De cuando el cartaginés Aníbal pidió asilo en Armenia

23 de noviembre de 2021

Si el lector pensaba que con el rey del Ponto Mitrídates se acaban los grandes personajes de la historia que buscaron refugio en Armenia, se equivoca. Hay otro episodio apasionante en los albores del Reino de Medz Hayk que no podemos pasar por alto: Aníbal Barca, el renombrado archienemigo de Roma, estadista y general de Cartago también llegó hasta Armenia, pidiendo asilo a su rey...

¿Cuándo, cómo y por qué? Es lo que pretendemos narrar. Pero antes, una breve reseña para ubicarnos en tiempo y lugar.

Tras la muerte de Alejandro Magno en el año 323 a.C. su gigantesco imperio se deshace. Sus generales se reparten la torta: Antígono se queda con Macedonia (a la que pertenece Grecia), Ptolomeo se queda con Egipto (al que pertenecen Fenicia y las islas griegas) y Seleuco se queda con la parte del león, es decir, Persia, el Asia Menor y Siria (a la que pertenecen Asiria y Babilonia en la Mesopotamia) donde funda la célebre Antioquía, capital de su imperio y una de las ciudades más ricas de Oriente. Pero tiempo después, pierde territorios en Asia Menor e incluso Persia, donde se asienta la dinastía parta de los Arsácidas (Arshakuní).

Armenia también debería haber caído en manos de Seleuco en dicha repartija, pero un príncipe de nombre Yervand (Orontes), aprovechando la coyuntura luego de la destrucción del imperio persa a manos de Alejandro, ha creado allí en el 322 a.C. una suerte de reino independiente que será conocido con su nombre, como el de la dinastía Yervandian (o Yervanduní), con capital en Yervandashat. Al día de hoy, no está claro si la mencionada dinastía nace de sátrapas persas o armenios, quienes gobernaron Armenia durante el período de la descomposición del imperio persa.

Y como era de esperar, la historia de este primer reino independiente armenio se destaca por una serie de luchas contra el contrincante de turno: el imperio de Seleuco, conocido como Seléucida. Durante casi todo un siglo (el III a.C.), Armenia logra contener los ataques de su poderoso vecino hasta que cae derrotada en el 215 a.C. por el ambicioso rey seléucida Antíoco III.

La pérdida de la independencia de Armenia dura 25 años durante los cuales Antíoco divide Armenia en dos zonas: Medz Hayk (la Armenia propiamente dicha, al este del Éufrates) y Pokr Hayk (la Armenia Menor, al oeste del Éufrates). Al frente de cada una de ellas coloca un gobernador elegido entre los príncipes del país. Así, Artashés (Artaxias) gobernará Medz Hayk y Zareh (Zariates, de la dinastía Yervandian) lo hará en Pokr Hayk. 

Pero como el apetito se abre comiendo, Antíoco no se contenta sólo con la conquista de Armenia. Avanza sobre Judea (Palestina) y luego de un fracaso en Egipto se dirige al Asia Menor, a la que vuelve a conquistar para su imperio.

La otra gran potencia del momento es Roma, que ha logrado vencer finalmente a Cartago (actual Túnez) y que observa con recelo la creación de esta nueva fuerza que intenta ocupar el Oriente. Cuando Antíoco se hace con el Asia Menor, los romanos reaccionan ante lo que consideran un ataque contra su “zona de influencia” y en la célebre batalla de Magnesia en el 190 a.C. aniquilan las fuerzas del rey seléucida, quien tras el acuerdo de Apamea en el 188 a.C. (ver mapa arriba) terminará conformándose con mantener Siria.

Artashés y Sadenik, una historia romántica

Como consecuencia de la derrota de Antíoco, el gobernador de Medz Hayk (actuales regiones de Erzerum, Mush, Van y Yerevan) se autoproclama rey de Armenia en el año 190 a.C. bajo el nombre de Artashés I. Al mismo tiempo, el gobernador Zareh de Pokr Hayk (regiones de Sebastia, Yerzngá y Malatia) crea un segundo reino armenio. Roma no es ajena a la creación simultánea de estas dos Armenias independientes. Es más, las ha patrocinado para contrarrestar cualquier intento seléucida de volver a las andadas en la región...

Así, con la asunción de Artashés I, se crea una nueva dinastía que lleva su nombre (Artashesian) que reinará en Medz Hayk  cerca de dos siglos, hasta los primeros años de nuestra era. Es el período de mayor grandeza en la historia de Armenia. Se trata de Artashés “el conquistador”, abuelo de Tigrán el Grande, quien pondrá las bases del primer Estado étnicamente armenio, al reunificar bajo su reino todas las regiones limítrofes habitadas por armenios.

Artashés I (ver foto abajo) resulta ser un hábil estadista: una de sus principales obras es la delimitación de las fronteras y la organización interna de su reino al que divide en 120 provincias gobernadas por  “estrategas”. Son éstos los que deben supervisar su región, mantener abiertas las rutas de comercio, reunir tributos para el rey y, en caso de guerra, poner a su disposición efectivos armados.

En cuanto al control de las fronteras, designa a cuatro gobernadores especiales –uno en cada punto geográfico- quienes tienen el deber de defender la respectiva frontera con sus propias fuerzas hasta la llegada de los contingentes del monarca. Estos “estrategas” y gobernadores serán los antecesores de las futuras familias feudales: los Mamigonian, los Pakraduní, los Ardzruní y tantas otras.

No podemos dejar de mencionar aquí una historia que nos ha llegado a través de Movsés Jorenatsí, “padre” de la historia armenia: en su tarea de consolidación de las fronteras, Artashés se enfrenta al norte con los alanos, un pueblo bárbaro célebre por sus aguerridos combatientes. Durante la lucha, el heredero del trono de los alanos cae prisionero de las huestes del rey armenio. El monarca de los bárbaros envía a su hija Sadenik a negociar la paz y la liberación de su hermano. Artashés se enamora de la joven doncella y promete devolver al príncipe si el rey alano le concede la mano de su hija. La guerra se transforma así en una boda... Y los alanos en aliados de Armenia...

La capital Artashat, obra de Aníbal

Mientras  tanto, al otro lado del mundo conocido, Roma está muy ocupada con las llamadas Guerras Púnicas, las que constituyen un capítulo aparte de su historia. No es posible relatar aquí la extensa historia de este gran conflicto. Digamos tan sólo que Cartago, la potencia con que Roma ha de enfrentarse en la lucha por los destinos del Mediterráneo occidental, es de origen fenicio (que en latín se dice poeni, de donde deriva punicus) y que a diferencia de otras colonias marítimas fenicias, se ha convertido también en una potencia terrestre, ya que ha ocupado varias regiones que se extienden hasta Gibraltar, en la España meridional. Y Roma debe reaccionar. 

Es aquí donde aparece la figura de Aníbal, uno de los personajes más apasionantes de la historia de la humanidad.  “De muchacho, juró ante el altar de Moloch odio eterno a los romanos. Su hazaña de cruzar los Alpes, su largo y paciente acoso de Italia, su avance sobre Roma y su retirada, su prontitud en restablecer el orden en la derrotada Cartago, su empeño en no aceptar poderes reales, su último ataque desesperado contra sus viejos rivales como incansable consejero de los enemigos de Roma y por último, su suicidio, he aquí todo el material necesario para una figura histórica capaz de oscurecer las romanas, que fueron menos atractivas...” , dice el historiador R. H. Barrow, en un intento de describir a Aníbal.

Pero ¿cómo se relaciona el general cartaginés con Armenia y con el rey Artashés? He aquí otra historia interesante.

Cuenta Plutarco que cuando Aníbal –exiliado en el palacio del derrotado Antíoco- se ve obligado a buscar nuevo refugio para huir de los romanos, viaja a Armenia. Artashés respeta la ley de asilo político y lo recibe. Allí el cartaginés, dueño de una excelente formación, sugiere diferentes proyectos al rey armenio. Percibiendo el hermoso paisaje natural del país, señala un sitio en el valle del Arax (cerca de la actual Yerevan) como el lugar perfecto para el futuro emplazamiento de la capital. Artashés solicita a Aníbal que supervise personalmente la construcción de la ciudad. Tras el término de las obras, se erige una bella urbe bautizada como Artashat (Artaxata), en honor al monarca.

El reino de Armenia, tierra de asilo

La relación entre Aníbal y el reino de Armenia se torna más significativa al hacer un paralelo con la alianza que un siglo después existirá entre Mitrídates y Tigrán el Grande. Así, encuentran asilo en Armenia dos figuras históricas que a fuerza de su genio se han vuelto los adversarios más célebres de Roma y que a una distancia de cien años una de otra, se convierten en una terrible amenaza para ella, uno en Occidente y el otro en Oriente.

Aníbal se asila en Armenia al final de su vida. Desde allí se dirige a Bitinia  -Estado helenizado al norte de Esmirna- donde se suicida en el 183 a.C. cuando el monarca de ese país, temiendo el ataque de los romanos, se aprestaba a entregarlo a su archienemigo. Por su parte, un siglo después, Mitrídates crea una fuerte alianza con su yerno y monarca armenio Tigrán, lo que le permite encontrar asilo en Tigranakert, en una de sus tantas huídas de los romanos.

El contacto, en ambos casos, es prueba suficiente de la permanente e importante presencia de Armenia en la escena política y diplomática internacional, en tiempos en que Roma expande su poderío por todo el orbe.

No cabe duda de que la dinastía Artashesian es la que pone las bases del primer Estado armenio independiente, a fuerza de tesón y de garra, con el claro objetivo de velar por la seguridad de sus fronteras y de sus habitantes. Armenia logra en esa época maniobrar hábilmente entre las grandes potencias de Oriente y de Occidente en defensa de sus intereses nacionales.

Si figuras históricas de la talla de Artashés y Tigrán pudieran observar el estado de las fronteras de Armenia hoy, no se lo podrían creer... Dos mil años después, en un territorio diez veces menor, cuán bajo hemos caído...   

Ricardo Yerganian
Exdirector del Diario ARMENIA

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