Artsaj: herencia cultural en riesgo, pero aún hay tiempo de actuar

18 de enero de 2024

Ante el escenario catastrófico que se ve en redes sociales, investigadores afirman que hay razones objetivas para que Bakú no avance en la destrucción total de monumentos. Las acciones que recomiendan al gobierno y las ONG armenias.

Desde que el estado de Azerbaiyán emergió a la faz de la Tierra en 1918, un tiempo que metafóricamente de apenas cinco minutos de vida si se la compara con la historia armenia que ya lleva más de 4500 años, los diversos gobiernos azeríes intentaron destruir, transformar, ocultar o apropiarse de la herencia cultural armenia en la región.

Para bien o para mal el pasado los condena, tanto a Azerbaiyán como a su “hermano” Turquía. Esa lógica perversa de cambiar, renombrar, destruir y modificar para que parezca otra cosa, fue copiada casi al detalle por Azerbaiyán.

En Artsaj lo estamos viendo en estos días. Los azeríes llaman Şuşa a Shushí, Xankendi a Stepanakert, Fizulí a Varandá, Lachín a Berdzor, Kelbajar a Karvadjar y Ganja a la histórica Gandzak.

Pero lo que se ve en Artsaj desde el fin de la guerra de los 44 días en noviembre de 2020 en los territorios que los armenios debieron entregar como parte del acuerdo de alto el fuego, y también tras el bombardeo y la invasión de las tropas azeríes en septiembre pasado a lo que quedaba de la República de Artsaj, más que con los nombres tiene que ver con los monumentos.

La fijación de destruir o “reconstruir” para volver a un “estado original” monumentos armenios o exponentes del arte armenio, tiene dos lógicas: la venganza ante cualquier expresión de victoria armenia o un suceso importante para los armenios, y la destrucción y reforma de edificios, monumentos, iglesias, etc.

En el primer caso, algunos de ellos son destruidos a mazazos, disparos de fusil o bulldozers para tomar revancha de monumentos que evocan sucesos o personajes clave de la victoria armenia en la primera guerra de Artsaj (1988-1994).

Un caso reciente es la destrucción del monumento a Vazkén Sargsyan, primer ministro de Armenia y figura clave en aquella guerra, memoriales o khachkars en todas las regiones y la remoción del emblemático tanque que estaba en la entrada de Shushí, cómo símbolo de la victoria clave en la batalla por el control de esa ciudad en 1994. El último khachkar destruido fue el 9 de enero de 2024 y monumento histórico de la ciudad de Martakert.

Y recientemente trascendió que el gobierno busca desmantelar el monumento a Mamig y Dadik, que no es muy antiguo, fue construido en 1967, pero sí es muy representativo del sentimiento armenio con Artsaj, que se condensa en la célebre frase: “Menk enk mer sarerë” (Somos nuestras montañas).

Apunten a las iglesias

El caso de las iglesias la “intervención creativa” azerí es mucho más grave. Un caso emblemático es la reforma de la cúpula de la catedral de Surp Gazanchetsots en Shushí, que fue bombardeada en dos oportunidades en la guerra de 2020 y que con el argumento de su reconstrucción se cambió la típica armenia en forma de cono por un techo abovedado.

Una corriente de pensamiento sostiene que no se busca convertirla en mezquita sino retomar la apariencia que la cúpula de la catedral tenía luego del pogromo de 1920 durante la era soviética, cuando gran parte de la población armenia de Shushí fue asesinada u obligada a huir.

Desde el fin de la guerra de los 44 días el gobierno de Armenia y países occidentales insisten en la necesidad que de la UNESCO pueda ingresar a Artsaj para listar y documentar los monumentos y objetos artísticos que es necesario proteger del vandalismo y la destrucción. Sus funcionarios e investigadores nunca fueron autorizados a ingresar.

También el Ministerio de Educación, Ciencia, Cultura y Deportes de la República de Armenia listó unos 140 monumentos históricamente significativos y con valor cultural, con el fin de que sean preservados. El trabajo complica fotografías e información de cada uno de ellos y en él trabajaron además de personal del ministerio, y gente desplazada de Artsaj.

Pero tal vez el listado más desarrollado de edificios, monumentos y expresiones artísticas en riesgo de ser destruidas por el gobierno de ocupación azerí lo haya elaborado la Fundación de Investigaciones sobre Arquitectura Armenia (Research on Armenia Architecture Foundation), que recopiló más de 3140 monumentos en Artsaj, más 1054 topónimos armenios, tiene un archivo de 4324 fotografías y 1513 informes detallados.

La lista de lugares en riesgo incluye los monasterios de Amaras (siglo IV), que fue la primera escuela de enseñanza del idioma armenio, fundada por el mismísimo Mesrob Mashtóts, los monasterios de Gandzasar (Karvadjar, siglo XIII), Gtichvank (Hadrut, siglo XIII), Surp Kevork Tsitsernagavank (Berdzor, siglos V y VI), Surp Hakobavank (Kolakat, siglo IX) o Dadivank (Karvadjar, siglo IX).

La lista de los monasterios o capillas más relevantes incluye 85 construcciones religiosas, que ya son o pueden ser en breve, objeto de ataques o destrucción por parte del gobierno azerí. Pero hay también otro tipo de monumentos o edificaciones de valor histórico incalculable, como el citado monasterio de Amarás, los restos de Tigranakert, una de las capitales fundada Medzn Dikrán (Tigranes II El Grande) en el siglo I A.C. en Artsaj, y el jachkar más antiguo del mundo, que está en la aldea de Vaghuhas y data del 866.

Otra perspectiva

En este contexto, sin embargo, un dato curioso abre una luz de esperanza frente a la angustia que crece en las comunidades armenias de todo el mundo, por el peligro que corren los monumentos en Artsaj.

En un informe publicado el pasado 27 de noviembre en EVN Report, el investigador Simon Maghakyan, que tomó notoriedad por su alerta temprana sobre el borrado encubierto del pasado armenio en Najichevan, explicó que en Artsaj “se estima que unos 500 sitios históricos que albergan hasta 6.000 monumentos en la región de Artsaj están ahora bajo el control de un gobierno conocido por su tolerancia cero contra la historia armenia”.

Y recordó la destrucción ocurrida en Najichevan entre 1997 y 2006, que arrasó literalmente con todo vestigio de legado armenio, acabó con 89 iglesias, 5840 jachkars y unas 22.000 tumbas, además, del cementerio medieval en su totalidad.

Consultado sobre si Azerbaiyán tiene ahora carta libre para destruir lo que quiera en Artsaj, el académico sorprendió al afirmar que “el objetivo final del actual régimen de Azerbaiyán es, de hecho, borrarlo por completo. Pero por el momento no está en condiciones de hacerlo, al menos en lo inmediato” y mencionó tres razones para esto.

En primer lugar, Azerbaiyán “desea crear una impresión internacional de ser un actor responsable, por lo que debe contener su comportamiento ante audiencias globales, especialmente a la luz de la reciente limpieza étnica”.

En segundo término, desde que en diciembre de 2021 la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ordenó a Azerbaiyán “prevenir y castigar” el patrimonio cultural armenio, “Azerbaiyán ha actuado con relativa moderación: ha habido destrucciones de varios cementerios e iglesias, pero no un borrado a gran escala de todo”.

Por último, monasterios emblemáticos como Amaras, Dadivank, Gtichvank, Tsitsernagavank o Gandzasar que durante años fueron presentados como de la “Albania Caucásica” o proto-Azerbaiyán, no pueden ser ahora destruidos por ser armenios.

Hay un punto más respecto de la supuesta construcción de mezquitas sobre iglesias armenias. Maghakyan explica que “el gobierno azerbaiyano simplemente no considera que las iglesias armenias sean dignas de convertirse en mezquitas”.

En este escenario, insta tanto al gobierno de Armenia como a ONG armenias a buscar convencer en algún sentido a Azerbaiyán de la inconveniencia de la destrucción. A corto plazo, por las sanciones, mala prensa y responsabilidad legal que supondría para el gobierno de Bakú.

A más largo plazo, por el posible beneficio de preservarlos para recibir peregrinaciones desde Armenia a esas iglesias, con un importante ingreso económico y trabajar incluso con las ONG azeríes en la preservación como una forma de incrementar el “poder blando” de Azerbaiyán a través del fomento de la diplomacia cultural.

Carlos Boyadjian

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