Cuaderno de Viaje a Armenia (I)

17 de enero de 2018

taxi-ZvardnodzCada viaje a la Madre Patria tiene un sabor diferente. Obviamente aquel que lo hace por primera vez tiene ese plus de emoción que lo hace más especial todavía. Ya cuando el viajero principiante aborda el último tramo del vuelo a Armenia comienza a sentir ese cosquilleo propio de quien llega al país de sus viejos cargado de emociones y no sólo las propias, porque lleva en sus alforjas una parte de su historia familiar, que muchas veces incluye el deseo de conocer Armenia no satisfecho de sus padres y abuelos.

Es difícil sustraerse a ese estado de ansiedad que reclama poder ver el Ararat desde el aire, algo infrecuente porque la mayoría de los vuelos arriba a Zvardnodz en horario nocturno. Cuando el gigantesco pájaro de metal aterriza, brotan algunos aplausos que no sabemos si son de alegría por finalizar el trayecto con éxito, o son de regocijo por haber llegado al destino soñado.

Y allí comienza otra etapa, la de reconocerse armenio apenas ingresado a la cola de migraciones donde el funcionario nos mirará siempre con cara de pocos amigos, pero sólo para impresionarnos porque de inmediato el sello golpeará nuestro pasaporte y nos abrirá la puerta del viaje de nuestras vidas.

La salida del aeropuerto en nada se diferencia de otras terminales aéreas, sólo que los anuncios ya nos saludan en el idioma de Mashdotz y nos avisan que debemos prepararnos a utilizar  nuestra hermosa lengua, a pesar de que a veces nuestros interlocutores nos miren con caras de no entender, tendremos que insistir porque al principio resultará un poco arduo comunicarnos, pero pronto sintonizaremos con el armenio oriental, no tengamos temores.

Resulta casi cómico discutir con el taxista la tarifa del traslado a la capital armenia porque los valores son irrisorios para nosotros (apenas unos diez dólares), pero la picaresca de los tacheros es universal y siempre comenzarán a pedirnos unos dram de más. Pero luego todos son correctos y serviciales y más de una vez terminarán asistiéndonos ante alguna dificultad con el alojamiento reservado.

Ereván nos ofrece servicios de hotelería a nivel de cualquier ciudad europea y por lo general sus tarifas son más que competitivas. La oferta es enorme y no sólo comprende los establecimientos de cuatro y cinco estrellas, sino que últimamente comienzan a proliferar los hostel que albergan a jóvenes y no tan jóvenes, ávidos de un estilo de turismo diferente, pero no menos confortable.

La primera salida a la calle tiene un sabor único. Ya desarmamos el equipaje, nos acicalamos y estamos listos para emprender la aventura de conocer nuestro suelo patrio. Los primeros paseos son de exploración y aquí el novato se sorprenderá de la cantidad y calidad de los comercios céntricos donde tendrá acceso a las mejores marcas mundiales a valores más accesibles, pero siempre más distantes para los propios armenios. La diferencia del poder adquisitivo se mostrará casi de inmediato porque un viaje de taxímetro que recorrerá media ciudad no supera los dos dólares, algo impensable por estas latitudes.

Pero volvamos a las primeras salidas. Desayunamos y salimos a caminar. De pronto, nos vemos inmersos en otro mundo, ya no escuchamos a nuestro alrededor las voces en idioma español, nuestros oídos deberán acostumbrarse a otra lengua, esa que muchos hablamos, pero que otros a pesar de conocerla, la dejaron de practicar por distintos motivos. Ahora será el momento de amigarnos con nuestro lenguaje porque sentados en el café de moda tendremos que hacer nuestro pedido en armenio, porque no querremos pasar vergüenza señalando con nuestro dedo el menú solicitado… (Continuará)

Jorge Rubén Kazandjian

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