Opinión

Armenia y Artsaj ante nuevos desafíos

19 de septiembre de 2017

Nagorno-KarabaghLa nación armenia viene persistiendo en un esforzado camino,  inspiradas en su rica experiencia política y social, con la firme determinación de concretar objetivos vitales para volver a agruparse en los territorios ancestrales donde residía en el Siglo XIX.

Ocurrido el derrumbe de las superestructuras de imperios y potencias de la época, que la regían en condiciones no igualitarias, bajo estados y países que dominaban,  que imponían graves contrastes y contradicciones sociopolíticos y económicos, para sobrevivir heroicamente en una sucesión de conflagraciones regionales e internacionales.

Carente de un estado nacional durante casi un milenio en su hábitat originario, afrontó el primer gran genocidio del Siglo XX que le causó, además de sufrir un crimen de lesa humanidad, gravísima disminución demográfica, irreparables pérdidas de su patrimonio cultural y la usurpación territorial de la República de Armenia, creada el 28 de Mayo de 1918. Fue posible construirla sin que haya cesado el Genocidio Armenio perpetrado por el Panturquismo desde el 24 de Abril de 1915.

El resto del país fue sovietizado en 1920-1921, y a pesar de las guerras de las que -nuevamente- participó por estar bajo la administración del Kremlin, el reinicio (con la Perestroika) del movimiento de liberación de Armenia Oriental, en 1988 logró la recuperación de la independencia según las leyes vigentes en la URSS en 1991, y se abocó a seguir construyendo la República de Armenia creada hace casi un siglo atrás.

El pueblo armenio se identificó con los derechos humanos que caracterizan sus reclamos, con el principio de autodeterminación nacional, y debió defenderse en medio de la inseguridad imperante en el Cáucaso sur.

Han pasado 26 años desde septiembre de 1991. La errática política del liderazgo de la perestroika contribuyó a multiplicar las contradicciones, a tergiversar el sacrificio de millones de campesinos, obreros y empleados, durante largas décadas.

La corrupta burocracia zarista, fue cambiando de servir a la monarquía, a ser manejada por la doctrina aplicada por sucesivas administraciones centralistas, muchas veces sin control, ni solidaridades ciudadana ni justicia social auto gestionada.

La usurpación de Nagorno Karabagh, y Najicheván, perpetrada por el estalinismo, era imperativo para la prometida transformación que prometió la perestroika. Lo aplicó con unos, pero no con otros. Aliev hizo valer su posición dominante en la cúpula del unicato partidario.

El derrumbe de la URSS, la exitosa liberación de Artsaj de la opresión turco-azerí, y una generalizada esperanza movilizó a las Diásporas, que intuyeron que podían volver a acercarse a la fragmenta nación.

Pero la nueva construcción de una república nuevamente libre e independiente con las limitaciones políticas, sociales y económicas de los nuevos liderazgos nativos, no pudieron solucionar –hasta ahora- los efectos nocivos de los clanes económicos y grupos de poder.

A pesar de la victoria de la resistencia popular a las agresiones azeríes, lograda por un nuevo y valiente ejército nacional, el sistema de regulación del estado, el capitalismo de Estado, presentado como solidaridad socialista, privatizó para su intereses saqueó los, se apropió de los bienes estatales, y adoptó los objetivos y métodos del capitalismo monopólico, que caracteriza a esta etapa del neoliberalismo salvaje y pseudo democráticos.

Las reformas en el sistema de gobierno, que se buscan profundizar ante el agudizamiento de agresión de Azerbaidján, han creado nuevamente expectativas para que mejoren las condiciones de vida, y se establezcan relaciones más estrechas y eficientes entre la Madre Patria y las Diásporas.

En mundo donde tienen tanta influencia la calidad, la responsabilidad y la eficacia del liderazgo tanto estatal como privado, social y comunitario, la nueva Conferencia Armenia-Diáspora tiene la ocasión de convertirse en el inicio de evolución y progreso ejemplar, para honrar el legado recibido y señalar auspiciosos nuevos rumbos.

Carlos Luis Hassassian  

 

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