Armenofobia y limpieza étnica, el binomio que define el ADN turco-azerí

06 de diciembre de 2020

En la guerra de Artsaj, Azerbaiyán siguió el patrón establecido hace siglos por los diversos gobiernos turcos, para apropiarse las tierras ancestrales armenias, asesinando o desplazando por la fuerza a su población.

El lanzamiento de bombas conteniendo fosforo blanco contra las poblaciones armenias en el contexto de la agresión turco-azerí-jihadista contra Armenia y Artsaj, no es más que la muestra más brutal y descarnada del principal objetivo que tienen desde hace muchos años los gobiernos de Ankara y Bakú.

En pocas palabras, podría traducirse así: “Quiero tus tierras a cualquier costo. Podés irte, no me importa dónde sea que vayas pero si te quedás, morirás”. Sin dudas, es una estrategia megalómana, armenofóbica, racista y despiada, sin miramientos por ancianos, mujeres o niños. Mucho menos tiene en cuenta el derecho internacional.

Vale recordar que el uso de armas químicas, aún en el escenario de un enfrentamiento armado, fue prohibido por el Protocolo de Ginebra (1925) tras la devastadora experiencia del uso de gases tóxicos, paralizantes y letales durante la Primera Guerra Mundial (cloro, gas mostaza, fosgeno, gases lacrimógenos).

Este cuerpo legal fue perfeccionado en la Convención sobre Armas Químicas (1993). La convención entró en vigencia en 1997 y fue firmado y ratificado por 192 países, entre ellos Turquía y Azerbaiyán.

La utilización de fósforo blanco contra la población civil armenia en octubre y noviembre de 2020, buscó amedrentar a los habitantes, dañar gravemente a la población para que abandone el lugar, y de ese modo favorecer el avance enemigo. Fue una segunda fase de los bombardeos contra las ciudades.

Es que en su afán expansionista, para los talibanes del panturanismo, no hay límite alguno y desde ya, el fin justifica los medios. Buscan a toda cosa quedarse con las tierras ancestrales armenias, y en su lógica enfermiza y genocida esto debe hacerse sin residentes armenios, ni vestigios de su presencia en esas tierras.

Sultanes y presidentes

Una mirada retrospectiva permite observar que ésta ha sido la matriz de la política turca al menos en los últimos 160 años –incluso antes también-, desde que arreciaron los ataques contra las poblaciones armenias de la región de Cilicia y Vaspuragán, que dieron lugar a movimientos de autodefensa en Zeitún, Sasún, Van y otros poblados en la segunda mitad del siglo XIX.

A un siglo de la ejecución del plan genocida de los Jóvenes Turcos y el movimiento kemalista, sólo basta ver los resultados. Las poblaciones armenias de la zona oriental del Imperio Otomano quedaron bajo dominio turco, sin población armenia. En algunas de ellas se formaron asentamientos kurdos pero muchas permanecen virtualmente deshabitadas.

Por añadidura, los gobiernos de Azerbaiyán desde su conformación como estado en 1918, literalmente han copiado la estrategia del hermano mayor y verdadero ideólogo de la armenofobia en esos países.

Salvando las distancias históricas y tecnológicas, hay un claro paralelismo entre las hordas otomanas lanzadas a sangre y fuego contra las aldeas armenias a comienzos del siglo XX y la utilización de drones y bombas con agentes químicos en Artsaj hace apenas semanas.

En palabras de los presidentes turco y azerí, Recep Tayyip Erdogan e Ilham Aliyev, se trata de una sola nación con dos estados. Y habría que agregarle también, una idea fija. La destrucción de Armenia, los armenios y cualquier manifestación cultural, artística o religiosa que evoque su pasado y presente en esas tierras.

Es necesaria una aclaración antes de avanzar en el análisis. Suelen confundirse conceptos tales como genocidio, asesinato en masa o limpieza étnica. Mientras el genocidio supone la destrucción total o parcial de un grupo nacional, étnico, racial o religioso, la limpieza étnica puede ir del asesinato al desplazamiento forzoso.

Es decir, no necesariamente lleva al exterminio, aunque la exacerbación de la limpieza étnica suele derivar en asesinatos en masa y genocidio, como demuestra la experiencia histórica en Armenia, el Holocausto judío, la exYugoslavia con los bosnios, o los tutsis en Ruanda.

Y un dato más. La limpieza étnica tiene un costado cultural, que hoy se ve en los territorios ocupados de Artsaj por parte del ejército azerí. Destruir la cultura y negar el pasado es una forma de dominación que anida en la mente del que se cree superior. La armenofobia fomentada desde las más altas esferas del Estado ha calado muy profundo en la sociedad azerbaiyana. Difícil construir una paz duradera en esas condiciones.

Limpieza étnica y Jihad

Las declaraciones del nuevo canciller armenio y exembajador de la República de Armenia en Argentina, Uruguay y Chile, Ará Aivazyan, dejan en claro la vigencia que tiene esta política de agresión e incluso desaparición física de aquellos considerados enemigos, únicamente por su nacionalidad o pertenencia a un grupo étnico.

Durante la 27° Reunión del Consejo Ministerial de la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea (OSCE), que tuvo lugar el pasado 3 y 4 de diciembre en Tirana (Albania) y con participación de algunos representantes en forma virtual (online), Aivazyan se refirió a la situación desencadenada en los territorios ocupados por Azerbaiyán tras la firma del acuerdo tripartito del 9 de noviembre.

“La agresión estuvo acompañada de numerosas violaciones graves del derecho y las costumbres internacionales durante los conflictos armados, crímenes de guerra, incluidos los ataques deliberados contra civiles, infraestructura vital, asesinatos de prisioneros de guerra, toma de rehenes, tratos o penas inhumanos o degradantes y muchas decapitaciones, cuyo objetivo final era la limpieza étnica del pueblo armenio en su propia patria histórica”.

Y tras resaltar el trabajo de los co-presidentes del Grupo de Minsk de la OSCE (Rusia, Estados Unidos y Francia) apuntó: “A pesar de las garantías recibidas hoy, los armenios han sido depurados étnicamente en los territorios recientemente ocupados de Artsaj por Azerbaiyán, y los pocos que quedan han sido asesinados o torturados y expulsados de su patria ancestral por las fuerzas armadas azerbaiyanas”.

Frente a esto, reclamó por el estatus futuro de Artsaj, al asegurar que “este hecho demuestra claramente que los armenios de Artsaj no pueden estar bajo la jurisdicción de Azerbaiyán”.

Ante a un mundo occidental que nuevamente se mantuvo pasivo frente a los ataques arteros contra la población civil, tal como ocurrió en el genocidio 1915/23, el canciller busca delimitar el territorio de lo negociable y lo que no en una futura mesa de negociaciones.

En este punto es buen recordar algunas lecciones que deja el análisis histórico. En un ensayo publicado en 2018 en el “Journal of Security Studies and Global Politics”, el investigador lituano Vladislav Sotirovic, aseguró que “el genocidio armenio puede considerarse la primera limpieza étnica moderna de la Jihad Islámica”.

Cien años después de esos hechos, la alianza turco-azerí, junto a mercenarios y terroristas de Siria, Libia y Afganistán contra Artsaj, le da la razón.

Sotirovic sostiene además que el genocidio armenio “fue una acción deliberada de destrucciones sistemáticas, ejecuciones, despojos, deportaciones, asimilación forzada, hambruna inducida, limpieza étnica y aniquilación de signos materiales de la cultura armenia y la existencia nacional en el territorio del Imperio Otomano”.

Las imágenes que durante 44 días e incluso después, erizaron la piel de los armenios en el mundo entero, eximen de toda explicación sobre la semejanza con el accionar de las fuerzas agresoras en Artsaj.

Por si quedaban dudas sobre el objetivo de homogeneizar a la sociedad otomana por parte del triunvirato de los pashás (Talaat, Enver y Djemal) y sus ejecutores con Behaeddin Shakir a la cabeza, es bueno prestar atención a esta sentencia de Sotirovic. “La turquificación de Asia Menor mediante limpieza étnica de todos los armenios era un objetivo primordial de esa política”. Más claro, echale agua.

Carlos Boyadjian
Periodista
coboyadjian@yahoo.com.ar

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