Arno Stepanyan: “Con el duduk canta el alma a través de la garganta”

07 de agosto de 2023

Con su música que demuestra una clara fusión de géneros e influencias, pero sin dejar atrás sus raíces armenias, Arno Stepanyan, desarrolló una extensa carrera artística en Argentina desde que llegó por primera vez al país en 1999. En diálogo con Diario ARMENIA, el instrumentista habló acerca de su recorrido y sus principales proyectos a lo largo de su carrera.

¿Cómo fue tu acercamiento a la música?
— Mi historia musical nació con mi madre, Tatevik Babloyan, que era cantante de radio y televisión. Luego de entrar al colegio de música Armen Tigranyan, estuve estudiando casi 7 años en Ereván y simultáneamente toqué en un grupo musical infantil. Hice algunas giras, cuando terminé mis estudios de música, me tocó viajar a Argentina en el 99 para establecernos aquí. Mientras tanto, siempre estuve enamorado del saxo. Cuando llegamos trabajé un año y medio y comencé a acercarme nuevamente a lo artístico con un teclado.

¿Cómo fueron tus primeros proyectos en Buenos Aires?
— Siempre tuve la idea de armar un proyecto propio, y estaba convencido de que tenía que ser una fusión con un poco de armenio, un poco de jazz o un poco de pop. Eso me llevó a trabajar en lo que es el grupo Orient Groove, que es un sexteto instrumental. A partir de eso se abrieron distintas puertas en varios lados porque me permitió acercarme más a mis raíces a través del duduk y la música de medio oriente. Al mismo tiempo surgió la posibilidad de dar clases de duduk en la Asociación Cultural Armenia durante 5 años. De hecho, me acerqué más a los instrumentos armenios ya estando acá.

¿Quién es hoy Arno Stepanyan?
—Es una pregunta difícil. Me considero un músico que puede tocar en un grupo de rock con el saxo o una meditación con el duduk. Puedo considerarme un músico universal en el sentido de darme cuenta qué estilo y qué lenguaje se precisa. No se puede salir a tocar un jazz con frases de rock. Para eso hay que escuchar muchos estilos.

— ¿Qué encontraste en los instrumentos armenios que tanto te atrajeron?
—Interpreté varios, pero a los que más me dediqué es al duduk y al blul. Cuando empecé a tocar el duduk me di cuenta que nuestro instrumento nacional no puede faltar en la vida de un músico armenio. Me sentía como un falso músico al tocar otros instrumentos de viento y no hacerlo con el duduk en particular. Es un instrumento con el que canta el alma a través de la garganta. Los armenios amamos mucho lo nuestro y en cualquier situación, esté tocando rock, blues o jazz, interiormente mi melodía es muy armenia. Todos nosotros tenemos algo especial que resaltamos en nuestras actividades.

En muchas publicaciones tuyas vemos a tus hijos disfrutar de tu música, ¿cómo se la transmitís?
—Es lindo, porque así como mi madre me transmitió este sentimiento y yo quiero pasárselo también a ellos. Siento que son pequeños artistas, que tienen oído y esa cosa de actuar. Tal vez son tímidos, pero cuando es algo artístico se abren más. Empecé a trabajar con ellos, con música infantil y otras cosas que fueron surgiendo. Se enganchan muy fácil y están muy conectados. Cada uno tiene un don diferente.

¿De allí surge el proyecto Todos al Escenario?
—Así es. El proyecto nació porque quería hacer algo infantil para la comunidad y surgió a partir de mis propios chicos. Mi hija Micaela les contó a sus compañeras en el colegio y muchas se quisieron sumar. Después de tocar en el San Gregorio surgió la idea de ir llevándolo también a otros colegios. Empecé a hacer la difusión y realicé algunos videos en vivo en el teatro de la Asociación Cultural Armenia. Así grabamos un videoclip con el himno armenio, más cercano al estilo popular y no tan serio para ellos.

¿Cómo fue el videoclip que hiciste para el centenario del Genocidio?
— Dos años antes del proyecto, estaba tocando con un amigo un tipo de música más cercana a lo clásico y a lo folclórico. Una noche soñé con una melodía, la escribí y me quedó. A medida que pasaba el tiempo, cada vez que me acercaba a ese proyecto agregaba sonidos. Cerca de la fecha, puse dos violines, un chelo y un contrabajo, y cuando lo escuché me dio una sensación de algo caótico, de mucha tristeza. No pensé ni un segundo y decidí que su nombre tenía que ser la fecha del Genocidio. Lo grabé en el patio de la Catedral Armenia de Buenos Aires y quedó como algo cultural entre el tango y lo armenio.

¿Cómo ves hoy a la comunidad armenia en Argentina?
— Creo que lo que tendríamos que ajustar un poco es en ver al otro como para sumar y nunca quitar. Todos queremos ayudar pero quisiera que haya más amor entre nuestras instituciones y nuestra comunidad.
En mi carrera como músico siempre intenté separar el arte de la política. Creo en el amor y en la música, porque es lo más real que hay. Cuando una persona escucha música puede sentir a sus antepasados e imaginar sus proyectos y futuro. Creo que lo que hay que hacer en nuestra colectividad es desarrollar la música con mayor intensidad y llevarle el arte a los más chicos.

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