Conflicto de Siria: Han bombardeado nuestra escuela

02 de marzo de 2016

karen-jeppe-2Quemaron nuestros hogares, iglesias, hospitales y escuelas... Son las palabras que he escuchado la mayor parte de mi vida de boca de mis abuelos, sus amigos sobrevivientes y de muchos armenios que entrevisté por mi profesión. También leí sobre el tema en los libros de historia y pude ver un montón de fotografías en blanco y negro.

He oído muchas historias de primera mano de cómo los armenios perdieron la vida o de qué manera quedaron huérfanos, mis abuelos entre ellos. Relatos de desesperación, hambre y muerte que dominan nuestra historia. Pero también hubo otros relatos milagrosos de supervivencia y renacimiento de nuestras familias, que no tenían cómo comenzar una nueva vida.

Pero todo lo que se refiere a estos episodios se remonta a más de un siglo, se relaciona con nuestras abuelas y abuelos que perdieron a sus padres, viviendas, escuelas y todas sus pertenencias en la Armenia histórica, que lograron comenzar una nueva existencia en Alepo luego de deambular por las arenas del desierto de Der el Zor.

Un siglo más tarde, una nueva guerra nació en Siria desplegándose a toda prisa desde pequeños levantamientos civiles en 2011 a un conflicto internacional sin final a la vista. Cinco años después, la historia nos pone como testigos de la destrucción de nuestros hogares, comercios, escuelas, hospitales y sedes comunitarias, esta vez en Siria.

karen-jeppe-3Nuestros compatriotas, aquellos que socorrieron y alojaron a nuestros abuelos hace cien años, se convirtieron hoy en apátridas refugiados que se transforman en cadáveres que flotan como restos de un naufragio en las playas de Turquía y Grecia en su doloroso derrotero su destino, a veces de bienvenida, y otras ocasiones sufriendo la represión de países hostiles. Vidas atrapadas entre alambres de púas y engañosos caminos que desembocan en las cerradas fronteras de una Europa libre.

Qué irónico lo sucedido cuando en un reciente viaje a Toronto, yo, nieto de armenios sobrevivientes que encontraron refugio y hogar en Siria, fui humillado por haber ayudado a un grupo de treinta ciudadanos sirios a emigrar al Canadá, luego de vivir tres años en el infierno de una tienda de campaña en un campo de refugiados en Jordania. Cuando finalmente aterrizamos en Canadá, el mayor de ellos me dio las gracias repetidas veces y me expresó el deseo de invitarme a su casa, pero, lamentablemente, dijo no saber todavía dónde estaría su casa canadiense.

Nos separamos después de habernos abrazado todos y estrechar la mano de cada uno de ellos por última vez. Pero antes de despedirnos, el anciano me dijo: "Usted es armenio por lo que nos comprende mejor que nadie. Nos hemos convertido en los armenios de nuestro tiempo". Intente decirle algo, pero no logré dar con la palabra justa en ninguno de los idiomas que hablo. Mis sentidos se extendieron sobre mi mente imaginando a mis abuelos como niños huérfanos emergiendo del desierto sirio y de alguna manera buscando una comparación con los supervivientes de la guerra de Siria en un aeropuerto lejano.

Karen-JeppeEl conflicto sin sentido se trasladó en Siria desde las zonas rurales a las ciudades y, finalmente llegó a Alepo. Sabía esto de primera mano pues mis antiguos compañeros de clase me llamaban para informarme que mi casa, mi barrio, las calles de mi infancia estaban siendo bombardeadas y destruidas totalmente.

No quedó "casa" para que vuelvas me dijeron. A partir de ahora sólo existirá en tu memoria, me dije. "Has tenido la fortuna de haberla visitado justo antes de que se desatara esta locura humana", me dijo la voz a través del teléfono móvil. "Vamos a contarle a nuestros nietos acerca de cómo era todo, al igual que nos contaron a nosotros nuestros abuelos sobre sus dolorosas pérdidas. De la misma manera diremos nosotros cómo sobrevivimos y construimos una nueva vida en algún lugar, cercano o lejano de esta tierra".

El ego insuperable de los hombres, es la megalomanía que los lleva a controlar, dominar y buscar expandir su riqueza y poder sin reparar en el aterrador daño que le causan a millones de seres humanos convirtiéndolos en refugiados sin hogar, un sinnúmero de vidas aniquiladas sin piedad, casas, barrios y ciudades con cientos años de cultura que se convierten en polvo y escombros.

¿De qué sirve el orgullo del envío de un camión de bomberos, una ambulancia, una patrulla policial o los soldados para rescatar a una o más personas como una muestra de valoración de la vida humana, cuando sólo una bomba puede quitar la vida a cientos de seres humanos en un segundo acabando con un barrio, una ciudad y todo lo que ella contiene. ¿Para qué tenemos escuelas para enseñarnos si luego nos comportamos de otra manera?

La escuela a la que asistí tal vez no fuera la que más me contentaba, pero era la institución donde aprendí qué era lo que me gustaba o disgustaba. Allí supe que no me agradaban las matemáticas, o no disfrutaba una lección de química, física o los logaritmos, pero logré nutrirme de esas materias.

Supe entonces que lo que me gustaba no estaba en el plan de estudios: el arte, el teatro, la literatura y el cine, no se encontraban en nuestros libros de texto.

nigol_bezjian_miniA medida que se intensifica el conflicto sirio, Alepo está siendo aplastada por las bombas lanzadas por las potencias mundiales que desde el cielo matan a la gente como pequeñas moscas.

No había tenido antes acceso a mi colegio, aquel que por entonces consideraba una prisión que bloqueaba mi espíritu libre y mi frondosa imaginación, pero que impulsaba mi mente por encima de esas paredes calizas. Sin embargo, al ver las primeras imágenes de la escuela bombardeada se precipitó la ira en mí y de pronto descubrí el profundo afecto que sentía por el colegio del que tantas veces me escapé.

La calle por donde caminábamos hacia la escuela está ahora desolada y completamente en ruinas. La puerta por la que pasaron miles de niños para aprender y cientos de maestros para enseñar, está ahora como emergiendo de un cataclismo.

Los colegios estaban destinados a enseñarnos y desarrollar nuestra sensibilidad, pero es evidente que el aprendizaje puede elevarnos al espacio exterior y permitirnos escuchar los sonidos convergentes de los agujeros negros o el estruendo atronador de las bombas que caen en picada en nuestras oscuras profundidades, poniéndonos delante de imágenes en color que hace un siglo eran en blanco y negro.

Han bombeado nuestra escuela...

Nigol Bezjian*

 

* Nigol Bezjian es un cineasta y documentalista que vive en Beirut.

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