generalmente en cuatro idiomas: armenio, ruso, inglés y español. Sin embargo la idea ha funcionado y cuando nos ayudamos entre nosotros nos entendemos”, afirma Sona.
“Los refugiados dicen que aquí son bien aceptados. Después de superar la barrera del idioma, que es un problema grave para cualquier extranjero, les resulta más fácil hablar con las personas y se sienten más seguros cuando buscan trabajo. A menudo escucho las palabras: ‘me quedaré, viviré y trabajaré en este país’”, agrega Anahit Hayrabetyan.
Ella cree que todos los residentes de Armenia podrían ayudar a los refugiados a sentirse como miembros plenos de la sociedad, ayudándolos a familiarizarse con la cultura y las tradiciones locales: “La variación da nueva vida a nuestra nación, y estamos muy necesitados de esta. La expresión de que ‘un inmigrante no llega a otro país con solo una bolsa atada a la espalda’ es completamente aplicable para aquellos que quieran vivir aquí”.