Como el don Pirulero, cada cual atiende su juego

17 de octubre de 2021

Quién lo diría… La agitación política y diplomática a nivel regional e internacional que se vive en estos días en la zona del Transcáucaso y en especial en Armenia, ha sobrepasado incluso la habitual efervescencia relacionada con las cuestiones de Medio Oriente.

En las últimas semanas hemos sido testigos de una verdadera “fiebre” diplomática: una seguidilla de encuentros tête-à-tête al más alto nivel gubernamental y eclesiástico; visitas recíprocas entre cancilleres; embajadores con agendas extenuantes; desfiles de delegaciones parlamentarias y fiscales generales entre países vecinos; declaraciones grandilocuentes, algunas vacías de contenido y muchas para leer entre líneas. El meollo de la cuestión: una diminuta región al sur de Armenia llamada Syunik, que se ha transformado en la manzana de la discordia entre los grandes, medianos y pequeños protagonistas de esta historia.

En la vida cotidiana, cuando nos preguntamos qué caminos tomar para ir de un sitio a otro, no hay duda que tendremos en cuenta en primer lugar la distancia, el tiempo, las dificultades a sortear y los “peligros” que nos pueden acechar. Tal es el caso entre los países hoy y a lo largo de los tiempos. Es lógico pues, que por motivos harto conocidos, para llegar al norte (Rusia, Europa) la India e Irán quieran evitar el paso por Pakistán y Azerbaiyán y prefieran la salida a través de Armenia y Georgia.  

Un maestro nos decía a menudo: “Si los azeríes tienen petróleo, nosotros tenemos nuestra ubicación geográfica”. Lo que nos parecía un consuelo de pobres, resultó ser la pura verdad…

Como tantas veces en la historia de Armenia, las rutas han vuelto a ser las protagonistas políticas del país. Tigranakert y Ani –dos de las tantas capitales que hemos tenido- eran importantes centros comerciales en las rutas que unían Occidente y Oriente durante las dinastías Ardashesián y Pakraduní, respectivamente. Y hoy la “suerte” le ha tocado a Syunik, una región clave en la encrucijada de los caminos este-oeste y norte-sur.

Obviamente, saber sacar partido de las ventajas que te da la naturaleza o la geografía es cuestión de cada Estado. Y saber cómo mover las fichas en el tablero regional e internacional, también.

Para tratar de resumir el intríngulis diplomático y político que se vive en estos días habrá que ver en primer lugar cuáles son los grupos rivales en el juego estratégico. Por un lado están Turquía y Azerbaiyán con el apoyo implícito o explícito de Pakistán, Israel y Gran Bretaña. Por el otro, Rusia, Irán y la India, cada cual persiguiendo lo suyo pero con intereses coincidentes en la región.

Claro que también está Occidente, representado en el grupo de Minsk por EE.UU. y Francia. (Alemania mantiene su tradicional postura pro-turca y ni hablar de la inexistente Unión Europea en materia de política exterior común). Está también Georgia, la cual intenta asumir un rol de “mediador” bajo el paraguas turco y occidental. Y está Armenia.

La pregunta es: ¿Dónde se ubica Armenia en este juego?

Antes es preciso hacer una aclaración. Eso de sacar la luz de giro a la derecha y girar a la izquierda (o viceversa) no siempre es señal de astucia política. Es más, cada paso que se da en política exterior tiene costos, a veces muy altos. Y jugar al poliladron o al gato y al ratón en una región en la que los gatos (y los leones) abundan, no parece ser lo más beneficioso para los intereses nacionales. En otras palabras, intentar pasarse de listo en un juego donde ninguno de los jugadores ha nacido ayer, es una ilusión de imberbes.

Volviendo a la pregunta de marras, ¿hay una respuesta fehaciente?

Porque eso de correr a Moscú en la cuarta visita oficial en un año (mientras que ni una al mismo nivel en el sentido contrario) no da una pauta real de hacia dónde apunta la política exterior de Armenia. Tampoco lo de asegurarle a Irán que el tema del “corredor” no está en la agenda de Yereván, ni menos aún, las palabras bienintencionadas ante el ministro de Exteriores de la India. Y qué decir de los pedidos de Pashinyan a su par georgiano de mediar ante la Turquía de Erdogán… o del silencio oficial ante las casi diarias humillaciones consecuencia de los exabruptos de Aliyev…

¿Qué es entonces aquello que permite darnos una idea de hacia dónde apunta el gobierno de Armenia? Por un lado, lasexiguas declaraciones oficiales. Pero por sobre todas las cosas, los hechos, los cuales hasta el momento no demuestran ningún resultado concreto favorable a los intereses nacionales armenios: los prisioneros de guerra siguen en cautiverio en Bakú; civiles y soldados armenios en Artsaj siguen siendo víctimas de los ataques armados azeríes; los pueblos fronterizos y los caminos de Armenia siguen bajo la amenaza directa o bajo la ocupación de fuerzas enemigas, y como si fuera poco, todavía siguen apareciendo cadáveres de soldados caídos en la guerra de 2020…

Al mismo tiempo, mientras las provocaciones armadas azeríes se van incrementando día tras día, la diplomacia secreta trabaja a toda máquina. Y así como todo lo relacionado con la guerra sigue bajo el más estricto secreto, así también la sociedad armenia está ajena a lo que se está negociando ahora mismo a sus espaldas…

En lo interno, a casi un año de haberse firmado el acuerdo tripartito que puso fin a la guerra de Artsaj, lo único que ha logrado el gobierno de Pashinyan es mantenerse en el poder. Lo que no es poco, luego de semejante derrota en el campo de batalla. Pero lamentablemente, la imagen de “vencido” perdura a pesar de haber salido airoso en las últimas elecciones parlamentarias. Y muy a pesar de él y sus seguidores, la figura del primer ministro es más la de un líder desgastado y débil en la mesa de negociaciones que la de un vencedor en los comicios.

Obviamente, la crítica situación por la que atraviesa el país no es responsabilidad exclusiva del gobierno. La oposición política también tiene su parte, así como el conjunto de la sociedad: civiles, militares y religiosos. Y no lograr un mínimo punto de coincidencia, al menos en lo relacionado con las cuestiones nacionales, es echarle agua al molino del enemigo. Que la única salvación está en la fuerza colectiva, ya lo dijo el célebre poeta Yeghishé Charents. Pero ¿quién escucha hoy a los poetas?

En cuanto a la política regional e internacional, es como en el don Pirulero, el que no atiende a su juego tiene una prenda: hacer lo que se le mande. Hoy parece que cada cual atiende bien a su juego, menos uno… Lo malo es que la prenda no implicará una obligación individual sino colectiva.

Ricardo Yerganian

Exdirector de Diario ARMENIA

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